ENTREVISTA

Mariana Blaya: la nostalgia no se grita, se susurra

El pop melancólico, honesto y experimental de esta joven artista habla bajito pero cala hondo. En un sector donde el ruido domina, a cualquiera da esperanza un rayo de personalidad tan deslumbrante como la de esta murciana.

Mariana Blaya.@Madkidmontes y @blancadelacierva

Dice Mariana Blaya que ahora está componiendo "como si fuese la primera vez, pero con más herramientas". Puede sonar a evolución natural en cualquier creador, es solo que en su caso suena diferente. Porque no hablamos de una artista que haya irrumpido de golpe, sino de una voz que ha ido filtrándose sin prisa, con canciones como de mí para ti, que explotó sin que nadie —ni ella misma— supiera muy bien cómo. "La escribí en la cuarentena, a las cuatro de la mañana, con once personas dormidas en casa. Nadie me enseñó nada. Salió sola".

De ahí a compartir escenario (o estudio) con Natalia Lacunza, Rojuu o toda una nueva hornada de artistas que, como ella, están dándole otro significado a eso del pop experimental. Ojo, porque Mariana puntualiza: "Experimental, pero no de sonidito de meditación. No tan pretencioso". Lo suyo es otra cosa: una especie de viaje melancólico con una modestia inusual.

La nostalgia, claro, está en el centro de todo. En el teclado Casio heredado de su infancia, en el eco de los Beatles que sonaban en casa de sus padres, en cómo abre el portátil y ya siente que está viajando atrás. "Es lo que guía muchísimo mi música: los momentos, los recuerdos, lo que ya pasó, pero aún late".

¿Y qué pasa con Murcia, importador de tanto talento indie? Ella tampoco lo sabe: "Todos salimos un poco de Murcia a Madrid a cumplir un sueño". Apunta a la cantidad de garitos nocturnos dedicados a la (buena) música, pero hay algo generacional, sin duda: Walls, Arde Bogotá, Viva Suecia, y ahora esta "bilis tranquila" que canta en voz baja lo que otros gritan.

El giro más reciente (y quizás más interesante) está en su faceta como productora. Ya no tiene síndrome del impostor. Se sienta en el estudio, mezcla violines con sintetizadores, escucha a Rusowsky (cuyo último disco es LEGENDARIO), y luego lo convierte en algo propio. "Antes no sabía cómo guardar la creatividad para mí y dársela a otros sin perder mi identidad. Ahora sí".

Asegura que lo que viene mostrará todo eso. Que se notará quién está detrás de cada sonido. Que la melancolía no solo se canta, también se produce. No es la única artista que va a más, pero sí una de las pocas que lo hace sin levantar la voz. Mariana Blaya no quiere ser tendencia, quiere dejar huella. Y no hay algoritmo que pueda reproducir eso.

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