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SIXTY

Rolling Stones en Madrid: ¿decepción o clasicazo?

Los que vieran por primera vez a sus satánicas majestades lo mismo no vuelven, todo por un concierto con más hype que acordes.

Ronnie Wood, Mick Jagger y Keith Richards, un ejemplo de cómo llegar a la 3ª edadGtres

Me siento obligado a empezar este artículo reconociendo que el peor concierto de los Rolling (de "los Stones", como dicen los melómanos) es algo que ya querrían para sus directos hasta los grupos más pujantes de la actualidad. Un escenario, un ambiente y un espectáculo en general brillante, y lo de ayer no fue una excepción... es solo que esto no es solo rock'n roll, sino más bien un negocio. (And I like it!)

He tenido la inmensa fortuna de ver al cuarteto (ahora trío) en muchas ocasiones y siempre he salido contento, pero no creo que todo el mundo ayer pudiera decir lo mismo. Miraba alrededor y decía "joé, cuántos señores mayores", y de repente un chaval con la mitad de años que yo -o menos- me preguntó inocente "¿Tocarán Angie?". Lo hizo tratándome de usted: yo también soy un señor.

Es que son sesenta años exactos de la fundación de la banda que ha hecho de los Rolling (lo voy a decir así, lo siento) el grupo musical que define una vida dedicada al Rock'n Roll. Eso es lo que se ve por encima, así con mayúsculas, si bien su género favorito no es el rock sino el blues. Y esto no lo sabían muchos de los que fueron.

Cuando después de una obligada pero no muy emotiva dedicatoria a Charlie Watts (mítico batería que murió hace menos de un año, y que hoy hubiera cumplido 81) empezó el concierto, hasta los más veteranos se miraban extrañados por la elección del primer tema: 'Street Fighting Man'. Sí, es un temazo, es solo que todos esperábamos 'Start Me Up', y sonó la decimocuarta del playlist.

Antes llegaron las muuuuuy rarunas de escuchar en vivo '19th Nervous Breakdown', 'Sad Sad Sad', 'Tumbling Dice' y ya el no va más de 'Out of Time', imposible de cantar por dos razones: era la primera vez que la tocaban en directo, y la cambiaron lo bastante como para que fuera difícil seguir hasta el estribillo.

Que a Ronnie Wood se le escapara un gallo guitarrístico lo comprendimos todos, porque el hombre cumplía 75 años (que me acabo de enterar que tiene una churrería en Barcelona, donde vive habitualmente) y a todos se les veía cansadetes a veces. A ver, ¡que tienen casi 80 palos y corren más que yo!

El ligero cabreo se me pasó con dos temas fantásticos: 'Beast of Burden' (elegida por votación en Instagram, y cómo no la que yo había votado y había hecho votar a todos mis colegas y familiares) y un muy profético 'You Can't Always Get What You Want'.

Quizá se referían al prohibitivo merchandising que arrancaba por los 12 euros de un miserable llavero a los 180 escalofriantes pavarrios de una chaqueta entre normalita y chunga. De los precios de las entradas ni hablamos, disparadísimos y encima con un sector vacío por culpa, y lo vamos a decir muy claro, de los timadores reventa de Viagogo. Una empresa que se dedica (legalmente, flipa) a comprar miles de entradas y ponerlas en su web con un sobreprecio de hasta el 300%. Una soberana mierda, ya que hablamos de majestades.

Cabreos aparte, la cosa cogió fuelle después de 'Honky Tonk Women' y dos canciones en solitario de Keith Richards, sobresaliente cuando está cerca de firmar como octogenario. El más golfo de todos, probablemente ponga como condición para ir de tour tocar lo que le sale de las... cuerdas, y de hecho el sustituto de Watts es su muy hábil colega y colaborador habitual Steve Jordan.

Visiblemente agotados (les tenían que ayudar a quitarse las guitarras), Mick tiró de vozarrón irreprochable con 'Start Me Up' en el último tramo de un concierto larguísimo, y entonces caímos en por qué habían elegido ese orden de primero blues tranquilón y luego temazos: cuando a ellos no les da la voz, ponen a cantar al público.

'Paint It Black', 'Sympathy for the Devil' y 'Jumpin Jack Flash' se debieron oír en la Luna, con 45.000 fans entregados que sonaban a glorioso bombardeo musical. De despedida, un mensaje: Gimme Shelter flipante con peña llorando no solo por los acordes, sino por las imágenes de Ucrania y los colores de la bandera en la chaqueta de Jagger. Se la cambió siete veces, por cierto.

Conclusión: evidentemente no son los mismos Rolling Stones de 2015, 1998 o, joé, 1962, y que aparcar cueste 20 pavos te da una idea de que estar cerca de los satánicos tiene un precio muy alto. Además, el pobre chaval que los veía por primera vez se quedó sin 'Angie', y sin cantar el 50% de lo que tocaron. A los señores sí nos gustó.