NOCHES DEL BOTÁNICO
James dieron un conciertazo maravilloso, sorprendente, improvisado y fiestero mientras que Teenage Fanclub, marcados por un sonido flojo, no tuvieron una pegada a la altura de sus temazos.
Las Noches del Botánico, ese escenario veraniego por el que pasan algunos de los mejores conciertos del año, vivieron ayer una noche muy británica cargada de nostalgia, que nos transportó directamente a los años 90 a todos los amantes del rock alternativo.
Fue una doble jornada con dos bandas de culto: primero Teenage Fanclub, llegados desde Glasgow, y después James, desde Manchester. Lo que en principio parecía un concierto doble, en realidad fue más bien un concierto de James con Teenage Fanclub como teloneros de lujo. Los escoceses tocaron durante unos 80 minutos, mientras que James estuvieron sobre el escenario cerca de dos horas.
Me encantan ambas bandas, pero personalmente soy mucho más fan de Teenage Fanclub. Y aunque ya los había visto antes, esta vez tenía más ganas de ver a James.
A pesar de que Norman Blake, Raymond McGinley y compañía lo intentaron, el concierto de Teenage Fanclub no estuvo del todo a la altura, por varios motivos. Por un lado, el sonido fue excesivamente bajo, como quedó en evidencia después con la potencia que desplegó James. Desconozco el motivo, pero se notó. Por otro lado, las gradas estaban bastante vacías durante su actuación, con mucha gente todavía llegando al recinto o entretenida con una cerveza o algo de cenar. Ellos se lo perdieron.
Y, por último, la banda ya no es lo mismo desde la marcha de Gerard Love en 2019, quien dejó el grupo cansado de las giras y los viajes. Un tercio del repertorio y muchos de los grandes éxitos llevaban su firma, y su ausencia se nota.
El setlist tampoco fue una maravilla, se dejaron fuera muchas canciones que me encantan, aunque los fieles que estábamos en las primeras filas nos las cantamos todas. Especialmente About You, What You Do to Me, The Concept y Everything Flows, con la que cerraron. En resumen, un concierto agradable pero algo flojo, que no puede competir con el que disfruté de ellos en 2017 en La Riviera.
Lo de James, en cambio, fue otra historia. Algo serio desde el primer minuto, cuando comenzaron con Lose Control en acústico desde las gradas. Se venía un conciertazo diferente —ya me lo habían advertido—, y así fue: canciones alargadas, improvisaciones, y un Tim Booth completamente desatado, bailón y entregado al público.
Sobre el escenario, nueve músicos tocando una gran variedad de instrumentos: percusiones, teclados, trompeta, violín, violonchelo y más, para recrear los ricos universos sonoros de una banda difícil de encasillar, a medio camino entre el rock alternativo, el britpop, el folk y con ramalazos electrónicos del sonido Madchester.
"Puedes bajar la pancarta —en la que se pedía la canción Seven—, cambiamos el setlist cada noche y el de hoy ya está elegido", explicó Tim Booth a un fan al principio del concierto. Un setlist cambiante que no defraudó, aunque en mi opinión solo le faltaron dos joyas: Come Home y Sometimes, que se quedaron fuera.
Tocaron casi todos sus grandes éxitos, incluidas siete de sus diez canciones más escuchadas en Spotify. También hubo tiempo para presentar su nuevo disco, Yummy (2024), del que sonaron Better With You, Shadow of a Giant y la preciosa Stay. Además, hicieron un repaso brillante de su carrera, que arrancó con She’s a Star y alcanzó un momento álgido a mitad del concierto, cuando enlazaron magistralmente Say Something, Moving On y Born of Frustration, coreadas con entusiasmo por el público.
Son, sin duda, una banda de lo más original. Desde el carisma hipnótico de Tim Booth —con sus bailes, sus acercamientos al público y su energía arrolladora con 65 años— hasta los músicos que lo acompañan: el bajista Jim Glennie, el guitarrista y violinista Saul Davis, la trompeta de Andy Diagram, la corista Chloe Alper y la percusionista y segunda batería Deborah Knox-Hewson, todos brillaron.
Demostraron ser una gran banda con un final a la altura, completamente épico: Beautiful Beaches, Getting Away With It, Laid y Sit Down pusieron el broche perfecto. Una auténtica explosión colectiva de euforia, de esos momentos en que el público entero te lleva en volandas cantando a pleno pulmón.
Una noche de música perfecta, llena de temazos clásicos, con un segundo concierto de mis adorados Teenage Fanclub para el recuerdo, y un primer conciertazo de James al que no me importaría nada volver a asistir.