DINERAL
Taylor Swift pagó una cantidad desorbitada de dinero para ver a su pareja jugar la Super Bowl.
En el mundo del deporte y el entretenimiento, hay lujos que ni siquiera las estrellas más brillantes obtienen de forma gratuita. Este es el caso de Taylor Swift, quien, a pesar de ser la novia del jugador estrella de los Kansas City Chiefs, Travis Kelce, tuvo que pagar una astronómica suma para disfrutar de la Super Bowl desde un palco de lujo en el estadio.
Según ha revelado Travis Kelce, la suite en la que Taylor Swift, junto con sus amigas Ice Spice y Blake Lively, animó al jugador en el Super Bowl pasado, tenía un precio desorbitado. Esta revelación se hizo en una escena del nuevo documental de fútbol americano de Netflix, Receiver, donde Kelce habla con George Kittle, jugador de los San Francisco 49ers, sobre la adquisición de una suite para su familia en el próximo Super Bowl.
Durante la conversación, Kelce pregunta a Kittle si planea alquilar una suite para su familia. La respuesta negativa de Kittle se justifica por el elevado precio. "¿Es que por qué cuestan 3 millones de dólares?", comenta Kelce entre risas. Aunque al principio puede parecer una exageración, un vistazo a los datos confirma que no lo es.
La empresa Suite Experience Group indica en su sitio web que las suites de lujo para la Super Bowl LIX (2025) oscilan entre los 750.000 dólares y los 2.000.000 de dólares. Escalofriante, ¿verdad?. Por otra parte, los precios de las suites o palcos de lujo para la Super Bowl de este año alcanzaron un pico de 2.5 millones de dólares antes de bajar a medida que se acercaba la fecha del partido. Estos datos sugieren que Swift o Kelce pagaron alrededor de 3 millones de dólares por el palco, aunque todo apunta a que fue Kelce quien asumió el coste. En febrero, una fuente confirmó a TMZ que Kelce pagó por el palco de Swift y sus amigas, además de su propia familia y amigos.
Desde luego, se trata de un gasto inasumible para el resto de los mortales, pero podemos estar seguros de que para Kelce un desembolso así no supone absolutamente nada. Aún así, es imposible no quedarse de piedra cuando se escucha una cifra como esta.