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Su alcalde no quiere vivir en un pueblo sin libreros
En plena era de la digitalización y la globalización, un pueblo francés se ha empeñado en que quiere tener una librería entre los negocios locales.
Se trata de una pequeña localidad con menos de 10.000 habitantes, y un nombre muy sugerente si lo observamos con ojos españoles, el pueblo se llama Leers, y buscan quien les venda libros.
El alcalde ha puesto un anuncio: Leers quiere disponer de librería para que sus habitantes no solo pidan los libros por internet o lean en formato electrónico.
El consistorio quiere que la gente vea los libros de cerca, los huela, y pueda decirse si comprar o no de forma presencial, como se hizo en el siglo XX.
Para ello, no pueden dar grandes facilidades a nivel fiscal o dar una subvención, pero se han propuesto que el alquiler del local donde se asiente la librería esté pagado por el ayuntamiento durante dos años.
Realmente, en ese lugar hubo una guardería municipal, y cuando se cerró el sitio quedó libre, se arrendó la mitad a un carpintero y el otro local quedaría para la librería.
Los medios de comunicación franceses se han hecho eco de la noticia con las palabras del alcalde para “tentar” a los emprendedores: “Será la única librería del pueblo, así que podrá vender a todas las escuelas, tiene el negocio asegurado”.
Poca oferta de libros en las ciudades pequeñas
La triste realidad es que en las localidades con menos de 20.000 habitantes cada vez hay menos formas de ver libros de cerca, y comienzan a ser una leyenda urbana.
Cuanto menos accesibles son, y menos cultura de compra, es más difícil que las nuevas generaciones se interesen por la lectura.
Otro de los problemas de la pequeñas localidades es que los títulos que llegan son muy pocos y solo los más comerciales.
No resulta rentable para las librerías disponer de grandes stocks que aseguren ventas rápidas, y por desgracia lo más común es que solo los best sellers más superficiales ocupen estas librerías.