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NUEVA PELI DE LOS DIRECTORES DE PEQUEÑA MISS SUNSHINE CON EMMA STONE

'La batalla de los sexos' desvela cómo el machismo puede convertirse en espectáculo

La nueva película de los directores de ‘Pequeña Miss Sunshine’ utiliza un partido en el que un tenista retirado quiso humillar al feminismo jugando contra una de las campeonas del tenis del momento. Un circo sexista supuestamente atolondrado pero que escondía una actitud de experimento para la supremacía varonil más turbio de lo que parece.

La batalla de los sexos Agencias

En 1973 dos célebres tenistas, la carismática Billie Jean King y el campeón Bobby Riggs, se enfrentaron en un publicitado partido de tenis de exhibición que se bautizó como ‘La batalla de sexos’, en el que no se jugaba ningún premio salvo la dignidad de todo un deporte y quizá muchísimo más.

El eterno debate de si las tenistas están a la misma altura deportiva que los hombres se ponía a prueba en un partido que se tomaba un poco a broma y se publicitaba como un evento menor, pero en realidad en el que King jugaba con el peso de estar representando a todo un género.

Mientras tanto, Riggs solo se jugaba su propia autoestima, puesto que su lucha era tan yerma como falta de argumentos reales.

Esta versión cinematográfica del documental del mismo nombre, estrenado en 2013, es una película biográfica. No es para nada la comedia que puede parecer a simple vista. Tiene más que ver con el drama deportivo de toda la vida, pero en esta no veremos dar vueltas sobre el propio deporte en grandes escenas épicas de contiendas, al estilo de cualquier película de boxeo.

La historia se narra de forma convincente y franca a través de sus protagonistas. Los directores Valerie Faris y Jonathan Dayton han creado un largometraje en el que el conflicto de cada uno se va desarrollando sin una confrontación explícita entre los contendientes hasta su clímax.

Lo importante es quiénes eran realmente y cómo llegaron al partido y no tanto el juego en sí. El relato empieza un tiempo considerable antes del partido, para establecer bien el entorno del evento en la época y dibujar como era el panorama de principios de los setenta para las mujeres deportistas.

Un terreno de críticas, salarios inferiores, categorías relegadas y separadas hacia la marginalidad y una serie de actitudes interiorizadas por el sistema que evidencian de forma orgánica los mismos problemas de género a día de hoy, en prácticamente cualquier entorno laboral.

Emma Stone crea un personaje reflexivo y carismático, en el que combina sin esfuerzo un encanto desenfadado y una profundidad dramática acorde con el compromiso por su causa.

Sin embargo, no funciona tan bien el desarrollo de su conflicto sentimental, que esconde una declaración LGTB un poco manida, facilona y esperable que añade dificultades a su gesta pero que no está tan bien tratada como otros aspectos de su personaje, como su arrojo y falta de miedo al abordar los problemas con los que se encuentran las mujeres al afrontar el muro del sexismo institucionalizado.

La batalla de los sexos | Agencias

Sin embargo, la parte más interesante de la película está en todo lo relacionado con la cruzada machista de Bobby Riggs para dejar en evidencia al ‘sexo débil’ en su extraño afán de combatir en la pista de tenis a la número uno del mundo y después a Billie Jean King.

Eso sí, la afrenta era tan exagerada, tan teatral y paródica que parecía tener más del habitual circo mediático de Riggs que de convicción pura de la persona, cuya adicción al juego (y a la atención de los demás) era su verdadero problema.

Riggs no era tanto un misógino como un oportunista que quiso aprovechar la ira del patriarcado ante el ascendente movimiento de liberación de las mujeres. El jugador interpretó su papel de asqueroso machista para promover su partido y en el proceso, impulsar su popularidad, a los 55 años, para volver a ser el centro de las miradas una vez más.

Lo interesante de eso es la falta de reparos en ser representante de una manera de pensar públicamente, algo difícil de imaginar hoy, en la que los machismos se engarrotan en partes menos visibles, aunque igualmente dañinas.

Emma Stone y Steve Carell en 'La batalla de los sexos' | Fox Searchlight

Por ello, los directores saben dirigir el dardo hacia los que verdaderamente manejan los hilos, a los que actúan en la sombra y ponen las barreras en dirección vertical. El verdadero ser despreciable de la película es el personaje de Bill Pullman, el comentarista Jack Kramer, que ejemplifica la superioridad moral del sexismo atávico, el que tiene miedo y se siente amenazado.

Por otro lado, Riggs queda retratado como una vieja leyenda, con su propio arco dramático, a veces más interesante y rico que el de la protagonista principal, por lo que el duelo, al menos en lo cinematográfico, lo gana Steve Carell y su interpretación del bocazas ludópata, otro de esos monstruos muy humanos, tan patético como narcisista, para añadir a su genial colección de freaks rayanos a la sociopatía.

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