El aterrador momento en que un estudiante de piloto abre la puerta de un avión en el aire
LA HISTORIA DE INÉS TRAS REGRESAR DE EE UU
Con una mano delante y otra detrás, Inés viajó a Nueva York y emprendió ese sueño americano que a veces no sabemos si es real o sólo un espejismo made in Hollywood. “En 1992 Manhattan no era un lugar fácil para acudir sólo con una carpeta de ilustraciones y un nivel de inglés de EGB”, explica Inés.
Inés aún no había terminado la carrera de bellas artes en la Universidad Complutense, pero ya preveía cual sería su futuro laboral. “Tenía amigos ilustradores que yo consideraba absolutamente brillantes, pero que sobrevivían trabajando en mensajeros o en un call center, en los 90 ya andábamos así en España. Trabajar en un oficio creativo para muchos sólo podía ser un hobbie”.
En los 90 no era muy común que alguien criado en un barrio obrero de Madrid tuviera aspiraciones de hacer las américas. Pero Inés compatibilizó su último año de carrera con un empleo a tiempo parcial, con el único objetivo de pagar el billete de avión a Estados Unidos y tener asegurados un par de meses de alojamiento. “Al final no logré terminar la universidad, porque ya estaba con la cabeza puesta en emigrar, pero sí conseguí el dinero para irme, y no esperé a recuperar las asignaturas que me quedaban, volé en cuanto pude”.
Lo primeros meses que Inés vivió en Nueva York probablemente se parecen mucho a los que han vivido los jóvenes españoles que ahora emigran a Alemania o Reino Unido. “Pero antes todo era más caro. En los 90, las tarifas telefónicas para hablar con España eran imposibles, ni existía internet. Mudarte al otro lado del mundo era como despegar a otro planeta, sabías que sólo podrías volver si te iba muy bien (y te podías pagar el billete de vuelta), o muy mal (y tenían que ser tus padres los que te rescataran tirando de sus ahorros)”.
Inés empezó a trabajar en la cocina de un restaurante mientras ofrecía ilustraciones para algunas publicaciones de poca monta y poco a poco consiguió ir sobreviviendo sólo de su trabajo como ilustradora freelance. “Tardé tres años en ser autosuficiente con mi trabajo creativo, pero durante ese tiempo pasé hambre, dormí en la calle y tuve varios encontronazos muy desagradables con gente que ni entendía qué me estaba diciendo, porque mi nivel de inglés era pésimo. A veces, no sabía si alguien me quería atracar o me estaba protegiendo”, comenta Inés.
¿En qué consiste ser español?
“Mi primera oportunidad fue de la mano de un español, un editor gráfico de LIFE que tenía mano en otras publicaciones más pequeñas del grupo, revistas corporativas de todo tipo, eso me dio mucha experiencia y visión sobre cómo funcionan las cosas en en el mundo editorial”, recuerda Inés, que reconoce que sin el apoyo de otros españoles inmigrantes probablemente no habría logrado sobrevivir a Nueva York.
En los 22 años que Inés estuvo fuera, no recuerda a cuántos españoles ha pedido ayuda y a cuantos ha ayudado. “Cuando estás en otro país te conviertes en un miembro de una familia que desconoces, ser español se vuelve algo más allá de nacionalismos baratos, de hecho yo nunca he sido españolista y mucho menos lo soy ahora, pero fuera siempre estás disponible para echar una mano a alguien del que sólo sabes que es de Soria”.
¿Por qué regresar a España?
Inés llegó a tener un puesto de responsabilidad dentro de un importante grupo editorial norteamericano, sin duda alcanzó un éxito profesional que nadie podría haberle augurado a una chica de Moratalaz sin título universitario: coordinar el diseño de varias cabeceras y tener bajo su gestión a más de 30 personas.
“No me gusta especialmente Estados Unidos, pero Nueva York me lo ha dado todo y siento que allí me muevo como pez en el agua, no tengo ninguna barrera idiomática ni tampoco ningún objetivo profesional incumplido”, dice Inés, que después de 22 años decidió hacer de nuevo las maletas y regresar a Madrid.
Su madre enfermó se vio en el deber de arrimar el hombro junto a sus hermanos y cuidar de sus padres. El miedo a no estar aquí en sus últimos años le hizo considerar su regreso, pero también, poder dar a sus hijos una visión española y europea del mundo.
Los dos hijos de Inés han nacido en Nueva York y tienen doble nacionalidad. “Son norteamericanos de padres españoles. Esa es una sensación extraña porque tu te conviertes frente a ellos en la guardiana de unos valores y de una cultura que hasta ahora nunca habías tratado de defender”.
Inés regresó a España hace casi tres años, y lo hizo igual que cuando se fue: con todas las consecuencias. Con la intención de buscar empleo aquí, de matricular a sus hijos en un colegio y de volver a echar raíces sin saber por cuánto tiempo.
“Estos años fuera he tratado de venir a España por lo menos una vez al año, en verano o Navidad", afirma, y, con el pasar de los lustros, ha notado como España se modernizaba, florecía y se quitaba de encima viejos complejos.
El cambio español tal vez no existe
Pero el optimismo del regreso de Inés se paró en seco cuando inició su aventura emprendedora en España. “Tener 46 años, ser mujer y no conocer a casi nadie de mi sector en España me cerró todas las puertas”. Inés ha pasado dos años viviendo de sus ahorros y tratando de generar alianzas con empresas españolas, sin obtener respuesta.
“Traté de mantener reuniones con alrededor de 50 empresas españolas pero sólo logré reunirme con media docena, el resto nunca llegaron a responderme”. Define así uno de los principales problemas de España como lo hizo Larra hace 200 años, el eterno 'vuelva usted mañana'.
Inés vino a España intentando recrear la forma de relacionarse en el entorno profesional que había aprendido en Estados Unidos. “No le pido a España nada que no hubiera visto en EE UU Durante el tiempo que yo estuve dirigiendo el departamento de arte de varias cabeceras, no era extraño que de vez en cuando alguien que no conocía de nada me enviara un email para presentarse y explicarme su punto de vista, jamás pude negarme a leer y atender esos mensajes, eso formaba parte de mis obligaciones”, expone Inés.
En teoría, nunca se sabe dónde estará el siguiente visionario que cambiará tu negocio, Inés experimentó justo lo contrario en España. “Si acudes a cualquier empresa pidiendo una cita te van a decir que hoy no está la persona que buscas, y si llamas por teléfono: se cortará la llamada cuando te desvien con la extensión, y si envias un email: se perderá misteriosamente”.
Un mail a Obama
Inés recuerda como hace tres años colaboró en un proyecto solidario para conseguir fondos para una enfermedad rara. “Yo misma envié un simple email al Gabinete de Prensa de Obama, y apenas una semana después nos respondieron afirmativamente. Tres meses después Obama apoyó públicamente nuestra causa. Ahora, envíale un email a cualquier empresa o administración pública española para proponer una mejora o alertar de un problema, ya sabes dónde acabará tu mensaje”.
No es sólo una cuestión laboral, Inés destaca una sensación similar en otros planos de su rutina, como el colegio de sus hijos, su relación con la administración, etc.“. Aquí prima la idea de que las cosas están bien como están, y que si algo debe cambiarse: lo hará alguien de confianza a su debido tiempo”.
Inés ahora trabaja para la misma empresa norteamericana que dejó al trasladarse a Madrid, ha conseguido realizar las mismas funciones, pero teletrabajando. Su hijo mayor ha regresado a EE UU para iniciar la universidad y, probablemente, lo haga Inés cuando el pequeño acabe el instituto.