El aterrador momento en que un estudiante de piloto abre la puerta de un avión en el aire
LA DIFICULTAD DE CONCILIAR CUANDO ERES MUJER
Supergirl tiene la habilidad de ser una serie con un profundo calado social debajo de esa careta de ficción de superhéroes con una chica que va por ahí salvando el mundo con un traje como el de su primo pero con falda. Supergirl (Melissa Benoist) es mucho más que eso. Es uno de los títulos más feministas del panorama actual televisivo y debería ser tomado mucho más en serio y en cuenta de lo que se hace.
Más allá de que su protagonista sea una joven con poderes, la ficción de The CW es un auténtico caleidoscopio de mujeres convertidas en personajes tremendamente bien construidos y con una profundidad que ya quisieran muchos dramas de postín.
Si la pasada temporada tenía como trasfondo el tema de los refugiados, esta tiene mucho que ver con la maternidad y los distintos tipos de familia. Algo que ya se había tratado con anterioridad, pero que en esta nueva tanda de episodios ha cobrado especial protagonismo.
Por un lado se encuentra el dilema de Alex Danvers (Chyler Leigh), hermana de la protagonista, que renuncia a su amor por Maggie (Floriana Lima) porque en los planes de esta no entran los hijos. Quiere a su novia, pero su instinto maternal es mucho más fuerte. Ese que empujó a Samantha Arias (Odette Annable), la protagonista de este texto, a seguir adelante con su embarazo pese a la oposición de su madre adoptiva, a ser solo una adolescente, a no contar con el padre y a tenerlo todo en contra. Lo de ser alienígena vino después y es solo un añadido más al hecho de lo complicado que es la conciliación.
En ‘Supergirl’ las mujeres son poderosas. Y no solo la exiliada de Krypton. Cat Grant (Calista Flockhart) es dueña de un auténtico imperio mediático. Su personaje, uno de los más ricos y admirados de la serie, sirvió en la primera temporada para explicar el porqué es tan complicado para una mujer ascender puestos en una empresa. Ella lo ha conseguido pero pagando un alto coste, su hijo Adam. Ese al que abandonó para labrarse una carrera profesional.
No era fácil conciliar cuando era joven y ambiciosa, pero tampoco ahora que es poderosa y rica. No es fácil ni siquiera cuando tienes dinero. Con eso lo único que se consigue en una sustituta o un sustituto que cubra sus ausencias con Carter, su otro hijo. Grant renunció a Adam, pero Samantha Arias, personaje que realmente demuestra lo complicado que es conciliar y al que hemos conocido esta temporada, no lo hizo.
Salió adelante ella sola y aunque por ahora se desconoce cómo ha logrado llegar hasta la cúspide de la compañía Luthor, lo cierto es que Samantha lo consigue y es un ejemplo de sacrificio, constancia y talento. Ha sacado adelante a su hija ahora adolescente y cultivado una carrera próspera, pero ¿a qué precio? Ahora que es jefa, una alta ejecutiva de una importante compañía, no tiene tiempo para su hija y se pasa los capítulos lamentándose por ello.
La escena en la que Ruby se queda dormida en el sofá de su despacho es el mejor ejemplo de ello o cuando le dice que no podrá pasar la Nochebuena con ella por culpa del trabajo. Sí, tiene el puesto que quería y se merece, es reconocida profesionalmente, pero no tiene tiempo para practicar con su hija esa canción para el instituto o abrir regalos.
Samantha se lamenta, se fustiga por ello. Porque está sola, porque no hay padre y porque, aunque puede, no quiere pagar a alguien para que cumpla con sus deberes de madre. Y Lena (Katie McGrath) –que está claro que tuvo la peor madre del mundo– la consuela diciéndole que su hija sabe que la quiere, que lo está haciendo bien, que ella lo sabe porque su madre era realmente mala.
Da igual lo que le digan o con quien la comparen, el sentimiento de culpa está ahí. Eso no hay quien se lo quite. Es casi algo innato o quizá adquirido a través de la educación o la sociedad. Sentirse mal por no estar más tiempo con los hijos, porque querer mantener una carrera profesional además de la maternal, por querer sentirse realizada como mujer más allá de la crianza, por ser juzgada continuamente…
Samantha Arias, como Cat Grant, es un ejemplo de porqué hay tan pocas mujeres directivas. Porque, en muchas carreras, hay que priorizar entre la vida familiar y la profesional y la primera le gana el pulso la mayoría de las veces a la segunda. Siempre ha sido así y aún sigue siendo así.
En ‘Supergirl’ se cuenta con los típicos problemas de hija adolescente que requiere más atención por parte de una madre que empieza a estar ausente debido a su nuevo cargo de responsabilidad. Pero también de una manera mucho más sutil. O quizá no tanto.
Hay una escena de pura ciencia ficción que en realidad esconde un trasfondo muy poderoso. Esa en la que un oscuro ser alienígena se le aparece en la fortaleza del desierto y le revela su verdadera identidad. Ese momento en el que le dice algo así como que su hija es solo un accidente que hizo que su propósito tardase un poco más en revelarse.
Reing (como se llama el alter ego malvado y alienígena de Samantha) fue creada con un fin, con una misión, y Ruby es solo un estorbo, una piedra en el camino de su ascensión. Como símil es realmente potente. Para ascender, tiene que dejar atrás a su hija.
Y ahí es cuando resuenan de nuevo las palabras de Cat Grant cuando, en un ejercicio de autocrítica poco común en ella, reconoce ante Kara que hace años perdió a Adam porque se priorizó a sí misma. “Eso te ayuda a construirte un imperio, pero no a construir una vida. Para eso tienes que poner a otras personas primero”. La diferencia entre Cat y Sam es que la segunda no desea esa ascensión y no quiere dejar atrás a su hija.
Son mujeres, son poderosas, pero a cambio tienen que hacer un gran sacrificio. Cat renuncia a su hijo. Samantha está haciendo lo propio con la suya. Y Supergirl/Kara, ya hizo su gran sacrificio la pasada temporada cuando renunció a Mon-El (Chris Wood) para salvar a los humanos.