El aterrador momento en que un estudiante de piloto abre la puerta de un avión en el aire
NO SOY UN HOMBRE FÁCIL
Es un mundo terrible para ser mujer. Los feminicidios, las noticias de mujeres asesinadas, agredidas, acosadas o violadas, ocupan los titulares de las portadas y los informativos día sí y día también, pero además las relativas a la brecha salarial, al techo de cristal, a la imposibilidad del acceso femenino a los puestos de poder en todos los ámbitos; a la cosificación sexual y a la imposición de estrictos cánones de belleza. Y nos dejamos multitud de cuestiones en el tintero.
Por fortuna, el movimiento feminista tiene cada vez más visibilidad. El Me Too de Hollywood, lejos de ser el germen de lo anterior, es uno de sus síntomas más ilustrativos. Esta batalla no solo tiene como objeto hacer desaparecer todo lo anterior, sino concienciar a los hombres de que conseguir un escenario más igualitario también es nuestro trabajo. Todo va de la mano.
En esa lucha ha cobrado una gran importancia el debate de los micromachismos, las violencias del día a día que, aunque no se refieran al asesinato de ninguna mujer a manos de un hombre, sí señalan esa cultura machista que, de una manera u otra, llevan a los feminicidas a matar. Los expertos quieren despojar a la palabra de ese "micro" porque precisamente hablamos de que todo está relacionado.
Hablamos de situaciones como que un camarero le entregue la cuenta de una consumición al hombre en lugar de a la mujer (porque se da por hecho que él paga); que un colega tuyo mande un desnudo que le ha pasado su ligue (violando su intimidad), y que nadie le diga nada; que interrumpas a tu compañera de trabajo cuando estáis en una reunión porque crees que tú tienes más razón, y que acabes dándole la charleta de por qué es justo así.
No soy un hombre fácil
En plena conversación social sobre la misoginia y los micromachismos, ha llegado una película que quiere poner su granito de arena. Se trata de 'No soy un hombre fácil', de Netflix, cinta francesa de la directora y guionista Eleonore Pourriat. Si haces algo de memoria, seguro que te acuerdas de '¿En qué piensan las mujeres?', el título que Mel Gibson protagonizó en 2000, en torno a un tipo que tras un accidente descubre que puede leer la mente de las mujeres a su alrededor.
Pues 'No soy un hombre fácil' es algo similar: Damien (Vicent Elbaz) es un ejecutivo seductor y machista que, tras golpearse la cabeza contra una señal de tráfico, se despierta en el mundo al revés. Son las mujeres quienes tienen el poder, pero no nos referimos al político: son ellas quienes actúan como hombres, mandando y acosando a todos en su radio de acción.
Tras leer esta sinopsis, puede que pienses que 'No soy un hombre fácil' es un despropósito, y estás equivocado. Es cierto que su planteamiento es tan obvio como suena, y que a veces cae en clichés exagerados cuando da la vuelta a los roles de género, pero al fin y al cabo estamos ante una comedia, y esa es su labor.
Y eso es lo interesante, porque la película francesa no nos plantea un mundo posible en el que las mujeres tienen el poder (sería mucho más sensato que el nuestro, desde luego), sino cómo sería ese mundo si ellas actuaran como hombres. Es a ellas a quienes les gusta el deporte, quienes rehúyen las tareas del hogar, quienes lanzan piropos en la calle, quienes cosifican en grupo a los hombres… De hecho, la antagonista de Damien es una ejecutiva, Alexandra (Marie-Sophie Ferdane), tan prepotente e invasiva como él antes de todo.
Dar la vuelta a la guerra de sexos
Pero los momentos más lúcidos de 'No soy un hombre fácil' (que acaba tomando el camino de la comedia romántica, como era de esperar, y no lo hace del todo mal) es cuando hace sangre en todos esos micromachismos de los que hablábamos, y que resultan mucho más relevantes en el escenario completo de la película.
En su nueva vida, Damien tiene que luchar contra los prejuicios y el ninguneo en el trabajo, contra la cosificación sexual y el acoso diario, contra la frialdad de las mujeres que le rodean (su mejor amigo vive casi sometido por su esposa), y eso acaba haciendo de él un tipo más consciente y empático de la desigualdad a su alrededor. De hecho, y a pesar de su planteamiento cómico, Damien termina haciendo partícipe al público de su desazón como hombre al que nadie escucha ni tiene en cuenta más allá de echar un polvo.
Uno de los aspectos más curiosos de la película es cómo ajusta cuentas con la propia corriente feminista: en 'No soy un hombre fácil', los hombres se alían en el llamado partido masculista, y aunque puede resultarnos un tanto paródico, Damien termina uniéndose a él. El género de la guerra de sexos ha sido un clásico del cine de Hollywood, de hitos como 'La costilla de Adán' a la misma '¿En qué piensan las mujeres? ', y aunque hoy las veríamos con ojos más críticos, lo cierto es que esta cinta francesa nos ha hecho reflexionar.
Puede que se deba al momento actual tan difícil que vivimos aquellos a los que nos preocupa la violencia de género, y también a que 'No soy un hombre fácil' puede ser en realidad una buena producción. Sea como sea, la vamos a recomendar donde vayamos. Sobre todo a hombres, como Damien, duros de mollera.