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Thomas Page McBee presenta en España 'Un hombre de verdad' (Temas de Hoy)
La literatura narrada en primera persona sobre vivencias personales está viviendo su mejor momento en España. Hoy nos visita el neoyorkino Thomas Page McBee, que publica su segundo libro en el que explica cuál fue su proceso de transición y qué aprendió sobre la masculinidad durante este viaje. 'Un hombre de verdad' (Temas de Hoy) explica este proceso.
Thomas Page McBee es boxeador amateur pero llegó a pelear en el Madison Square Garden. Es escritor, y otras muchas cosas. Entre ellas, es un hombre con bigote y tatuajes. También es una persona que ha vivido 30 años en el cuerpo de una mujer. Y gracias a ello es capaz de encontrar las diferencias más lúcidas entre lo que implica ser humano o ser un hombre, no es lo mismo.
“La masculinidad es un esquema piramidal, en la que sólo una fracción minúscula de personas se beneficia y el resto de los hombres han sido entrenados para sostener a ese pequeño grupo, a un coste personal muy grande, con la esperanza de que algún día puedan formar parte de ese grupo reducido", dice.
"Pero eso nunca ocurre, porque el propio patriarcado parte de la base de que siempre será un pequeño grupo quien controle todo”, explica Page.
“El coste de esa masculinidad es alto porque cedes la habilidad de tener emociones, de exteriorizarlas y de permitir que afloren en tus relaciones sociales”, añade
Por eso, prosigue, cuando nos preguntamos a quién beneficia de verdad la masculinidad más tóxica, sin duda obtenemos esta respuesta: "Donald Trump”.
¿Te imaginas a Donald Trump leyendo este libro? “Yo creo que Donald Trump no lee”.
Los niños no lloran, y otras enseñanzas
El tío de Thomas le dijo de pequeño “los hombres no nos damos abrazos”. Sin embargo Thomas fue criado como una niña, porque nació con ese cuerpo. Y el hecho de parecer una niña le mantuvo a salvo de una educación masculina.
Podía mostrar sus sentimientos, podía pedir contacto físico. De joven: temió que cualquier hombre en un callejón oscuro le hiciera daño. Sufrió la brecha salarial cuando empezó a trabajar.
Y, en las conversaciones, su voz era acallada por voces masculinas que trataban de frenar la suya. La sociedad marca que así se comportan los hombres y así las mujeres. No es un acto razonado, es algo que se inculca y se graba en la infancia.
“No hay nada innato respecto a ser un hombre que nos impida mostrar sentimientos. Sin embargo, los hombres creen que para ser masculino no hay que mostrarlos. Esto es un malentendido, y cuando se les exige que sean más comunicativos y sensibles, creen que es un ataque a la masculinidad. Cuando en realidad esto lo que hace es describir cómo la cultura entrena a los niños para ser hombres”, dice.
Cuando Thomas tenía 30 años inició el proceso de transición. No es común que una persona trans tarde tanto tiempo en dar el paso.
Sin embargo, esto tuvo un efecto interesante en la mente de Thomas, porque pudo vivir una vida de mujer, hasta la edad adulta, y después una vida de hombre, y analizar libremente y sin coacciones qué beneficios se obtienen de vivir a ambos lados, y qué limitaciones se sufren.
Cuándo Page culminó su proceso de transición, estaba feliz siendo un hombre. Pero donde mejor se sentía era en la soledad de su casa.
“En el momento en el que salía fuera sentía los privilegios de ser un hombre blanco en EE UU: al que pagan mejor y que no tiene nada que temer si camina solo por la noche… Y, sin embargo, también experimenté lo que los sociólogos llaman la Caja del Hombre, es decir, los mensajes que reciben los hombres para no dejar de ser masculinos, y que les penaliza cuando se salen de esa norma”, reflexiona Page.
De masculinidad no se habla, no es una cuestión de análisis o de mejora. Directamente, la masculinidad se aprende en la infancia y luego no se toca, tampoco se le hace avanzar. Pero Thomas necesitaba encontrar su espacio y su identidad.
Se sentía feliz siendo un hombre, pero a la vez estaba atrapado en un cruce de caminos entre lo que él necesitaba como hombre, y lo que la sociedad dictaba que debía implicar un hombre.
“Reclamo todo lo que a los hombres se les niega: la empatía, la intimidad, la vulnerabilidad, la habilidad de expresar la tristeza. Y en definitiva, todas las capacidades de conectar con los otros. Porque cuando intentas dominar a los otros, es difícil conectar, y ese parece el objetivo de la masculinidad”, razona Thomas Page.
La masculinidad no nace, se aprende y se hereda
Cuándo Page terminó su transición notó cómo la gente le tocaba mucho menos, y como se esperaba de él que solucionara los problemas con ira y agresividad. Percibió como su voz masculina era capaz de hacer que todos se callaran a escuchar, cosa que antes nunca experimentó siendo mujer, cuando sentía que su opinión tenía menos valor.
“Después del movimiento #MeToo hay muchos hombres que están haciendo un trabajo de búsqueda en su interior sobre lo que significa su masculinidad, pero también hay quienes reaccionan de forma negativa, y es razonable, pues en sociología se le llama a esto Amenaza de Identidad".
"Y ocurre cuando la gente cree que cuando se analiza su forma de ser se les está amenazando y entonces tienden a calcificarse dentro de esa identidad. Esto demuestra que hay mucho trabajo por delante para hacer entender a los hombres que no solo existe un tipo de masculinidad, sino que puede ser más diversa y sana”, finaliza.