El aterrador momento en que un estudiante de piloto abre la puerta de un avión en el aire
En la Tierra media, en Hogwarts, disfrazados de Star Wars o de muertos vivientes
Soy consciente de que voy a cosechar unos cuantos haters con este artículo. Las bodas son algo, para muchos, sagrado e intocable. Casarse en un ritual ancestral con el que las civilizaciones se han manifestado históricamente a nivel social y cultural. Por ejemplo, para los griegos, la mujer tenía una función meramente reproductora, el matrimonio era cosa de hombres. Las antiguas bodas judías eran polígamas, poligamia masculina por supuesto. En la antigua realeza medieval lo lógico era el matrimonio consanguíneo.
Pero vamos, que no es necesario viajar atrás en el tiempo unos cuantos cientos de años para ser testigo de bodas extrañas, siniestras y anómalas. En la actualidad, en países como Bangladesh, Pakistán, Nigeria o Uganda, venden niñas a hombres que las obligan a convertirse en esposas y esclavas sexuales por apenas un puñado de billetes. Por no hablar de la prueba del pañuelo de la etnia gitana, por citar sólo un par de ejemplos.
Lo que quiero decir es que quizá no deberíamos ver el matrimonio como algo tan sagrado e intocable ¿No? El problema lo tengo ahora, puesto que mi intención era la de intentar escribir un texto más o menos divertido. Lo voy a intentar con un radical giro de 180º grados con el que voy a retrotraerme a cuando tenía veinte pocos y un amigo me invitó a su cumpleaños.
Era un chalet con piscina rodeado de chicas, alcohol y comida. La condición sine qua non para asistir era simple, había que ir vestido de blanco porque el cumpleaños estaba inspirado en las fiestas ibicencas. Zapatillas, chanclas, pantalones, bermudas, camisas, camisetas, todos fueron vestidos y disfrazados de blanco excepto yo, el gris, y no precisamente por el color de mi ropa.
Recuerdo perfectamente el cabreo monumental de mi amigo y anfitrión y la casi expulsión de la fiesta, digo casi porque el chalet estaba muy lejos de la ciudad y yo no tenía coche. Hubo quien me recriminó por no satisfacer el deseo estético y pseudo-filosófico de mi amigo, quien por cierto, nunca ha pisado Ibiza. Quizá llevasen algo de razón, quizá me pasé. Para mí por aquel entonces todo aquello me parecía una rotunda horterada.
Lo curioso es que 10 años después me invitaron a una boda en la que había que cumplir con el mismo protocolo ibicenco. Me inventé una excusa y tampoco fui. Lo curioso es que más tarde me enteré de que más de 100 invitados habían cancelado su asistencia. Tiempo después alguien me enseñó las fotos de la ceremonia y me arrepentí, pese al look secta de los contrayentes e invitados y pese a que aquel enlace tenía toda la pinta de acabar en suicidio colectivo. Uno de los asistentes me dijo que más que una boda aquello fue un fascinante e irrepetible freak show. Nunca me perdonaré habérmelo perdido.
Bodas Disney, hippies, medievales, Warsies, Trekkies, Potterianas, élficas, Marvelianas, Draculianas, Zombies, nudistas… ¿Y si no me gusta Disney, lo hippy, la Edad Media, Star Wars, Star Trek, Harry Potter, El señor de los anillos, los superhéroes, los vampiros, el rollo Walking Dead o pasearme entre un montón de personas como Dios me trajo al mundo?
Lo peor no es sólo la boda en sí sino la pre-boda. Grupos de WhatssApp inundados por interminables conversaciones monotemáticas. Gente que no para de preguntarme cómo vas a ir vestido. Presupuestos extra destinados a un vestuario que piensas quemar al día siguiente. Todo esto sumado a los ya tradicionales desembolsos económicos inherentes a cualquier boda. Ah, y reza para que esos contrayentes no quieran casarse cual príncipe y princesa de cuento de hadas, porque el viaje al castillo real o casa rural y al bosque encantado o bosque normal, te lo tendrás que costear tú.
Todo esto para que al final España siga siendo uno de los cinco países de Europa con mayor tasa de divorcios ¿Quién es el que verdaderamente se está haciendo de oro con todo esto? Evidentemente los y las wedding planner, uno de los oficios con más futuro a largo plazo.