El aterrador momento en que un estudiante de piloto abre la puerta de un avión en el aire
¿Somos las mujeres menos mujeres si la comemos?
Al menos yo que ya veo con total nitidez los micromachismos, que se llaman así no porque sean mínimos o carezcan de importancia respecto a otros sino porque son tan frecuentes que ya casi que se han invisibilizado.
Otro día, otra comida, mismo amigo, me pido una hamburguesa al punto, él dice “yo al punto, menos” y mira al camarero entre complacido y con compadreo, que consigue, ya que el camarero buscando su mirada e ignorando la mía sonríe asintiendo, como queriendo dejar patente, ambos, que él es siete veces más macho que yo y veloz, como descubriría más tarde (sic) y creo que el camarero no.
Meses más tarde oigo como un grupo de tíos que están tomando algo cerca mía dicen entre risas que las tías que comen carne son más guarras follando que las que solo comen lechuga. Intuyo que se refieren a mujeres vegetarianas pero a saber, tampoco quiere pensar mucho en qué es para ellos guarras follando, ¿qué la chupen?, ¿el sexo anal?, ¿ser activa y tener iniciativa?, ¿follar mientras comes un bocadillo de sardinas en aceite y mejillones en escabeche mezclado con Nocilla?
Ni idea, lo juro, porque lo decían como si fuera el insulto, guarra, lo que desean que sean(-mos) tener en su cama o al menos su imaginación. Pero sigamos con esta ráfaga de preguntas ya que estamos en racha ¿Es comer carne machista? o, dicho otro modo, ¿es comer carne parte de la identidad hegemónica de masculinidad patrialcal? Claramente, sí. ¿Quiere eso decir que las mujeres no comemos carne o, si la comemos, somos menos mujeres? Obviamente, no.
Lo voy a intentar explicar aunque solo será entendible para aquellas personas que sepan que el feminismo no es lo contrario al machismo aunque está totalmente en su contra y no ven discriminatorio que solo se publiquen listas de mujeres escritoras, y sus libros, en la Feria del Libro o en el Día del Libro, porque saben que para que sea discriminatorio para ellos haría falta siglos y siglos de listas solo de mujeres ya que llevan siglos y siglos silenciadas e invisibilizadas.
“Si no comes carne, todo el mundo te devorará”, escribe Han Kang en su libro 'La vegetariana', en donde se muestra que el vegetarianismo es una elección de resistencia contra el capitalismo, el patriarcado y los sistemas insostenibles y enfermos que producen. Recordemos que ya las Sufragistas organizaran comedores veganos y que la gran mayoría de personas vegetarianas son mujeres y no, no es casualidad.
Hay estudios que demuestran que el hecho de comer carne es lo que hizo posible el patriarcado. Los hombres y las mujeres se alimentaban básicamente de trigo y la cebada hasta la Edad de Bronce, periodo en donde se empezó a consumir alimentos de origen animal en la dieta y se empiezan a observar diferencias en los ritos funerarios entre hombres y mujeres. Ellos con muchos más adornos como si estuvieran más valorados.
La escritora Carol J. Adams, en su libro 'La política sexual de la carne', explica la relación entre nuestra sociedad patriarcal y el consumo de carne, en cómo se asemeja la dominación de los animales a la dominación de los hombres a las mujeres, que comer carne, huevos o tomar leche de origen animal están conectados a la cultura patriarcal. Los animales y las mujeres como productos de consumo.
Tanto los animales como las mujeres somos el referente ausente, lo otro, como el recurso disponible para el disfrute de los hombres, somos dosificadas y deshumanizadas como lo son los animales, los cuerpo de los animales se muestran troceamos exactamente igual que el cuerpo de las mujeres solo hay que observar el lenguaje, mira que culo, mira que tetas, o la publicidad en general y la de los vientres en alquiler en particular en donde la mujer no importa como un todo solo su tripa de ahí la campaña #nosomosvasijas.
Cuando alguien quiere demostrar valor o arrojo se dice “échale huevos”, cuando alguien quiere desafiar a alguien le dice “no hay huevos” y cuando alguien quiere ser tenaz, demostrar bravura o imponer su criterio, que a veces no está clara la diferencia, dice “por mis cojones”. Esto lo dicen incluso mujeres (cis) que carecen de testículos porque está normalizado que el todo sean ellos y nosotras lo otro por eso en los deportes el nombre que designa es para ellos y nosotras necesitamos el adjetivo femenino(fútbol, el que juegan ellos, fútbol femenino, el que juegan las mujeres), nosotras somos la música que es el objeto de consumo y ellos los músicos, los sujetos que hacen, por ejemplo.
No pasa solo con los géneros, hay más jerarquías de poder y mando aka privilegios, nadie dice que es hetero ni tiene esa necesidad porque se da por hecho, nadie dice que es payo/a como parte de su identidad, nadie dice que es cis, ninguna persona blanca ha sentido la necesidad de aclarar por teléfono que es blanca para evitar sorpresas aka racismo. Al privilegiado le molesta ser nombrado porque le molesta no ser el centro, no ser el subalterno, no ser el estándar.
Lo que no se nombre no existe, sí, pero a veces lo que no se nombra es lo que se da por hecho, lo que asume, lo normal. Ser tenido en cuenta sin ser nombrado es la máxima expresión de poder o alguien piensa en una mujer cuando se dice “el hombre es el único animal que tropieza dos veces en la misma piedra”, sabemos la respuesta y es no.