El aterrador momento en que un estudiante de piloto abre la puerta de un avión en el aire
Bienvenido a tu vida, aún estás a tiempo de cambiarla
Si de niños nos hubieran dicho que la vida de adulto era ESTO tal vez habríamos estado a tiempo de pegar un volantazo a nuestro destino y acabar haciendo otra cosa, algo completamente distinto. Lo jodido es que de niños no tenemos poder de decisión y tampoco tenemos hacia dónde nos encaminamos.
Hasta que es demasiado tarde, y te ves pasando 3 horas diarias metido en un coche, yendo y viniendo a sitios a los que no quieres ir: al trabajo, a comprar una mesa a IKEA o a un taller a que tu coche pase la ITV. Si te preguntaran si de verdad esta es la vida que querrías tener, tal vez dirías que no. Y si de verdad te preguntaran si la persona que llevas en el asiento del copiloto es quién habrías elegido para pasar el resto de tu vida… de verdad, de verdad… A veces dirías que no.
Y si de verdad tuvieras agallas, abrirías la puerta del coche, en marcha, y te tirarías al asfalto para ver si algo puede pasarte, algo nuevo, algo sorprendente, algo que te haga decir “¡Por fin!”. Algo que demuestre que tu vida puede vivirse de forma original y sin depender de las decisiones erróneas de los demás.
En eso consiste el MA RA VI LLO SO cortometraje 'Enough', (suficiente, en inglés). Donde vemos a unos simpáticos personajes de gomaespuma, animados con slow-motion, y que en un momento cualquiera de su vida se dan cuenta de que nada tiene sentido, que llevan demasiados años acumulados sin ser aquel proyecto de persona que soñaron cuando eran pre-adolescentes, y… rompen con todo.
El corto habla de ese momento de suave melancolía nos puede pasar a cualquiera, y que tal vez es lo mejor que nos puede llegar a ocurrir. Despertar. Darte cuenta de que has perdido 5, 10 o 15 años (en el mejor de los casos), y que debes huir de quien eres a la mayor velocidad. Salir despavorido de una reunión de empresa donde se hablan de datos y conceptos abstractos absurdos. Salir a la velocidad de la luz de una empresa que odias, con compañeros que detestas, y que te obligan a decir cosas que odias y vestir con un atuendo que amenaza tu identidad.
Vas en el autobús y ves a un tipo partirse de risa hablando por teléfono, y entonces te sientes mal porque hay algo que no encaja. Hace semanas… meses que no te ríes así, pero no solo le envidias, sino que además él tiene una forma de reír que te resulta desagradable, que te martillea el cerebro. Y deseas que se calle. Así que le pegas una bofetada tan sonora que su interlocutor, al oírla tras el móvil, cree que ha llegado el Apocalipsis.
Te estás calentando el desayuno, y sientes que llevas haciendo la misma secuencia de gestos durante siglos. El mismo ángulo con el que sujetas el cazo, la misma porción exacta de piel posándose sobre el pulsador de la vitrocerámica, todas las mañanas es lo mismo, con esa luz agónica y azulada que nunca te has parado a apreciar, y que ahora que caes en la cuenta: la detestas, no porque la luz de la mañana tenga la culpa de nada, sino porque baña con sus ondas la mierda de vida que has construído para ti.
Y entonces pones tu mano encima de la vitro, candente, y te quemas la piel tan solo por hacer que algo nuevo pase en tu vida. Necesitas un cambio joder. Un cambio… no es pedir tanto, y está en “tu mano”.
Y te pasas 8 horas (o más) intentando trabajar en un ordenador que se bloquea, que eterniza y que a veces parece que se burla de ti mostrándote ventanas de error. Y lanzas el monitor por la ventana. Y le quemas la barba a tu vecino. Y le pegas una patada a un carrito de bebé para que se precipite por una cuesta. Y le espachurras un plato de pasta a un cliente, porque se lo merece, porque él también puede cambiar su vida, y su momento (y el tuyo) ya ha llegado.
Mandarlo todo a tomar por viento es un derecho con el que nacemos, pero que pocos han puesto en práctica. Y aun cuando decimos “es suficiente”, aún nos quedan tragaderas para comernos muchos más marrones, tiempos de espera, conversaciones huecas, olores apestosos, llamadas telefónicas, subidas y bajadas en ascensor, colas en el cajero… Y cartas de la Agencia Tributaria.
Pero algún día te morirás y en el último suspiro recordarás este texto de Tribus Ocultas, y el corto 'Enough' y te cagarás en todo, y no podrás mandar a nadie a la mierda, porque quien se iré para allá serás tú. El tiempo te habrá devorado. Avisado estás.