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HOMBRE DE 40 QUE SUFREN EL SÍNDROME DE PETER PAN
Cuando vi ‘Thriller’ por primera vez yo era un niño y, como tantos otros, estaba fascinado con ese videoclip y con Michael Jackson en general. Años después, con apenas 30, publicó ‘Bad’. A partir de ahí, todo fue a peor.
Empezábamos a dejar de ser niños y a hacernos preguntas, extrañas y oscuras preguntas sobre ese hombre cuyos mejores amigos eran la súper estrella infantil Macaulay Culkin y un chimpancé llamado Bubbles. El Rey del Pop vivía en Neverland, un rancho con más de 1.000 hectáreas plagadas de animales y atracciones. Neverland, Nunca Jamás, el país inventado por Sir James Matthew Barrie al que viajaron Peter Pan y los niños pedidos.
Nosotros somos esos niños perdidos: La post-Generación X y los pre-MillennIals. Y la estética, el estatus, el deporte, el lenguaje, el consumismo, el postureo, nuestro Peter Pan. Los hípster, y no me refiero a ellos como algo ajeno a mí o a muchos otros que, al igual que yo, no se consideran hípster, son, o somos, algo así como niños adultos, niños hombres.
Envejecemos físicamente, pero la representación interiorizada de nuestro yo es el paradigma de una infancia prolongada. No paramos de ir a conciertos y de emborracharnos con teeneagers. Escuchamos el pop y el trap que ellos escuchan. Nos movemos en bici, Fixie o longboard. Las gafapasta y las megabarbas ocultan nuestros verdaderos rostros. No podemos dejar de consumir productos Mac y Starbucks.
Aprovechamos cualquier momento para decir cuánto nos alucina el cine de Wes Anderson y los libros de Murakami. Subimos constantemente a las redes sociales fotos y selfies con nuestros looks, mascotas, platos, viajes y fiestas. Y utilizamos palabras como: random, unboxing, hater, mainstream, hype, bluff... Y esto es sólo la punta del iceberg. Es como si todo formase parte de un gran juego al que no podemos dejar de jugar. No queremos hacernos mayores, así que hacemos eso que hace tan especiales a los niños, jugar.
Veinteañero, treintañero, cuarenta... ¿Por qué no podemos decir cuarentañero? ¿Por qué hay que decir cuarentón? Probablemente, la razón es porque al cumplir los 40 dejas de pertenecer al exclusivo club de los jóvenes. Afortunada o desafortunadamente, nuestro Síndrome de Peter Pan es más fuerte que todo eso y es muy probable que falte poco para que el término “cuarentañero” sea una realidad.
Ya lo decía Victor Hugo: “Los 40 son la edad madura de la juventud y los 50 la juventud de la edad madura.” La juventud, nuestra mariposa atrapada en un frasco de cristal. La observamos revolotear, bella y resplandeciente, pero la falta de oxígeno la terminará asfixiando y tendremos que abrir el frasco para dejarla marchar. Creo que me he puesto un poco dramático de más, es inevitable, estoy en esa fase de la vida.
Gente de 40, 50, 60, no nos olvidemos de los yayo-hípsters, camuflándose entre los jóvenes ¿Nos habremos tomado demasiado en serio eso de mimar al niño que llevamos dentro? No lo sé. Lo hípster ya no es aquel fenómeno que importamos de América. Expertos en moda y tendencias vaticinaban su muerte hace años, pero nada más lejos de la realidad, al contrario, lo hípster se ha masificado. Lo hípster es un estado mental.
Todos o casi todos somos un poco o muy hípster. Todos o casi todos queremos ser el más joven y el más cool. Todos somos Michael Jackson, todos somos ese niño caprichoso y narcisista que intenta sobrevivir en un mundo de apariencias. Y aunque, como hacía Jacko, pudiéramos permitirnos dormir cada noche en el interior de una burbuja de oxígeno, la juventud eterna no existe, pero es tan divertida.