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UN ESTUDIO AFIRMA QUE LOS JÓVENES REGRESAN AL CONSERVADURISMO

Los millennials sueñan con que sus novias sean solo amas de casa

Liberados, tecnoadictos, formados, pragmáticos… ¿y machistas? Un estudio alerta de la vuelta al conservadurismo entre las personas nacidas entre los años 1982 y 2000, especialmente en los más jóvenes, que reivindican la vuelta a modelos como el que relega a la mujer al ámbito doméstico ¿Nos hemos estancado en materia de igualdad? ¿Cómo lo ven nuestros millennials?

¿Sueñan los millennials con que su pareja sea ama de casa? Getty Images

Un artículo en 'The New York Times' desvela los resultados de un estudio de la Universidad de Texas en Austin. De él se desprende que los millennials -por cierto, la palabra ya está aceptada así, con una sola n y una sola l- apoyan menos los modelos familiares igualitarios que los jóvenes de hace 20 años. Es decir, que ven positivos los sistemas familiares del pasado, como aquel que destina a la mujer al ámbito doméstico.

Hasta ahora, el acercamiento a este sector de la población (el 20% del planeta) nos había devuelto, al menos en el mundo desarrollado, la imagen de una generación formada, liberada, independiente, abierta en las relaciones amorosas, pragmática y plural. ¿Pero pueden estas personas estar comportándose de manera machista y conservadora? Soy millennial por los pelos. He leído el artículo y me he echado a temblar. Os lo cuento:

El dato, que se refiere a los más jóvenes de este grupo en Estados Unidos, sorprende, si atendemos a que las personas nacidas entre 1982 y 2000 eran las llamadas a lograr definitivamente la peleada igualdad de géneros. Al menos, esa era la teoría: cuando los millennials nacidos en la última década del siglo pasado alcanzasen la mayoría de edad, el conservadurismo retrocedería.

Pero parece que no. Un estudio de los sociólogos Joanna Pepin y David Cotter revela que desde 1977 hasta los 90 las opiniones acerca de la igualdad habían venido fortaleciéndose. En cambio, el crecimiento progresista se estanca en la generación posterior, la millennial.

Más de la mitad quiere que su pareja sea amas de casa

En 1994, sólo el 42% de los consultados estaba de acuerdo con que la familia era aquella en la que el hombre sale a trabajar por las mañanas, mientras la mujer cuida y mantiene el hogar. En 2014, un 58% de los estudiantes confirmó que prefería este modelo.

Hay más: en el 94, menos del 30% de los jóvenes pensaba que el hombre debía tomar las decisiones importantes de la familia. Ya 20 años después, la cifra sube a un 40%. De susto.

Asimismo, la encuesta revela que antaño un 83% de los varones de esta edad desechaban la idea de la superioridad de las familias en las que el sustento procedía del marido. Hace dos años, este rechazo cayó hasta el 55%. En el caso de las mujeres, el dato es menos alarmante, aunque también mengua la repulsa: un 85% descartó esta idea en 1994 frente al 72% de 2014.

Jóvenes, pero más tradicionales

En definitiva, si atendemos a estos resultados, podemos afirmar que estamos ante una juventud más tradicional que la de hace un par de décadas, algo que, según los autores del estudio, podría haberse sentido en las elecciones de Estados Unidos y la victoria de Donald Trump. Esto a pesar de que, en principio, los votantes de entre 18 y 30 años eran los más afines a Hillary Clinton.

Así las cosas, ¿qué ha pasado para que la igualdad haya perdido vigor, para que los jóvenes de la generación X puedan considerarse más progresistas que los milenials a pesar de que entre los segundos ha aumentado la formación, el empleo en la mujer, etcétera? ¿Puede una generación teóricamente más liberada que la anterior retroceder de esta forma?

Una de las razones que puede tener peso en estos datos es que haya calado la idea de que las familias en las que trabajan ambos padres experimentan mayores dificultades, algo íntimamente relacionado con la ausencia de políticas que apoyen el equilibrio familiar. ¿Lo ven así nuestros millennials?

¿Qué ocurre en entre los millennials españoles?

Estudiante de Ciencias Políticas y perteneciente a este grupo poblacional (nació en 1993), Manuela Martínez Aguirre considera que, a pesar de que en los 70 y 80 se desarrolló la idea de igualdad, estos avances se dieron en paralelo a los movimientos de globalización y de unión y entre países, de modo que la progresión que se buscaba se dio de manera muy superficial.

“Es cierto que las mujeres ocupaban más puestos de trabajo que asumían mayor responsabilidad, aunque nunca de una forma igual a la de los hombres. Respecto al desarrollo que ha tenido hasta hoy y el actual estancamiento, este podría relacionarse con que la posición de los hombres pueda verse 'amenazada' por las grandes capacidades de las mujeres, y para ello intentan convertir a la mujer nuevamente en un objeto, para conservar la hegemonía masculina”, dice.

Del mismo año que Manuela, Eli Arroyo Mora, graduada en Educación Infantil por la Universidad de Huelva, pide que se distinga entre lo que sucede en Estados Unidos y Europa.

“Allí ha retrocedido la idea de familia igualitaria, pero aquí podemos apreciar mayores avances entre los jóvenes. En Estados Unidos, existe una gran diversidad social pero se mantienen valores conservadores que desembocan en egoísmo y racismo. Cuando el mundo cambia y evoluciona, la sociedad se siente amenazada”, expone.

Arroyo apunta además que la búsqueda de mejores condiciones para la igualdad y la lucha por los derechos de las mujeres no han cuajado. “Hoy hay menos valores y más inseguridad y los jóvenes relacionan esos cambios con una pérdida de comodidad. Por ello, vemos comportamientos homófobos y xenófobos. Para paliarlos, se exigen mejores campañas de educación”.

Diego Caballero (Sevilla, 1989) es profesor de Historia. A su entender, estamos ante una relajación en la lucha por la consecución de los derechos sociales: “Somos hijos de una generación de progres que se aburguesaron y que, aunque tuvieron una juventud idealista, no establecieron un cambio significativo a nivel personal".

"Los discos de Dylan sirven de placebo revolucionario de los padres y madres jovencitos que han dejado atrás la juventud reivindicativa para meterse en el cul de sac. De este modo, a nivel familiar los cambios no han llegado a ser significativos y esto lo hemos heredado. Si sumas esa herencia a una falta de espíritu reivindicativo, pues los millennials no hemos vivido Vientams ni dictaduras, nos encontramos con una generación acomodada que se mueve bien este modelo familiar tradicional”.

Estudiante de Derecho y Ciencias Sociales, Javier González Muñoz (Sevilla, 1990) descarta que los datos de Estados Unidos cundan entre sus colegas generacionales en España: “Al menos, no es mi caso. Aun con sus fallos, mi educación ha sido abierta y en casa mi hermana y yo desempeñamos siempre las mismas tareas, nuestros padres nos criaron en igualdad".

"No he convivido con un modelo de familia tradicional, pues mis padres se separaron cuando yo tenía 10 años. En cualquier caso, esta decisión le corresponde a cada familia. Hombres y mujeres tienen derecho a elegir qué rol desempeñar, ya sea compartir tareas y conseguir el sustento familiar entre ambos progenitores o que uno de los dos ejerza de amo de casa y el otro trabaje”, indica.

Con todo, González renuncia a la idea de que sea la mujer quien por defecto se encargue del hogar y cree que también lo hace la mayoría de la gente de su generación.

“Conozco muchas personas que provienen de familias tradicionales que no están siguiendo ese modelo. No obstante, los cambios que se están produciendo en Estados Unidos pueden tener relación con que las nuevas tendencias familiares estén dando malos resultados. Por ejemplo, en la falta de disponibilidad de los padres para pasar tiempo con sus hijos por estar ambos en el trabajo”.

Estudiante de Ingeniería Civil en la Universidad de Sevilla, Natalia Martínez abunda en la cuestión de la incultura de un país como Estados Unidos, tradicionalmente amarrado al conservadurismo y la religión. Pero arroja un matiz a lo acontecido entre los millennials, el del péndulo histórico. Es decir, el hecho de que una generación descarte lo logrado o defendido por la anterior para apostar por lo contrario.

“Las nuevas generaciones cuestionan las ideas del pasado; sin embargo, y siendo mujer, me cuesta explicarme cómo no surge un movimiento entre las mujeres que abogue definitivamente por que tengamos los mismos derechos que los hombres”, afirma.

Como otros consultados, Natalia insiste en la importancia de la educación, de políticas que, con hondura, cambien esta visiones recalcitrantes. Y acierta, sólo a través de este tipo de campañas podríamos culminar el idealismo igualitario.

“Es la única manera de acabar con lacras como la desigualdad en el trabajo y la brecha salarial”.

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