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CIEGOS QUE VEN Y PARALÍTICOS QUE SE MUEVEN

La escasa y tramposa representación de la discapacidad entre los superhéroes

Daredevil es ciego, pero en realidad ve a su manera. El Profesor X es parapléjico, pero su mente es libre de moverse por donde quiera y escapar así de la silla de ruedas. Son los dos superhéroes discapacitados más conocidos y casi los únicos en el cine y la televisión. Ambos, por mucho que nos gusten, hacen trampa.

Patrick Stewart como el Profesor Charles Xavier 20th Century Fox

La representación de la discapacidad en el cine y las series de superhéroes es una asignatura aún pendiente a la que le queda mucho camino por andar. Son pocos los protagonistas del género con algún tipo de facultad física o sensorial afectada que han visto a sus historias saltar de las viñetas a la pantallas. Es cierto que no son muchos los personajes discapacitados a los que creadores y guionistas han dotado de habilidades especiales, pero en los cómics hay más nombres que los escogidos por cine y televisión.

¿Cuántos superhéroes discapacitados conoce el gran público? Podría decirse, casi sin miedo a equivocarse, que seguramente la respuesta más común sería que dos. A saber, Matt Murdock/Daredevil y Charles Xavier/Profesor X. El primero, ciego. El segundo, parapléjico. Y sí, son los más conocidos, pero también los más ‘tramposos’. Ninguno de los dos vive condicionado, por así decirlo, por su discapacidad.

Matt Murdock (al que Ben Affleck interpretó en el cine y ahora Charlie Cox hace lo propio en la serie del mismo nombre y bajo el sello de Netflix) se quedó ciego de niño por culpa de unos productos químicos.

Al perder uno de sus cinco sentidos, desarrollo de manera exponencial otros como el oído y el olfato. Cuenta con una audición extremadamente sensible que le permite escuchar las voces de la ciudad y la respiración y el latir de quienes tiene a su alrededor. De esta manera se entera de todo lo que pasa y prevé comportamientos. El latido de un corazón puede delatar a un mentiroso y la respiración adelantar un ataque.

Murdock, cuando no lleva la máscara, es un abogado que usa gafas oscuras y bastón para moverse por la ciudad. Sin embargo, es solo un disfraz porque en realidad no necesita nada de eso. Su maestro Stick, ciego también, le enseñó ya de niño que su “ceguera no era una discapacidad, que la vista es una distracción”. Una frase de la que cada uno podrá sacar su propio juicio de valor. Además, algo sí ve. “El mundo en llamas”, así se lo describe a su amigo Foggy Nelson en capítulo 10 de la primera temporada, ‘Nelson contra Murdock’.

Daredevil | Netflix

Sea como sea, lo cierto es que Matt no es ciego del todo ya que, aunque sea teñido de rojo y algo difuminado, es capaz de ver/intuir lo que le rodea. Algo que juega a su favor en las peleas que se mete cada noche, pero también en su día a día en los juzgados. De ahí lo de que Daredevil es un superhéroe discapacitado, sí, pero con algo de ‘trampa’. Al final, este ver sin ver deja una sensación algo extraña. ¿No podría ser superhéroe si fuese realmente ciego?

Hay otro ejemplo del mismo estilo en los cómics mucho menos conocido. En la casa de enfrente, en DC, el Doctor Medianoche es uno de esos personajes como Linterna Verde, que ha contado con varias personalidades. En todas ellas el traje lo llevaba alguien ciego a la luz del sol pero que ve en una oscuridad perfecta. Otro superhéroe discapacitado con ‘trampa’ ya que lo es dependiendo de las condiciones que le rodean.

Siguiendo con las viñetas, en el universo de Daredevil hay un personaje femenino, Echo/Ronin, que es sorda y con la que se enfrenta el Diablo de Hell’s Kitchen en más de una ocasión. Quizá decidan tomarla prestada para alguna temporada futura de la serie de Netflix. Sería un gran acierto y un avance en la representación de este colectivo. Una de sus habilidades es la lectura labial, algo que los especialistas aseguran que no puede hace cualquiera.

Charles Xavier y su capacidad para el escapismo

Le ha llegado el turno al que, si duda, es el superhéroe discapacitado más famoso y poderoso del universo. Charles Xavier (Patrick Stewart en su versión anciana y James McAvoy en la joven) no necesitó siempre de una silla de ruedas. Aunque el porqué de su paraplejia depende de la versión de la historia que se cuente, todas coinciden en que es causa directa de su afición por intentar hacer el bien.

Porque el bueno de Xavier es uno de esos superhéroes empeñados en confiar en la bondad del ser humano/mutante que sueña con un mundo en el que unos y otros vivan en armonía y tolerancia. El caso es que su movilidad reducida no es lo que lo define como personaje más allá de su iconicidad, de su característica imagen sentado en ella con la equis en las ruedas a modo de radios.

El Profesor X es uno de los mutantes más poderosos del mundo y, aunque sus piernas no pueden andar, su mente es capaz de viajar libremente allá donde quiera. Su telepatía y capacidad de proyectarse astralmente le permiten moverse libremente por el tiempo y el espacio y, si se empeña, hasta trasladar su mente a otro cuerpo. Así que sí, es parapléjico, pero puede hacer ciertas ‘trampas’ para escaparse de su silla de ruedas.

Charles Xavier | FOX

Es curioso que la silla de ruedas sea un recurso tan utilizado en los cómics –existen más ejemplos como el Bárbara Gordon/Batgirl, vista en la serie ‘Birds of Prey’, a la que un disparo del Joker condenó a no poder moverse y la convirtió en el Oráculo– y que este vaya asociado a una especie de sabiduría superior, a una capacidad cognitiva elevada. Es como si un superhéroe discapacitado no pudiese serlo por el mero hecho de su discapacidad y hubiese que compensar sí o sí este hándicap con otras habilidades.

En el caso de otros superhéroes no existe esta sensación de compensación. Spiderman tiene sentidos arácnidos porque le pica una araña, Superman vuela porque al ser alienígena la gravedad no le afecta igual que a los terrícolas y obtiene su poder del Sol, Wonder Woman es una diosa… Sin embargo, en Daredevil y el Profesor X da la sensación de que sus habilidades se orquestan en torno a la necesidad de compensar su discapacidad y, hasta cierto punto, evadirse de ella.

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