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KUNYARA, KUNYARA, KUNYARA
En Ruanda, los matrimonios quedan sellados con el regalo de una estera de fibras de plátano para proteger los colchones de la kunyara, porque se desean muchas y muy húmedas noches (mañanas, y mediodías) de orgasmos femeninos.
Tal vez sólo existen las ideas que podemos pronunciar y si algo ni siquiera tiene una palabra para ser descrito, probablemente sea porque no hemos tenido la necesidad de referirnos a ello jamás o porque el término está secuestrado. ¿Existe en castellano una palabra para denominar la eyaculación femenina? No, pero en Ruanda sí.
En inglés, se ha popularizado la palabra squirt, gracias en parte a la pornografía. Las escenas de eyaculación femenina son igual de gráficas que las masculinas, tanto que pareciera que ambas eyaculaciones tienen por objetivo impactar y dar con fuerza (y tal vez causar ceguera).
Squirt significa chorro, así sin más. Así lo certifica el Cambridge Dictionary y Google Dictionary cuando le preguntamos. Chorro. Podemos decir que todavía no hay constancia lexicográfica de que squirt se haya convertido inequívocamente en el nombre de la eyaculación femenina porque no recibe ninguna acepción en inglés que la asocie con la eyaculación.
Con ciertas palabras tal vez los diccionarios son timoratos. Podría ser que a Google le diera pudor traducir squirt por un término sexual. Vamos a probar con la traducción inglesa de corrida, cum, respuesta de Google: semen. No va mal encaminado, no parece tímido con esto y claramente lo enmarca como fruto de una eyaculación concreta, la masculina.
Buscamos en la RAE “corrida”. En la quinta acepción se hace referencia a “culminación del placer sexual”. No especifica si es masculino o femenino, pero el saber popular de Google ya nos ha inclinado hacia lo primero.
Todo esto ocurre en occidente. Mientras en Ruanda existe un vocablo concreto para la eyaculación femenina, kunyara, y que evidencia que allí sí tuvieron la necesidad de nombrarlo, el vocablo se hizo necesario. Porque para la cultura sexual ruandesa, la eyaculación femenina es una pieza clave. ¡Qué menos que poder llamarlo por su nombre!
En Ruanda, los matrimonios quedan sellados con el regalo de una estera de fibras de plátano para proteger los colchones de la kunyara, porque se desean muchas y muy húmedas noches (mañanas, y mediodías) de orgasmos femeninos y “chorros”, como diríamos en inglés.
Todo nace con una leyenda: cuando un rey se fue de excursión militar, la reina buscó la compañía sexual de un guardia real, éste no era capaz de penetrarla, tenía terror a las represalias del rey, y, finalmente, sólo pudo frotarse contra los labios vaginales y clítoris de la reyna, generando otro vocablo ruandés kunyaza (masturbación femenina), que provocó un chorro, kunyara.
Con esta leyenda comenzó la investigación de Oliver Jourdain, un documentalista belga que visitó el país africano en 2009 y que inició el rodaje de un documental único sobre este tema, 'Sacred Water' (Agua sagrada).
El documental de Jourdain se basa en entrevistas a gente de la calle, en casas, peluquerías y baños públicos. Hablar de sexo en Ruanda sigue siendo un tema propenso al pudor, así que no fue fácil abrir las declaraciones de los lugareños y menos cuando el interlocutor es occidental.
Sin embargo, el proyecto de Jourdain fue encontrando aliados en el lenguaje, una vez más una palabra ruandesa evidenció un rico universo debajo de las sábanas. Gukuna, una tradición que consiste en alargar los labios vaginales de las jóvenes para que puedan llegar mejor al orgasmo y eyacular con más facilidad y abundancia.
Mientras, en España, la única palabra popular y valiosa en matices sobre la eyaculación probablemente siga siendo bukkake (eyaculación grupal de hombres sobre una mujer). Pero en nuestro favor hay que añadir que nos hemos inventado la terminación -e- para que las palabras por fin puedan ser neutras: Nosotres 0, Ruanda 1.