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Trasladarte a España para cuidar a los hijos de otros cuando dejas a los tuyos lejos

Cuando María se fue de Ecuador dejó a sus hijos de uno y siete años; hoy cuida a dos niños en España de casi la misma edad

No hacía falta que la extrema derecha se hiciera fuerte en España para recordar comentarios de gente de nuestro entorno que se queja de los inmigrantes ilegales, vengan de donde vengan y hagan lo que hagan. Y una de las realidades sociales de este corte que más cerca tenemos en las grandes ciudades es el de las cuidadoras de niños. Mujeres que en muchas ocasiones se ocupan de niños de la misma edad de los hijos que dejaron tan lejos.

Trasladarte a España para cuidar a los hijos de otros cuando dejas a los tuyos Pexels

Desde la guardería hasta el colegio, hay tres tipos de personas que van a recoger a los niños españoles cuando terminan las clases: padres, abuelos y cuidadoras. Y no en este orden.

Depende del tipo de barrio, pero lo común en barrios obreros es que los abuelos se disputen recoger a los niños casi por igual que los padres. En barrios medios son padres y cuidadoras. Y en barrios pudientes son casi en su mayoría cuidadoras: mujeres de Latinoamérica o Filipinas que trabajan en el hogar y cuidando-educando a los hijos de sus jefes. Esto no es estadística, lo siento, es patear Madrid.

Yo conozco estos casos desde que mi hija entró en la guarde con apenas año y medio, y les he ido siguiendo la pista. Porque a la salida del cole conversas con los padres, abuelos, cuidadores y cualquiera que quiera desahogarse un poco sobre lo que implica sentirse sobrepasado por la paternidad, maternidad y cría.

Sin embargo, las mujeres que cuidan niños no suelen entrar de la misma manera en la conversación, suelen ser silenciosas, observan, asienten y prefieren no explicar demasiado de sus vidas.

Trasladarte a España para cuidar a los hijos de otros cuando dejas a los tuyos | Pexels

Quienes son las cuidadoras

El tipo de cuidadora que más me llama la atención es la que se levanta a las 6:00 para salir con tiempo de su barrio del extrarradio, llegar al centro: dar de desayunar a un niño o niña, vestirle, asearle, y llevarle al cole. Luego se ocupa de la casa, limpia, hace la compra, y va a recoger el niño o niña para darle de comer en casa.

Los niños con cuidadora rara vez se quedan al comedor, sería un gasto superfluo tener a alguien en casa mientras tu hijo come de menú en el cole. Cuidadora y niño o niña comen juntos, y vuelve a llevarle a clase.

Y hacia las cinco va de nuevo al cole a recogerlo, y espera paciente a que juegue en la plaza o el parque junto al resto de niños, así durante dos horas. A veces le acompaña a alguna actividad extraescolar. Y hacia las 19:30 regresan a casa, le baña, le pone el pijama y le da de cenar.

Sus hijos están a miles de kilómetros

Esta persona de la que hablo llega a su auténtica casa hacia las 22:00, tiene poco que hacer en su tiempo libre, porque carece de él, y sobrevive. Pero logra enviar dinero a su familia. El gran conflicto y el contraste se refleja en ella cuando descubres que pasará años atendiendo y educando a un niño o niña que no es de su familia, mientras ella es madre y su hijo o hija tiene una edad similar a quien cuida, pero vive a miles de kilómetros.

Conozco varios casos, y después de varios intentos logro hablar con María. No se llama así, pero preferimos ese nombre para este artículo. Ella es de Ecuador, eso sí es exacto, y tiene una hija de 8 y otra de 12. Abandonó su país para buscarse la vida, porque aquí viven sus dos hermanos y les iba bien pese a la crisis.

Raúl (que tampoco es su nombre) trabaja desde hace bastante en un taller mecánico, pintando coches, y Álvaro (nombre ficticio también) no tiene un trabajo estable ahora, pero ha sido frutero durante bastante tiempo.

Cuando María se fue de Educador, sus hijas tenían uno y siete años. ¿Cómo fue ese momento? “Yo pasaba todo el día con mi hija mayor, separarme de ella fue más difícil, porque estábamos muy unidas. Con la pequeña, sin embargo, supe que no podría pasar mucho tiempo con ella incluso desde antes que naciera, porque hacía tiempo que ya estaba calculando como viajar a España. Desde el principio tuve la esperanza de traerlas conmigo en algún momento, pero todavía no ha sido posible, y ya han pasado siete años”, explica María.

La familia para la que trabaja le ha ayudado bastante, María se siente agradecida porque empezó cobrando en negro, y hace dos años obtuvo su regularización. Ahora cotiza a la Seguridad Social y todo está en regla. Aun así, por una jornada de 8:00 a 21:00, de 13 horas, cobra alrededor de 900 euros.

“Yo entiendo que los suelos de aquí tampoco dan para pagar más a quien te cuida a los niños, y me parece un sueldo justo, porque durante el día no tengo qué gastar: puedo comer en la casa y no gasto, pero para poder pagar donde vivo y vivir en España tengo que sacar más dinero, para enviar a mi familia lo suficiente, por eso los fines de semana también cuido niños de otras personas, y así saco un complemento suficiente”, explica María, que gracias a los padres que conoce en el colegio ha logrado abrir su red de contactos y conseguir más niños a los que cuidar en fin de semana.

En la casa en la que trabaja, María cuida a dos niñas, una de cinco años y otra de tres. La pequeña no va a la guardería, así que se pasa el día con María.

“Cuando cuidas a unas hijas que no son las tuyas hay momentos en los que sientes que vives en dos películas, una en la que no estás, y otra en la que sí. Yo querría ser madre de mis hijas, y poder vivir todo lo que vivo con estas otras niñas, pero tener este trabajo también me deja dar ese amor que tengo, y que si no pudiera dar supongo que se me metería para dentro”.

He intentado entrevistar a María durante más de un año, antes incluso de proponer este reportaje. María es una mujer fuerte, casi impasible, a veces sonríe, pero no es fácil sacarle otro sentimiento. Sin embargo se ha negado durante todo este tiempo a hablar de lo que siente cuidando a dos niñas, teniendo a sus hijas tan lejos. Y cuando parece que la entrevista va adelante, evita llorar, se niega, y prefiere que lo dejemos.

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