El emotivo momento en que un niño paciente de cáncer se reúne con sus hermanos tras seis meses en el hospital
“EXPRESA AGRADECIMIENTO A DIOS POR LOS ANIMALES: CONSEGUIDO”
Quise hacer entender a mi hija de cinco años que Dios no existe, pero no encontré ningún libro que lo explicara. Mi idea chocaba con sus buenas notas en Religión. Había conseguido ‘expresar agradecimiento a Dios por los animales’ o ‘identificar a la Virgen María en varias imágenes’
Todo comenzó así. Siendo ateo matriculé a mi hija en un colegio concertado y católico. Ella tenía un pequeño problema de movilidad y el único colegio de la zona sin escaleras y poco masificado era el católico.
Así que intenté hacerme una limonada con esos limones. Al fin y al cabo, en un colegio católico se potenciará el amor al prójimo y se protegerá a los vulnerables, y eso nunca está de más, porque mi hija era de aquéllos.
En la reunión en la que se nos presentó el colegio apenas se habló de religión, sólo se refirieron al “carácter propio” del centro como una de las peculiaridades del colegio, sin entrar en detalles.
Tras ese eufemismo (“carácter propio”) se esconde todo lo que un ateo no quiere escuchar cuando lleva a su hija de tres años a un colegio religioso, y todo lo que un colegio no quiere explicar sobre lo que diferencia a un colegio público de uno concertado.
Dios creador del mundo, María la madre de todos
Es decir, que pese a no tener una asignatura propia de Religión, ya desde prescolar, tu hija sabrá qué significa la figura de Dios como creador del mundo. De vez en cuando, harán participar a los niños en misas de la parroquia anexa, que cuando los pequeños pidan perdón por portarse mal en el fondo no te lo están pidiendo a ti sino al Creador. Y que con cuatro años mi hija gritará “‘¡Mira, la Virgen María!” cada vez que vea el comienzo de una peli de Columbia Pictures (ver foto superior).
Los colegios concertados religiosos no preguntan si eres católico porque no es legal discriminar por esa cuestión y menos aún cuando se financian con fondos públicos.
Sin embargo, la admisión de los alumnos si está sujeta a una entrevista personal, a diferencia de los centros públicos donde el acceso es estrictamente una cuestión de puntuación. Por otro lado, los padres ateos que colateralmente queremos ser admitidos en un centro religioso tampoco hacemos muchas preguntas, no sea que descubran lo que somos o no somos y la entrevista personal se trunque.
Fuimos admitidos. Y durante tres años íbamos haciendo la vista gorda al tema “Jesús”.
Algunas noches mi hija rezaba en sueños, y te aseguro que eso da grima cuando crees que te ha llamado para que le lleves un vaso de agua, y al entrar en su dormitorio a oscuras escuchas su vocecita pronunciando en sueños “líbranos de todo mal, ahora y en la hora de nuestra muerte, amén”.
Cuando llegan las notas de junio lees en el boletín:
‘Expresa gratitud a Dios por las personas que le ayudan (CONSEGUIDO); ‘Identifica a la Virgen María en varias imágenes’ (CONSEGUIDO); Expresa agradecimiento a Dios por los animales (CONSEGUIDO.
Y flipas. Siento ateos, a esto hemos llegado, y todo por unas escaleras…
En casa pretendimos ser consecuentes. Si llevas a tu hija a un colegio católico no puedes decirle en casa que todo lo que le cuentan en el cole es mentira. No estás ahí para crear polémicas.
Cada vez que ella nos preguntaba por Jesús obtenía una respuesta difusa por nuestra parte, algo del tipo: “Supongo que eso que dices de Dios es como dices, si en el cole te dicen que Él hizo todo esto tal vez lo hizo, o tal vez no… no sé….”.
Ateos en la clandestinidad
Queríamos pasar desapercibidos. Pero un día, por casualidad, supimos que no éramos los únicos infieles. A escondidas, otros padres se nos declararon como ateos que también transigieron por ser un colegio cercano a su casa, poco masificado, con un nivel académico algo superior a los colegios públicos de la zona, ¡y gratuito!
Los demás padres hicieron lo mismo que nosotros, no negaron en casa aquello que sus hijos aprendían sobre Dios en el cole, con la idea de que en el futuro ya improvisarían algo para explicarles que nosotros no creemos ni un pimiento de lo que les contaron en clase.
Las familias ateas hicimos una piña silenciosa y clandestina. No movimos un dedo ante la evangelización de nuestros hijos y, poco a poco, empezamos a cuestionarnos si incluso deberíamos bautizarlos ante la futura llegada de la comunión.
¿Qué pasará cuando tu hija se de cuenta de que le has metido en una dinámica espiritual que no se puede permitir?
Jesús es como un superhéroe
Te das cuenta de que para los niños de cinco años Jesús es una especie de superhéroe, un señor que hace el bien, cuando nadie mira, con poderes que los mortales no tenemos: como resucitar.
Y, además, ese superhéroe comparte contigo a su madre, porque algo que me explicó mi hija es que la Virgen es la madre de todos, y eso mola, porque la Virgen vuela para cazar a los malos.
“¡Lleva capa, la capa es para volar y convertirse en murciélago!”. De nuevo Columbia Pictures tiene la explicación, en el vídeo de abajo se explica.
Y llegó el acoso escolar
Después de asistir a varios actos de inicio de curso donde se utilizaron los eslóganes eufemísticos “Somos de colores” y “Ver + allá” para englobar los propósitos de integración, espiritualidad y buenos propósitos del centro, un día nos encontramos con un grave problema de bullying e integración que afectaba directamente a mi hija, por ser diferente y vulnerable, justo la razón que nos hizo llevarla a ese centro.
Hablamos con la tutora y profesores, y durante un año la única respuesta del centro fueron de nuevo los eufemismos y eslóganes “Somos de colores” y “Ver + allá”, ni protocolos contra el bullying, ni medidas concretas...
Habiendo superado ya su problema de movilidad, mi hija dijo adiós al colegio sin escaleras y buscamos otro centro, esta vez laico. No nos fuimos por la Religión, sino por vulnerar lo único que nos importaba: apoyar y proteger a quien lo necesita.
Mi hija sigue creyendo en Dios, Jesús y la Virgen, pero al mismo nivel que cree en Papá Noel, el ratón Pérez y algunos monstruos nocturnos.
Cuando descubra que los regalos de Navidad los compramos nosotros, que no existe ningún ratón que guarde sus dientes y que no hay ningún ser maligno debajo de su cama, probablemente ella sola llegará al resto de conclusiones.
Mientras, seguimos manteniendo conversaciones surrealistas sobre Dios y los murciélagos. Porque, de verdad, aún no he encontrado ningún libro que le explique a mi hija, ahora ya con seis años, que Dios no existe.