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TINA TURNER COMO GUÍA ESPIRITUAL

Frescura, virtuosismo, chicles y embutido: hablamos con la artista Beatriz Lobo

Desde la eterna pleitesía al maestro Velázquez hasta la oda a los ídolos cañís y las divas del pop, el arte de Beatriz Lobo aúna elementos inesperados en un universo personal que bajo su mirada única adquieren sentido. Hablamos con una de las artistas más frescas del panorama sobre su imaginario, sus influencias, su proceso creativo y sobre el logotipo de una cadena de supermercados.

Zappa Beatriz Lobo

Beatriz Lobo nació en Vigo en 1985, es licenciada en Bellas Artes y ha experimentado con multitud de disciplinas envolviendo todo lo que hace en un halo muy particular de fantasía, misterio y buen humor cotidiano: pintura, instalación, performance, gifs (de los que imparte divertidísimos talleres para niños), fanzines, videoclips. Cada formato tiene su propio encanto pero la pintura sobrevuela de alguna forma los demás.

“Pintar me aporta el placer vanidoso de superar barreras técnicas y acercarme a la ilusión de volumen (yo veo en dos dimensiones porque hay un ojo que no muevo),” explica Beatriz, “es muy fardón, un poco como los guitarras que tocan la guitarra para ligar, ¿no? Es lo que más impresiona a mis padres y un reto para mí. Es igual la actividad más forocoches que practico. Los gifs y los videoclips los hago por las risas. Las instalaciones son otra historia: eso es llevar lo laborioso a niveles de absurdo que me ponen mística de verdad.”

La pintura, en efecto, es la actividad que más disfruta, la que más energía absorbe y también la que la hace entrar en un trance profundo. Al verse sumida en la elaboración de uno de sus óleos más complicados, de los que ocupan multitud de jornadas, su vida se ve altamente alterada. El cuadro se convierte en lo primero: “Siempre pienso que me olvidé de pintar a mitad de cada cuadro, he llegado a lloriquear, es un poco horroroso cuando no tengo todo el tiempo que me apetece, yo pinto despacio y es así como lo disfruto. Pero ya voy domesticando esas tonterías de autoboicot.”

“Mi vida, efectivamente, cambia cuando estoy sumida en uno de esos. Si me conoces y me ves por la calle, puedes adivinar si estoy en medio de uno. Mi prioridad total y absoluta es el cuadro desde que me levanto hasta que me acuesto así que todo lo demás se disparata. Dejo de ducharme, el lugar que habito se desordena descontroladamente, como pan con queso con las manos sucias, fumo pitillos manchados y voy con mucha prisa. Sin embargo duermo fenomenal. En el fondo me encanta tener licencia para esas atrocidades, que a nivel social explico con, ay perdona es que estoy pintando (por eso te he dejado un manchurrón amarillo al darte un abrazo).”

El tabaco juega un papel crucial en su proceso creativo relacionado con la pasión y la entrega que deposita en cada obra: “Fumo sin parar mientras trabajo, es una auténtica lástima. Se acumulan las colillas a mi alrededor, por eso que te decía de no tener tiempo ni para buscar un cenicero, por esa sensación de urgencia ansiosa que tengo cuando trabajo.”

Cuando se enfrenta a encargos ajenos y personales como portadas de libros o de discos encontramos la aplicación de una sensibilidad especial, un diálogo intenso e íntimo que acaba con la fusión de su estilo y el de los demás y la génesis de algo nuevo que pertenece a ambos hogares: “Afronto esos proyectos con muchísimo respeto por la idea del autor e intentando traducir su ambiente primero. Después mi misión es añadir algo propio que sume. Cuando lo consigo estoy satisfecha durante meses. Depende del autor, a veces se dan más vueltas y a veces menos. No me molesta que me mareen con detallitos, entiendo sus neurosis de padre de criatura, me gusta devolverles ese TOC con creces. Jaja, para cucú yo.”

Además de las ensoñaciones fantasiosas, el humor y los pinceles finos al servicio de la virtud, en el arte de la artista gallega encontramos una clara inclinación hacia la exaltación de la belleza de lo considerado cutre. Esta tendencia es perfectamente apreciable en su colección de chicles masticados tallados en cerámica con los que construyó una gran imagen pixelada o en la presencia de diferentes embutidos en su obra. “Es la estética de la gama baja, alabada sea”, puntualiza.

Relación con esta percepción tiene también su predilección por el logotipo de supermercados Dia%, uno de sus grandes referentes: “Es un logo fabuloso que considero casi a la altura de la esvástica. Casi perfecto. Acabo de enmarcar en casa una bolsa de las antiguas, ya no las hacen así. Ayer me escribió por Instagram el nieto del diseñador. Nunca lo pusieron en créditos y empezaron a usarlo después de que hubiera fallecido. Se me hace más perfecto si cabe con esa rastreridad característica de un supermercado roñas por definición. Buf, el tanto por ciento, el ahorro total. Claro, menos es más, todo eso.”

Entre sus mayores influencias encontramos a varias divas del pop: “Tina Turner es mi guía espiritual. Representa todo lo que me gusta. De Whitney Houston me vuelve loca su época Olimpiadas, y su cosa religiosa. Son believers del art, como las folclóricas que también me imponen un respeto alucinante. Creo que tiene que ver con esa basura sectaria que me endiñaron en la facultad de CREER en el art. Jaja, ¡qué asco! Pero soy believer, lo confieso.”

Si nos remontamos a los orígenes Beatriz mencionará el influjo de Pipi Calzaslargas y del Xabarín Club, programa infantil de la Televisión de Galicia: “ahí echaban unos dibujos increíbles que se llamaban ‘Gatocán’, un bicho medio gato medio perro que vivía antiaventuras, era todo muy normal salvo esa esquizofrenia anatómica. Mis dibus favoritos.”

Pero sin duda su artista de cabecera es Dalila Virgolini, con la que además forma el dúo musical Calor Humano y para quien cada día entraña una enorme oportunidad para experimentar la vida como obra de arte en sí: “Dalila es mi artista viva favorita, además de mi mejor amiga. Fíjate que el hecho de afirmar rotundamente que mi mejor amiga es mi artista favorita es una manifestación política a lo Virgolini: yo soy situacionista Virgolini, claro que sí. Tenemos sensibilidades diferentes pero entendemos el arte de la misma manera. Con esto quiero decir que los objetos son las partículas artísticas que menos me interesan.”

Muchos y muy frescos proyectos que tal vez incluyan nuevos formatos nos llegarán por su parte en los próximos tiempos. Tarde o temprano, por ejemplo, tendremos el placer de sujetar un cómic del que nos cuenta lo siguiente.

“Yo hace quinientos años, después de trabajar en el Tiger, encontré tanto vacío existencial y tal mina de oro en aquella gente que empecé un cómic que se llama ‘Chupar la cola’ (iba de colas, la del paro, la del Tiger, la del reponedor del almacén). Por suerte o por desgracia me ha entrado mucho trabajo de comer este último año. Y además de de comer, trabajo interesante. Para otros, pero muy interesante. Así que he ido aplazando eso para cuando tenga tiempo o alguien me financie la cosa, porque no puedo estar cuatro meses dibujando sin pagar el alquiler. Tengo más cosas en cola, además de ‘Chupar la cola’".

"Pero creo que eso está bien, no me aburro nunca. Tengo en cola hacerme unas cerámicas, ir al taller de grabado de un amigo a probar por ahí, terminar de ganchillar una manta de un desnudo pixelado, y este verano tengo un par de encargos de particulares bien especiales que no me dejarán tirar de cola hasta Navidades.”

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