@BECARIA_
Becaria analiza el interesante consultorio sexual que se hizo en España en 1979 y que dió lugar al libro "La ignorancia sexual de los españoles".
Sin ánimo de ofender, aunque un poco sí. Las cosas como son. Estamos a finales de los años setenta en nuestra España querida, en plena transición de una dictadura a una supuesta democracia, y en cuestiones sexuales, la gente, hombres y mujeres, está un poco ceporra y con bastantes lagunas en lo más básico. No es para menos, la herencia franquista no ha dejado más que miseria en todos los terrenos de la vida, salvo cuatro excepciones con enchufe con el régimen, y el sexual se ha visto potentemente damnificado. Por estas fechas con Paco ya bajo tierra, se lleva a cabo un consultorio sexual por un equipo de psiquiatras, sexólogos, médicos, abogados y moralistas, todos hombres, y en 1979 se publica una selección de consultas sentimentales y genitales en el libro que da nombre a este artículo, bajo la dirección de José Antonio Valverde. Un poco hemos avanzado, pero tampoco mucho, no nos vayamos a flipar. De aquellos polvos, estos lodos.
Esa cosa llamada orgasmo
En palabras del autor, es típico que los españoles confundan un gemido lastimero con un orgasmo femenino, y recalca la supina ignorancia general de los españoles ante el tema del sexo. Una joven que ha contraído matrimonio hace tres meses, afirma que en las relaciones con su marido todo marcha bien, solo hay algo que le preocupa: «Casi nunca llego cuando él al orgasmo y me siento un poco deprimida cuando esto ocurre. Además, me han dicho que debería sentir cuando el semen se introduce en mi vagina y es algo que nunca he sentido. Si sé que él lo ha hecho es porque se lo pregunto. ¿Creen que esto es causa de algún trastorno? ¿Puede repercutir en nuestras relaciones futuras?». Muy coherente todo.
¿Frigidez? ¿Eso del “clítoris” qué es?
En esta época en la que las relaciones se basan en casarse heterosexualmente llegando intactos al matrimonio, al menos ella, y procrear, no podemos pedir mucho más: «Soy una mujer que lleva veinte años casada y no he llegado nunca a disfrutar en las relaciones sexuales con mi marido, pero sí por medio de la masturbación. Mi pregunta es la siguiente: ¿Me puedo considerar frígida o, por el contrario, se debe a un mal entendimiento con mi marido?». Como viene siendo habitual, su marido debe de seguir buscando el clítoris en el ombligo.
El matrimonio y ser madre como solución al no orgasmo
El siguiente testimonio me recuerda a una canción de Rakel Winchester que recita: «Era infeliz en su matrimonio porque su marido no le tocaba el coño…». Comenta una chica de veintiséis años: «Llevo cuatro años casada y tengo un niño de dos. Durante estos cuatro años no he sentido el orgasmo en el acto sexual. De novios nunca llegamos al coito, por lo que me parecía normal no tenerlo; pensaba que en cuanto nos casáramos, cambiaría. Pero no ha sido así. Tuve un niño y seguí igual. Un ginecólogo me recetó unas pastillas que llevo tomando desde hace un mes, sin sentir mejoría alguna». Y así se escribe el verdadero Padre Nuestro de esta época: ignorancia transversal e insatisfacción personal en una misma oración.
Putero acomplejado por su micropene
Un hombre de treinta años, soltero, dice padecer un gran complejo debido al tamaño de su pene: «A los dieciocho años empecé a tener relaciones con prostitutas que me avergonzaban por la pequeñez de mi miembro. Todo esto lo solucioné tomando unas copas antes de ir al burdel y así combatía mi vergüenza ante dichas rameras, haciendo normalmente el coito». Dice que el problema surgió al salir con «chicas decentes», que entonces se preguntaba: «¿A dónde voy yo con un miembro que en el momento de máxima erección tiene nueve centímetros?», así es que ante la tensión de los encuentros íntimos, volvió a acudir a las prostitutas, sintiéndose en ocasiones un impotente.
La aberración de la felación
Son tiempos de flojera moral, todo está mal: «Tengo treinta y dos años, casada desde hace dos, dos hijos y muy feliz en el matrimonio. Sin embargo, desde hace cierto tiempo mi marido desea que hagamos algunas cosas que a mí me parecen muy raras. Por ejemplo, la felación. ¿De veras no es una aberración desear esto?». Buena pregunta.
Virilidad herida por un vibrador
Manuel, de treinta y cuatro años, ha descubierto que su mujer utiliza un vibrador en sus ausencias. Él dice que ha pasado por diversos estados de ánimo, «desde la ira a la depresión», y considera su propia virilidad profundamente herida y su hombría vejada. Triste historia de un hombre damnificado por la sustitución de su cuerpo por un falo mecánico.
Por el culo no, Paco, que no lo entiendes
«Hace dieciocho años que estoy casada y tengo treinta y ocho. Desde que me casé vivo atormentada por creer que mi marido tiene algo de homosexual, puesto que a temporadas, y aunque él normalmente hace el coito correctamente, a veces tiene obsesión por introducir el pene en el ano, cosa que a mí, cuando lo intenta, me desconcierta y me quita todas las ganas de hacer nada. ¿Es eso anormal o soy yo la que no entiendo de hacer el amor? Nunca le he negado nada de lo lógico entre hombre y mujer, pero lo que él intenta me parece impropio, ya que a mí me causa mucho dolor; pero si es normal que una pareja lo haga, me sacrificaré por hacer feliz a mi marido». Resumen para 2021: el sexo anal consentido sin desearlo es una violación.