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REGRESAN LAS PROTAGONISTAS EMBARAZADAS AL CINE DE TERROR
Estado de buena esperanza, dulce espera… Expresiones edulcoradas para referirse al embarazo. A esos nueve meses en los que la mujer está gestando a su bebé y que el cine de terror (y algunas series, de terror o no) han utilizado como herramienta tremendamente efectiva en infinidad de ocasiones. Las más recientes, ‘Prevenge’ e ‘Inside’, que se estrenan este mes.
La primera, de nacionalidad danesa escrita, dirigida y protagonizada por Alice Lowe, cuenta la historia de una mujer en cinta de siete meses a la que los impulsos asesinos de su bebé llevan a convertirse en una despiadada asesina.
Se estrena el 7 de julio. Después ‘Inside’, el 28 de julio y basada en la francesa ‘À l’intérieur’.
En esta última, Miguel Ángel Vivas contará la lucha de una mujer embarazada y sola a la que por Navidad visita una extraña con aviesas intenciones: quedarse con su bebé. El guión corre a cargo de dos maestros del terror en España como Jaume Balagueró y Manu Diez.
Ambas utilizan el embarazo como parte de sus tramas. En un caso para privar a la mujer de su capacidad de decidir. En el otro, como reflejo de uno de los mayores miedos durante esos nueve meses: la pérdida.
Además, su estado, su preñez, contribuye a esa imagen de fragilidad de la mujer en ese tiempo de gestación en el que ve mermada alguna que otra capacidad física como la de salir corriendo en caso de que te persiga un asesino desquiciado, por ejemplo.
No hay bebés que huelan a colonia
De manera metafórica, intencionada o no, el cine de terror y algunas series en las que el embarazo está incluido en el guion reflejan esa otra parte que no se ve en la publicidad.
No hay bebés que huelen a la colonia con nombre de muñeco, ni retoños que duermen la noche del tirón gracias a un pañal o embarazadas que beben un agua tremendamente natural con mirada ensimismada.
Hay otra parte de esos nueve meses de la que se habla poco. Los miedos, las inquietudes, las presiones propias y ajenas, el contexto social, los cambios físicos más allá de la ganancia de peso y el abultamiento de la barriga y la montaña rusa de emociones en la que se ven inmersas las futuras mamás.
El terror como reflejo de los miedos del embarazo
Sin embargo, el cine de terror explora algunas de las preocupaciones más naturales (y comprensibles si uno se para a pensarlo detenidamente) de quien nota como crece una vida en su interior.
Este género las explora y las utiliza como parte de la trama. Eso sí, la ficción, como ficción que es, lo lleva al extremo, para que el drama y el miedo sean mayores.
Las tendencias de la protagonista de ‘Prevenge’ entroncan, hasta cierto punto, con ese sentimiento de no controlar sus vidas. A veces, incluso, ni siquiera sus emociones.
Desde el primer minuto de embarazo y hasta que el bebé sea un niño más o menos independiente, la sensación de no ser dueña de sus propias vidas es perenne. Todo gira entorno al bienestar y cuidado del futuro hijo. Lo que se hace, se comer, se bebe y hasta el estado de ánimo de la madre le puede afectar.
Cosas tan cotidianas como un catarro no pueden tratarse con las medicinas habituales porque estas pueden afectar al bebé. Enfermar durante el embarazo puede ser simplemente un engorro para la madre o ir más allá, ya que un virus inofensivo en un estado normal durante el embarazo puede causar estragos en la criatura.
Como le ocurría, por ejemplo, al retoño que llevaba en su interior el personaje en cinta de ‘El amanecer de los muertos’ de Zack Snyder.
En el caso de la película de Miguel Ángel Vivas todo tiene que ver con el miedo a la pérdida. Algo que siempre está ahí. El riesgo, mayor o menor, siempre existe y el miedo a que algo vaya mal persigue a los futuros padres durante la espera.
La figura de la mujer extraña que acecha a la embarazada puede relacionarse con ese miedo a la posible pérdida, dentro o fuera del útero, que atenaza a muchos. Y la futura mamá, en avanzado estado de gestación, se ve y siente indefensa ante tal amenaza.
El ‘gran hermano’ de la preñez y maternidad
Aunque, si se va a hablar de los miedos intrínsecos al embarazo, quien mejor supo plasmar los mayores temores de este estado es Roman Polanski. Fuese intencionado o no, su obsesión por el diablo, al que siempre cuela en sus películas en cuanto puede, le llevó a crear una de las mejores historias de terror con una mujer embarazada como protagonista.
Rosemary es una joven dulce y con la cara angelical de Mia Farrow que se muda a un nuevo edificio en el que sus vecinos parecen algo obsesionados con su estado.
La escena de la concepción es un claro ejemplo de esa presión social que vive un sector de la población fémina que pasa de los treinta y que sufre de preguntas impertinentes y miradas indiscretas que intentan averiguar si es que han cogido un par de kilos o realmente están embarazada.
Esa presión social que viene de fuera pero también de dentro. Abuelos en potencia que presionan e, incluso, reclaman su derecho a tener nietos es un clásico de una sociedad que está cambiando pero que aún mira con cierto aire de incomprensión a quienes deciden no tener hijos.
Con la criatura diabólica en su interior, Rosemary vive un embarazo de lo más accidentado. Por un lado, el malestar físico. Por otro, la presión social que la persigue en todo momento diciéndola lo que debe hacer y lo que es mejor para el bebé. Cualquiera que haya pasado por ello entenderá las referencias.
Y luego está el hecho de que ella, la madre, nota desde el primer momento que algo va mal. Sin embargo, nadie la cree y la toman por loca, como si todo fuese cosa de su imaginación.
Igual que en ‘Falling Skies’, que echaban la culpa al cansancio y a la depresión postparto de lo que ellos creían que eran alucinaciones de una madre que estaba convencida de que los aliens le habían hecho algo a su bebé. Nada más lejos de la realidad, ellas tenían razón y su calvario es un clásico de la maternidad en los primeros meses.
Algo similar le pasaba a la futura madre protagonista de ¿quién puede matar a un niño?, de Chicho Ibáñez Serrador, en la que ella notaba que algo no iba bien.
Tanto en el caso de Rosemary como en el de Anne el mensaje parece ser el mismo: al final una madre lo perdona todo y quiere a su hijo por encima de cualquier cosa. Aunque uno sea descendiente del Anticristo y el otro un híbrido de humano y alien que da mucha grima. Ya se sabe, nada como el amor de una madre.
¿Instinto maternal o de superviviencia?
Llámenlo instinto maternal en la vida real y de supervivencia en la ficción. El caso es que algo se olían tanto Anne como Rosemary o Danna Scully (‘Expediente X’) y tantas otras madres de la ficción.
Pero, como todo el mundo sabe de bebés y se siente en disposición de dar consejos a las recientes o futuras madres sobre qué hacer y cómo hacerlo, al final toca callarse y mirar a otro lado.
Eso por no hablar del poco respeto que existe a la intimidad y al espacio personal con gente curioseando cuando se da el pecho, manos que sin pedir permiso se acercan como balas de cañón para tocar barrigas abultadas o bebés que se ven abordados por desconocidos en la calle sin ningún tipo de miramiento.
Al final, muchos de los miedos propios del embarazo se ven reflejados de una forma u otra en el género de terror o, simplemente, en escenas de terror dentro de la ficción cinematográfica y televisiva.
El miedo a que algo vaya mal, a la pérdida, al sentir que la vida propia ya no lo es y a toda la presión social que rodea el embarazo y la maternidad.
Eso, unido a que el estado de gestación afecta a las capacidades físicas (salvo que se sea una de esas supermamás que presumen de vientre tonificado solo unas semanas después de dar a luz), convierte a las embarazadas en víctimas ideales del terror en la pantalla.