INDUSTRIA MUSICAL
La locura del exceso de festivales este verano, el cierre de salas pequeñas tras la pandemia, la publicación de los cachés de artistas en fiestas populares y un hilo viral de Víctor Cabezuelo de Rufus T. Firefly desatan un debate sobre la situación actual de la industria musical en nuestro país.
El pasado mes de junio saltaba la noticia de que cerraba la Sala Caracol, una de las salas de conciertos más míticas de Madrid. Justo acababa de empezar la temporada de festivales en nuestro país, que este 2022 se presentaba más sobrecargada que nunca.
Mientras muchas pequeñas salas de conciertos han desaparecido para siempre durante la pandemia el número de macrofestivales no ha parado de crecer y este verano, al regreso de Primavera Sound, Mad Cool, BBK Live, FIB, Arenal Sound, Resurrection Fest y Sonar entre muchos otros, hemos sumado nombres nuevos como Boombastic, Andalucia BIG o Cala Mijas.
Un exceso de festivales que ha desembocado endesastres como el del Madrid Puro Reggaeton Festival, que acabó cancelando a pocos días de celebrarse dejando colgados a miles de fans.
Llega septiembre y la cosa no se detiene. Arctic Monkeys tocando en el Cala Mijas, Muse en el Andalucia Big, Crystal Fighters en el DCODE y el Mad Cool Sunset que se ha visto obligado a cancelar después de que RATM anulara su gira europea.
En medio de todo esto un pequeño festival llamado Zaragoza Psych Festlanza un grito desesperado poniendo el foco en las dificultades que tienen para sobrevivir festivales y eventos de pequeño formato en un mundo festivalero tan masificado y caníbal.
Es muy difícil, con la situación económica actual en nuestro país, que mucha gente pueda permitirse pagar las entradas de uno o dos de estos macrofestivales y a la vez pueda apoyar a bandas emergentes en el circuito, cada vez más pobre, de salas de conciertos o ir a festivales pequeños autogestionados pero fantásticos de los que apenas no ha oído hablar.
En el mundo actual de las redes sociales,TikTok y el streaming parece que sólo cuenta cuantos seguidores tienes y como de viral eres mientras que la calidad de la música parece que haya pasado a un segundo lugar. Algo similar pasa con los festivales y su batalla por anunciar nombres, tener el mejor cartel y poder llevar a su zona VIP a los influencers más potentes.
Parece que el alma de la música y los festivales se esté perdiendo entre algoritmos, venta de entradas y likes. Por eso celebramos cuando descubrimos iniciativas tan originales y bonitas como la del Canela Party, un festival pequeño que triunfa por su buen hacer y que se ha vuelto viral por mezclar música con disfraces.
O nos emocionamos cuando grupos cuando La M.O.D.A hacen una gira gratuita por pequeños pueblos de Burgos para traer su música a la España vaciada.
Para desgranar un poco lo que está sucediendo he querido contar con la opinión de dos personas que forman parte de la industria musical de nuestro país. Por un lado Jero Romero, mánager de varias bandas y bloguero musical y por otro Beatriz Blanco, consultora y directora de proyectos en la industria musical.
Sobre la burbuja de los festivales Jero Romero me explicaba que "parece que ahora, es la moda montar un festival y contar con un gran cabeza de cartel como reclamo. Esto está haciendo que muchos festivales tengan problemas para poder tener todas las infraestructuras y algo más crítico como es el público, dado que sin la gente no es viable, pese a los patrocinios"
Beatriz Blanco también cree que existe una burbuja en el mundo de los festivales y añade que "actualmente la oferta supera a la demanda" lo que en su opinión provoca "Falta de público traducida en venta de entradas, y por tanto en la cancelación del festival o bajada de la calidad del mismo. Falta de calidad en los festivales al querer ganar el máximo dinero posible tras dos años de parón, lo que hace que a los artistas se les pague un caché muy bajo, y se pague por debajo de lo estipulado legalmente a los diferentes trabajadores".
No hay tanta gente ni tanto dinero para tanto festival como señala Jero: "Creo que hay demasiada oferta con grupos similares y en efecto, alguien que acaba de ver un cartel parecido en un festival no iría a otro 2 semanas después, teniendo en cuenta el precio de los abonos, camping / hotel, comer y beber"
Además este exceso de festivales repercute negativamente sobre el circuito de salas. "Estos festivales además en ocasiones es algo negativo para las salas y artistas que componen el cartel, ya que, habitualmente cuando se ha visto a un artista en el festival, en raras ocasiones se compra la entrada para verlo en una sala, o en su gira", me explica Beatriz que añade que "la parte positiva de estos festivales es que da la oportunidad a un precio asumible, a ver a una gran cantidad de bandas, y que pueden descubrirse muchas bandas que de otra manera, no se haría".
Para añadir más leña al debate estos días se ha hablado mucho en redes sociales y artículos sobre el caché que tienen diversos artistas al conocerse lo que les pagan los ayuntamientos por tocar en sus fiestas populares y que recogeElPlural en este artículo. José Manuel Soto y Ardé Bogotá tienen 15.000 euros de caché, gente como Rozalén y Lola Índigo ascienden a 35.000 mientras que en la parte alta nos encontramos con los 130.000 euros de Estopa o los 320.000 de C.Tangana.
Al respecto de los cachés, los festivales, la precariedad musical y todo lo que he comentado en este artículo ha publicado un hilo en Twitter Víctor Cabezuelo, cantante de Rufus T.Firefly, que ha dejado sorprendidos a muchos. Un hilo que arroja luz sobre la miserable situación que viven muchos grupos de música en nuestro país y sobre el que voy a hablar en lasegunda parte de este artículo.