@BECARIA_
Becaria habla sin pelos en la lengua sobre sexo y la masculinidad frágil.
Siempre hay un hombre llorón en todo momento y en cualquier lugar, ya sea en el trabajo, en el bar o en una red social, haciendo alarde de una masculinidad superficial y dejando en evidencia que por dentro es un monigote roto.
La masculinidad es esa construcción social que dice cómo debes comportarte para ser un hombre de verdad, y en su definición destacan la fuerza, la valentía, la potencia, todo aquello que no tiene que ver con la infame construcción de lo femenino; la sensibilidad, la debilidad, el color rosa. Ser mujer es la peste dentro de este concepto, por eso es tan machista y debe remarcarse tanto la diferencia entre señores y mujercitas, actuar en consecuencia y sobresalir por la hombría. "For men" es el lema de todos los productos de higiene para ellos aunque la composición del jabón y el ‘roll on’ del sobaco sea la misma que la de los mismos productos enfocados a mujeres.
Suspenso en el sexo oral
En el historial de Amazon de un hombre con la masculinidad pocha, aparece la compra de un libro titulado "Sexo oral para volverla loca" o algún título similar. Hace unos días se hizo viral en Twitter un fulano que decía que "comerse un coño es el mayor acto de sumisión que puede hacer un nombre y encima es asqueroso", un tipo que encaja en haber fracasado intentando comer uno mediante hipnosis, centrándose con la lengua en el ombligo, pero ese no era el medio ni el lugar y salió a florecer su rechazo y misoginia desde su posición de macho incapaz, y quién sabe qué otra tara más.
Por el culo ni el pelito de una gamba
Un caballero de masculinidad frágil nunca opina sobre la belleza de otro hombre, porque por el hecho de ser hombre heterosexual, "no entiende de otros hombres", aunque curiosamente, cuando el otro hombre es poco agraciado, ahí sí florece la capacidad de valorar subjetivamente su fealdad, reírse de sus defectos y ponerle motes. Cerrarse en banda a emitir una opinión estética sobre un hombre atractivo, va muy ligado a lo de "por el culo ni el pelito de una gamba". Es la frase típica del que está en constante guardia dejando claro quién es para que no quepa duda de su hombría, masculinidad y heterosexualidad inalterables.
Del hecho de comer coños mal, hay un paso a cerrarse en banda a sentir un dedo ajeno en el culo, porque el placer de estimular la próstata está a tan solo cinco centímetros de penetración, pero a una legua de su retrógrada educación. Lo que no se descarta es que el dedo propio esté el macho frágil harto de usarlo, y de ahí esa obsesión por remarcar constantemente lo “hombre de verdad” y nada "maricón" que es.
Viagra para follar sin ganas
El concepto de la masculinidad es muy dañino también para estos machos con flojera identitaria, que dice que siempre tienen que tener ganas y estar dispuestos a follar con una erección como la porra de un policía nacional. Esto ha llevado a la popularidad y millonario consumo de la Viagra para garantizar siempre ese vigor que va con el falo duro por un lado y con la cabeza por otro, y no con pocos infartos por abusar de la pastilla con más efectos secundarios del coitocentrismo. Mucho macho follador, pero regular en satisfacción.
Llegados a este punto solo cabe pensar que a la masculinidad frágil no le gustan las mujeres y en su fuero interno fantasean con el legionario de la cabra, el compañero de curro y el líder con pelanas de su partido político, pero el propio concepto dice que un hombre de verdad es heterosexual y huele fuerte a perfume de hombre, por eso en el sexo follan de una manera pensando en otra, y comen el coño tan mal.