El aterrador momento en que un estudiante de piloto abre la puerta de un avión en el aire
LIGAR Y JUGAR
Estamos hartos de escribir noticias en las que las chicas denuncian en redes sociales el acoso que reciben durante sus partidas online. Vemos muchos ejemplos que se convierten en temas de conversación de vez en cuando, y el verdadero hartazgo viene de saber que muy probablemente solo algunas de esas historias son denunciadas en público.
¿Qué pasaría si una mujer abriera un perfil en Tinder mostrando una identidad abiertamente gamer? Es la pregunta que se hicieron Marina Amores y Daniel Muriel para llevar a cabo un experimento que acaban de publicar en un libro. El contenido del mismo no podría ser más fiel a su título: 'Un mes en Tinder siendo mujer gamer'.
Marina (AKA Blissy en sus redes sociales) es graduada en Comunicación Audiovisual y lleva muchos años metida en el sector del ocio electrónico, impulsando iniciativas para concienciar sobre la igualdad y los problemas de la mujer en la industria. Daniel es doctor en Sociología, además de un gran aficionado a los videojuegos, por lo que hablan con nosotros con mucha autoridad sobre la materia.
"Es bastante habitual que, cuando se identifica a alguien como mujer en una partida online, sufra insultos y acoso específicamente orientados a su género", nos cuenta Daniel. "Estamos ante un abuso y discriminación que se centra de forma específica en su condición como mujer", y llama la atención del coautor del libro porque es algo que se reproduce en páginas para ligar.
Durante 30 días navegaron por los recovecos de este sitio, con unos comportamientos muy decepcionantes. "Parece ser que el machismo estructural gana al propio objetivo instrumental de ligar", añadiendo que el perfil de Bea -que utilizaron para el experimento- está "sometido "a una especie de test gamer para saber si realmente ella lo es o es simplemente una poser".
Ser gamer y guapa es algo imposible para estos chicos, un unicornio con el que quieren competir "tanto en conocimiento como en habilidades". Es quizá la factura que estamos pagando por lo que los autores llaman la "cultura friki" de los 80 y 90, época en la que esas aficiones parecían estar reservadas para "el hombre blanco joven heterosexual".
Estos individuos "piensan que no es justo que ahora otros colectivos disfruten abiertamente de su afición", en palabras de Dani "y por eso reaccionan de ese modo tan furibundo", pese a que tacha ese dato de una representación equivocada de los hobbies femeninos. "Seguramente ya sean una minoría, pero sigue siendo muy ruidosa y con muchos privilegios que les permite seguir teniendo más importancia de la que en realidad les correspondería".
Daniel no pierde la esperanza, y asegura que "por fortuna, hay muchas cosas que van cambiando, pero no al ritmo que sería necesario". Y recuerda que los aficionados masculinos "tenemos mucha responsabilidad en ello y no podemos mirar a otro lado cuando somos testigos directos de estas prácticas y discursos".
'Un mes en Tinder siendo mujer gamer' va precisamente de eso: no mirar para otro lado cuando los problemas saltan tanto a la vista.