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LA MÍTICA SALA ECHA EL CIERRE

Así llora el cine el cierre del Palafox de Madrid

Más de cinco décadas de historia reconvertidas, ahora, en nostalgia. El cine Palafox, la segunda sala más grande de la capital, baja el cierre por última vez. Hablamos con una vecina del barrio de Chamberí para conocer de cerca los estragos que la gentrificación está haciendo contra la cultura.

El cine Palafox, en la madrileña calle de Luchana.D.N.

Si lo piensas fríamente, tener un cine podría ser un negocio redondo. Apenas necesita empleados, con cinco personas (taquillero, palomitero, proyeccionista y un par de acomodadores) puedes atender un local que no vende nada tangible y que no necesita de grandes logísticas.

La entrada de 9 euros que pagas solo te da derecho a sentar el culo 90 minutos y mirar hacia delante. Los cines son los mayores beneficiarios del precio que pagas: casi un 34,2% de la entrada es para ellos. El autor de la peli gana el 3%. Un cine no necesita cocina, ni cámaras frigoríficas, ni almacenes donde guardar productos. Un cine es sólo una sala con asientos, y una máquina de palomitas. Y sin embargo, en España, son un negocio ruinoso.

El Cine Palafox es el segundo más grande de Madrid, detrás del Capitol, con dos salas: una de 856 butacas y otra de 260. A lo largo de sus 55 años de vida se había convertido en un núcleo vivo del barrio, servía de sede para estrenos con actores y alfombra roja, para festivales de cine (como el Festival Alemán o el Nocturna de cine fantástico), conectaba en directo con la ópera de París, Milán y Pekín, y además de los estrenos habituales sacaba del olvido esas películas clásicas que ahora está tan de moda ver en pantalla grande.

Las palomitas no eran tan caras como en otros cines, y cuando ibas tenías la sensación de haber entrado en un templo: un enorme órgano ornamental preside la sala principal dándole un empaque catedral.

Hoy se hace público su cierre. Todo el mundo se pregunta si pondrán otro Zara o H&M. Así que, aun con el pañuelo con lágrimas, mocos y palomitas en la mano, nos acercamos a una vecina del barrio, Pilar Ruiz Gutiérrez, novelista, guionista y directora de cine (Los nombres de Alicia, 2005). Te acompañamos en el sentimiento Pilar.

El cine Palafox. | D.N.

Eres vecina del Palafox ¿que tipo de público tenía, o sea: en que tipo de cine se había convertido?

Como la mayoría de los cines, tenía un público fijo muy envejecido, propio del barrio de Chamberí, quizá por el tipo de programación, sin cine infantil o juvenil, por ejemplo.

Sin embargo, como sede de festivales (el alemán y el argentino, por ejemplo) el público cambiaba radicalmente, como es lógico, y se convertía en un lugar de encuentro mucho más especializado, con público más joven, muy cinéfilo, que le daba al barrio un aspecto vivo y cosmopolita.

¿Qué valor tienen para ti los cines de ciudad? ¿Qué se pierde si todos acabamos viendo cine en los centros comerciales de las afueras?

El paisaje de nuestras ciudades ha cambiado profundamente. Sin las tiendas de barrio, sin los restaurantes y cafeterías que conocimos siempre, (el clausurado Café Comercial está muy cerca), sin los cines, se ha perdido la identidad específica, histórica, de nuestro entorno.

Ahora impera la uniformidad y las mismas cadenas y franquicias se encuentran en Madrid, Valencia o Santander. La capital se empobrece al perder su espíritu popular, humano, reconocible, retratable. Dentro de poco solo reconoceremos Madrid en las películas rodadas aquí hace más de veinte años. Eso no ocurre en Roma ni en otras ciudades de Italia: allí son muy conscientes de su patrimonio, saben que su especificidad les reporta todo tipo de beneficios, sobre todo económicos. Son conservadores, en el buen sentido.

Por otro lado, la desaparición de los cines del centro vacía las calles de gente. En cuanto cierran las tiendas, las calles céntricas se convierten en espacios desérticos, tristes y oscuros. No hay más que ver la calle Fuencarral entre Bilbao y Quevedo sin los cines que le daban tanta vida y que también han cerrado (como los Roxy, el Fuencarral, el Bilbao). En tiempos, después de la Gran Vía, era la calle de los cines, con siete salas.

Esta semana también supimos que el antiguo cine Rex había sido adquirido después de casi 10 años cerrado para convertirse en una superficie comercial, parece que ese es el destino de casi todos los cines del centro. ¿Tu has podido entrar en el antiguo cine Avenida de Callao, convertido desde hace unos años en una tienda de ropa low cost?

Solo una vez, y se me cayó el alma a los pies. Para los que crecimos con el cine como principal divertimento, para los niños que esperábamos ilusionados que llegara el sábado para ir al cine, aquellas salas eran como catedrales. Soy de Santander y mi favorito era el cine Coliseum, ahora un hotel que no ha respetado el magnífico edificio de 1929. Una historia repetida en toda España, donde hemos perdido un inmenso patrimonio arquitectónico. Pero este es un país que desprecia su patrimonio cultural, con gobiernos que han amparado la especulación y el destrozo desde tiempo inmemorial.

Durante muchos años la zona del Palafox hizo la competencia a la Gran Vía, con muchos con cinco grandes cines de los que ahora solo quedará el Proyecciones (convertido en multisala). Como espectadora, realizadora y guionista ¿De verdad el cine no puede ser un buen negocio para poder mantener su presencia en el centro de la ciudad?

Lo único que sé es que mantener esos locales con una población que ya no puede (no podemos) pagar 9 euros por una entrada de cine, es inviable desde la iniciativa privada. Y la oferta de ocio es inmensa. Creo sinceramente que los edificios históricos que albergan cines deberían ser protegidos por el Estado, financiados y en muchos casos, gestionados por la iniciativa pública. Como lo son los museos, aunque sea reconociendo que el cine tal y como lo conocimos es ya una pieza de museo.

Se rumorea que el Palafox podría haber sido comprado por la cadena Yelmo para hacer multicines, aunque la empresa aún no lo ha confirmado. ¿Crees que la muerte de un gigante como la sala actual tendría sentido si finalmente se convierte en varias salas pequeñas?

Es el mal menor, supongo que necesario. Pero son cines al fin y al cabo. Siempre mejor que una cadena de ropa low cost.

Si a ti te dan un cine, el Palafox por ejemplo ¿qué harías con él?

¡Sería fantástico! Sería un cine, sí, pero también un lugar de encuentro donde llevar a cabo estrenos, ciclos, exposiciones, conciertos, presentaciones de libros y películas, espectáculos teatrales y cursos, para acercar el lenguaje cinematográfico a niños y a adolescentes, una mini-escuela de la imagen. Todo a precios populares. Conozco a grandes profesionales de la gestión cultural que estarían encantados de llevar a cabo proyectos como estos y que no encuentran ni espacio ni interés por parte de la iniciativa pública o privada. Si hubiera más lugares así, nuestro país sería un país mejor. Ah! Y no se venderían palomitas.

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