AY, NINTENDO
La cantante, ganadora de Operación Triunfo 2017, ha desatado la polémica tras revelar en una entrevista para Vogue que utilizaba una tarjeta pirata en su Nintendo DS. Aunque sus declaraciones han generado debate, parece improbable que Nintendo tome medidas legales al respecto.
Amaia Romero, conocida por su naturalidad y su sinceridad, ha vuelto a captar la atención mediática, pero esta vez por un motivo inesperado. En una reciente entrevista con Vogue, la cantante navarra habló sobre su cariño por la Nintendo DS, una de sus posesiones más preciadas, y confesó que había pirateado la consola para jugar a su título favorito, Rhythm Paradise.
"Es el regalo que más ilusión me ha hecho en la vida", declaró Amaia sobre su Nintendo DS. Sin embargo, la polémica llegó cuando detalló que utilizaba una tarjeta que le permitía cargar múltiples juegos pirateados. "Era una tarjeta en la que podías meter bastantes juegos juntos, todos pirateados", explicó con la misma espontaneidad que la caracteriza.
La confesión ha generado un intenso debate, ya que Nintendo es conocida por su lucha implacable contra la piratería. La compañía nipona ha perseguido judicialmente a distribuidores de software ilegal, emuladores y otras prácticas que afecten a sus propiedades intelectuales. Sin embargo, en este caso, parece improbable que las palabras de Amaia deriven en consecuencias legales.
La Nintendo DS, consola lanzada en 2004, se descatalogó hace más de una década, y su tienda digital, la eShop, lleva años cerrada. Actualmente, Nintendo concentra sus esfuerzos en la Switch, por lo que este tipo de prácticas ya no afectan directamente a sus ingresos. Además, Amaia no obtiene ningún beneficio económico de su confesión ni detalla el proceso de pirateo, por lo que todo queda en el terreno de una anécdota.
Pese a ello, sus declaraciones podrían considerarse desafortunadas. Hablar abiertamente de piratería nunca es bien recibido por las desarrolladoras, y la DS fue una de las consolas más pirateadas de la historia, algo que marcó a Nintendo en su momento. Aunque la confesión de Amaia no debería tener repercusiones legales, sí deja una reflexión sobre el impacto de la piratería en la industria de los videojuegos y cómo ciertas prácticas, aunque comunes en su tiempo, siguen siendo un tema delicado para las empresas del sector.