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TESTIMONIOS DE MUJERES QUE HAN RECIBIDO OVODONACIONES

Hablamos con familias que compran por 10.000 euros los óvulos que otras mujeres donan por 1.000

Recibí muchas críticas del "otro lado", al publicar un reportaje sobre el trato y el pago precarios que se ofrecen a las donantes de óvulos, críticas de mujeres que se habían sometido a tratamientos con óvulos donados o estaban pensando hacerlo. Ahora, les doy voz a ellas: las receptoras de ovodonaciones. Éste es su testimonio.

Imagen de archivo de un bebé Getty Images

Nadie se mira a los ojos en los pasillos y los ascensores en la clínica de donación de óvulos. En general, el centro segrega en dos plantas distintas sus dos principales actividades: extraer óvulos de las donantes e implantarlos en las receptoras.

De esta forma, se minimiza el contacto entre las que dan y las que reciben. Se mantiene, de alguna forma, la ilusión, la magia, dentro de un proceso frío, complicado, en el que las emociones y los sobresaltos de las vísceras se mezclan con los tubos de ensayo, las jeringuillas, los parches de estrógenos.

Marta, que recibió una donación hace nueve años, recuerda mientras espera a que su hija Ania salga de clase de ballet.

"Es una tontería, y sé que no debería pensar en ello, pero, sin querer, a veces me acuerdo de una chica que vi por el pasillo de la clínica. Iba muy pálida. Intuí que venía de donar; parecía muy joven para querer ser madre. No sé por qué, su cara se me quedó grabada", dice.

"A veces, cuando pienso en Ania de mayor, no puedo evitar imaginarla parecida a esa chica. Mi familia, que no sabe que me implantaron óvulos, me dice de vez en cuando que se parece a mí, y yo les digo que sí, pero me río por dentro, porque eso es imposible", añade.

Un tratamiento con alto riesgo emocional

La ovodonación desde el punto de vista de la receptora es un proceso escabroso a varios niveles. Desde el lado más puramente emocional, la receptora (y también su pareja, en caso de que la haya), se enfrenta a la gestión a nivel emocional de un ritual futurista, para el que nadie nos ha educado.

Por si fuera poco, antes de la ovodonación propiamente dicha, la receptora ya ha tenido que asumir una cuestión amarga: la imposibilidad o baja probabilidad de engrendrar hijos a partir de sus propios óvulos.

Reproducción asistida | Getty Images (archivo)

Belén recuerda ese momento: "Pasé por una depresión después de perder la capacidad de concebir de forma natural (me tuvieron que quitar los ovarios por tumores). Una vez superada, me planteé las opciones. La ovodonación era mi plan B, y me entristecía pensar que no tendría carga genética por mi parte, aunque me consolaba pensar que sí lo gestaría. Creo que estaba bastante obsesionada con ser madre, hasta el punto de arriesgar mi salud".

Ana Elena Pena, artista que ha tratado el tema de la infertilidad en su penúltimo libro, 'Un nido', ha comenzado a plantearse la ovodonación tras una tercera fecundación 'in vitro' fallida.

Ana Elena habla del tema de forma frontal, sin ocultar las oscuridades del asunto, igual que en sus textos y poemas: "Vimos que teníamos muy pocas posibilidades de conseguir un embrión bueno con mis propios óvulos. Habíamos gastado mucho dinero ya, y el único embarazo que conseguí se paró a la sexta semana".

"La otra opción que nos quedaba era hacer dos 'in vitro' de nuevo, con el diagnóstico genético de preimplantación incluido, a ver si podíamos obtener al menos un embrión sano. Pero esto podía suponer un gasto de casi 15.000 euros, bajo riesgo de no obtener ninguno, o bien obtenerlo y que terminase en aborto. Así que el próximo plan es la ovodonación", atestigua.

El camino de la receptora de ovodonación es largo y debe recorrerse con cierta cautela, con las reservas emocionales preparadas para no caer en frustraciones. El primer paso es encontrar una donante compatible con los grupos de sangre de la pareja receptora, y cuyo fenotipo físico sea similar al de la madre: misma raza, estatura similar, color de pelo y ojos...

Fecundación in vitro | Getty Images (archivo)

Además, se comparan la analítica del padre y de la donante, un test de compatibilidad para evitar posibles enfermedades genéticas. Enfrentados a esta carrera por una genética lo mejor posible, la ambición y el desear lo mejor para tu prole saltan como resortes.

"Hay quien tiene unos genes de mierda y sale ganando con el proceso, pero los míos son muy buenos y temo salir perdiendo. Por eso, me como más la cabeza", explica Ana Elena.

En busca de la donante idónea

Una vez encontrada la donante ideal, caben dos posibilidades: Bien sincronizan la ovulación de donante y receptora, y le hacen la transferencia a esta segunda, o bien se le implantan óvulos congelados, la opción menos arriesgada y más fácil. A la madre receptora, se le ponen parches de estrógeno y la transferencia es indolora, como una inseminación. Luego se sigue con progesterona vía vaginal y se espera que el embrión anide.

Belén recuerda que el proceso fue muy duro: "El chute de hormonas para estar en el mismo punto que la persona que dona óvulos es bestial, así que tuve muchas molestias, hinchazón, cambios de humor, ansiedad, insomnio… A nivel emocional, fue muy, muy duro, me hicieron dos fecundaciones y cada vez que me venía la regla era muy triste, obsesión pura, frustración, tristeza, cabreo con el mundo…".

Donación de óvulos | Getty Images, foto de archivo

Marta recuerda que el momento en el que inició el proceso de recepción de óvulos, por el cual se quedó embarazada de su hija Ania, en su cabeza bullían ideas de todo tipo.

"Somos seres humanos atados a ciertas ideas atávicas, y, al pensar que el esperma de tu marido se va a mezclar con el óvulo de una desconocida y después te lo van a meter dentro, es inevitable que a algunas nos aparezca una sentimiento extraño, como de infidelidad. La figura de esa donante se convierte en una especie de fantasma".

"Yo quería saberlo todo de ella, pero al mismo tiempo no quería saber nada. Y luego te enteras de lo poco que cobran y al peligro que se exponen estas mujeres que donan y piensas en que ese óvulo que te implantan lo han donado porque necesitaban desesperadamente esos 1.000 euros que pagan", recuerda.

En su libro 'Quién quiere ser madre', la escritora Silvia Nanclares reflexiona ampliamente sobre todos los caminos que recorren el valle de la infertilidad, y, en el punto de la ovodonación, se detiene a aclarar: "Lo de donado es un eufemismo. Los óvulos son comprados por las clínicas a mujeres que necesitan dinero, y posteriormente vendidos a ti. Altruismo, el justo".

Según Belén Martín, cuya hermana donó óvulos para dárselos, la brecha entre el pago por los óvulos y lo que cobran a las receptoras es "aproximadamente del tamaño del Cañón del Colorado". Por si fuera poco, cuando Belén y su pareja, por causa de una enfermedad, decidieron no intentarlo más, la clínica les preguntó si querían destruir sus óvulos o donarlos a la clínica, de modo que ellos podían volver a lucrarse.

"Además -recuerda Belén con pesar- a mi hermana no la trataron nada bien. Con decirte que no la querían sedar para la extracción... Después de la donación, ha tenido desarreglos hormonales y menopausia precoz".

El trato humano y económico que se dispensa a receptoras y donantes es abismal. Las receptoras llegan a pagar hasta 10.000 euros, mientras que las donantes sólo reciben 1.000. Las primeras, por tanto, pasan a ser personas preferentes, tratadas con delicadeza, mientras que las segundas ni siquiera son debidamente informadas de los riesgos para el organismo que supone la donación.

Tu hijo no tendrá tu genética

A este maremágnum de ciencia ficción, fuertes deseos de maternidad y sentimientos irracionales y racionales al mismo tiempo se le une algo más duro, que cae como una losa.

Tu bebé no tendrá tus genes, sino los de una mujer de la que no sabes nada. También sobre ello habla Silvia Nanclares en su libro: "Sí, ya sabemos que querrías que tu hijo se pareciera a tu papi y a tus hermanos, esos ojazos verdes, ese pelo ensortijado, pero los vínculos afectivos no entienden de ADN y sangre".

Niños nacidos in vitro acuden a un acto de la ONU | Getty Images (archivo)

También el reparo inicial de Ana Elena se fue matizando a medida que investigaba sobre el tema. "La gestante establece un vínculo muy importante con el bebé -explica Ana Elena- pues este se alimenta de su sangre y sus proteínas, de su energía... Aún no se sabe cuánto puede modificar la gestante la naturaleza del bebé. También importa el ambiente en que se eduque, hay muchos factores implicados en el desarrollo de un niño".

"Por otro lado, sé que esos miedos desaparecen en cuanto escuchas el latido en la primera ecografía, y entonces lo sientes tuyo. Era tan solo una célula y tú le has insuflado vida. Es tu bebé. Cuando nazca, te reconocerá como su madre, no se preguntará dónde está su 'madre biológica'. Su madre eres tú. Es algo muy animal", sostiene.

Padre con su hijo en un cochecito de bebé | Getty Images

Esclava del deseo de ser madre

Marta reflexiona: "A veces, estando metida dentro de todo ese proceso, te preguntas si de verdad merece la pena someterse a algo tan artificial. Hormonada, observada, abierta de piernas, te sientes como una esclava del deseo de ser madre, que está dispuesta a todo".

"Después, cuando te quedas embarazada y das a luz, ves a tu hija y se te borran esos episodios extrañísimos que has tenido que vivir para tenerla. No sé si algún día le contaré que, aunque parezca de risa, es una especie de ser creado en laboratorio, cuya mitad procede de alguien a quien no conocemos".

"Nos sorprende mucho lo mucho que le gusta bailar, cuando su padre y yo no podemos ni mover la cabeza al ritmo de la música. Cuando su profesora nos dijo que tenía dotes para la danza, nos dio un poco de susto, la verdad. Pero, bien mirado, es una tontería, porque lo que más nos gusta es verla bailar", finaliza Marta.

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(Las fotos son imágenes de archivo de Getty Images y solo ilustran la narrativa de este reportaje, por lo que en ningún caso deben atribuirse, vincularse o relacionarse ni a los testimonios de las personas entrevistadas ni a la investigación periodística de esta historia ni dentro ni fuera de la clínica de reproducción asistida)

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