El aterrador momento en que un estudiante de piloto abre la puerta de un avión en el aire
MUERE CHARLES MANSON: EL HOMBRE DEL SACO DE AMÉRICA
Charles Manson. Pronunciar esas dos palabras aún puede causar cierto efecto, un escalofrío para algunos, y un aura de fascinación inexplicable para otros. Extraño. Vivimos en una era en la que las matanzas están de oferta, en el que nos limpiamos los berretes de comida mientras vemos nuevas tragedias en el telediario.
Nombres como Cho Seung-Hui o Breivik nos suenan, hay que hacer cabeza, pero sus masacres son mucho más espeluznantes, masivas y desoladoras. Es más, Manson, como debería saberse ya, no cometió los asesinatos a los que debe su popularidad, con sus propias manos.
Era, como comenta el escritor Manu Riquelme, “más bien un influencer”. Y es que en los sesenta no había youtube y las redes sociales eran las comunas en las que celebrar la rebelión, la unión de los jóvenes frente a lo viejo, lo caduco. El amor libre, la era de acuario, el porrito, el buen rollito y el uso de LSD a la orden del día.
Manson fue el mal viaje. El lado sórdido de toda aquella revolución. Un poco también el chivo expiatorio de una sociedad puritana que buscaba alguna grieta por la que demonizar aquel movimiento fuera de la hoja de ruta.
Pero el gurú, que practicaba el amor libre con todas sus concubinas, las dejaba embarazadas y creaba un nuevo concepto de núcleo familiar, también tenía una hoja de ruta.
Una guerra, una colisión de razas, el Helter Skelter, un fin del mundo profetizado por Los Beatles y decodificado en su cabeza para crear un plan maestro, el asesinato de estrellas de Hollywood para confundir a la sociedad, hacer pensar que los negros habían empezado la batalla.
Un plan perfecto para que sus soldados se mancharan la sangre y le libraran de culpas, una serie de matanzas dirigidas con un odio de clase escondido bajo la manga.
EL INFIERNO DE SU VIDA
Manson también fue un fugitivo de 13 años que fue vendido por su madre por una botella de vodka, fue golpeado y maltratado en instalaciones correccionales salvajes donde pasó gran parte de su juventud aprendiendo a violar, engañar y manipular.
Tras entrar una y otra vez en la cárcel, y pasar su vida detrás de las rejas, era tan inapropiado para la vida fuera de ellas que antes de su liberación en 1967, pidió permanecer en prisión.
Al no concederse su petición, salió y se convirtió en proxeneta en Hollywood antes de trasladarse a San Francisco, donde comenzó a acostarse con chicas de buena casta, con las que formaría su célebre familia. Thomas Pynchon describía en su ‘Inherent Vice’ cómo esta forma de vida común e inocente pasó a tener connotaciones sórdidas tras la histeria desatada por los crímenes.
INFLUENCIA EN LA CULTURA POPULAR
Y es que la importancia del derramamiento de sangre que implicaba a las bandas de pop más famosas de la época, a un director de cine de terror como Roman Polanski, y un miembro de la pandilla condenado participando en las piezas de videoarte satánico de Kenneth Anger creó una burbuja similar al satanic panic de los 80.
La cerilla para que Manson se convirtiera en una marca, un demonio que esconde los pecados de un país disfuncional. El culto a un criminal, guste más o menos, había comenzado. Y sea como mártir, demonio, héroe o villano, su presencia en películas, libros y música rock ha sido constante desde entonces.
El terrible destino de Sharon Tate, el gran amor de Polanski, marca a fuego y sangre la historia americana del siglo XX. El final de los sesenta era la muerte en tu propia casa, en plena noche, completos desconocidos que te destripan sin motivo claro, sin ni siquiera un móvil de robo.
El malvado maestro de marionetas fue durante los 70 en un héroe anti-establishment. Al final, de una forma u otra, la fama que anhelaba había aparecido. La popular portada con su cara de la revista Life de Diciembre de 1969, rezaba “la secta del terror y el amor” la de junio de 1970 de Rolling Stone "el hombre más peligroso vivo".
Su historia de sexo, música pop, muerte y drogas cuestionó toda la cultura hippie. Manson fue condenado por siete cargos de asesinato en primer grado, aunque nunca hubiera ejecutado ninguno con sus propias manos.
Desde el primer instante, el horror se infiltró en el cine independiente, las películas de explotación y bajo presupuesto. Desde La última casa a la Izquierda, Los asesinatos de Todd o Multiple Maniacs de John Waters, mostraban una crudeza inusual, recreando a su manera esa muerte del sueño americano a través de asesinatos.
Por supuesto, la cultura explotó el caso desde el documental sobre los hechos y su figura hasta el dossier de este realizado por el fiscal del juicio, Vincent Bugliosi. Helter Skelter es probablemente el libro que más ha influido y moldeado la opinión pública, un bestseller internacional que inspiró su propio docudrama en el canal CBS.
Más allá de los asesinatos, el personaje Manson se fue forjando gracias a sus pocos remilgos para aparecer, contar y ser entrevistado. Un duende histriónico, bajito, con mirada penetrante y una elocuencia sorprendente en un hombre con su trayectoria y educación.
Había pasado la mayor parte de su vida aislado, pero había aprovechado para empaparse de la biblia, teorías de la cienciología y mucha ciencia ficción. Aprendió a tocar la guitarra y cantar un poco, lo justito para que los Beach Boys grabaran una de sus canciones. Uno de sus miembros por poco se hizo “miembro” de la familia.
El hecho de que ese ser terrible fuera músico animó la escena de la música rock. Siouxsie y los Banshees versionaban Helter Skelter, U2 la sampleaban. La canción se convirtió en la carta de presentación de Manson a toda una nueva generación.
Lemonheads, Skinny Puppy, Cabaret Voltaire grabaron o muestrearon Manson. En 1993, Guns'n'Roses grabó una versión de la canción 'Look to Your Game, Girl'. Trent Reznor de Nine Inch Nails, instaló su estudio en la casa de los célebres asesinatos para grabar The Downward Spiral, su disco más popular, y también sería el padrino musical de Marilyn Manson, quien se había bautizado así mezclando el nombre de la actriz con el del criminal y también ha realizado alguna versión.
Los noventa fueron una época de culto hacia los asesinos en serie, un tiempo en el que la fascinación y la mitomanía se confundían: su rostro aparecía en camisetas de fans, como si se tratara del Che Guevara. Una glorificación convertida en mercado de memorabilia y referencias en la cultura pop, se había reencarnado en el cliché de la contracultura, en signo de rebelión adolescente. La película Asesinos Natos, con guión de Quentin Tarantino se hacía eco del fenómeno, que pasaría a ser parodiado en el episodio ‘¡Feliz Navidad Charlie Manson!’ de South Park.
La llegada de Internet, lejos de disipar el seguimiento, ha convertido el caso en el más documentado de la historia: escenas del crimen, fotos de autopsias, páginas dedicadas al personaje, montajes de YouTube, entrevistas, fragmentos televisados de libertad condicional y ha seguido teniendo relevancia hasta hoy.
Una nueva biografía de Manson se publicó en 2013 y Rolling Stone entrevistó a Charlie cuando una fan quiso casarse con él. El nuevo paradigma de ficción televisiva tampoco le ha querido olvidar y series tan populares como Mad Men flirteaban con la historia de Manson en alguna de sus temporadas. Finalmente, la reciente Aquarius utilizaba la trama de los asesinatos como núcleo, llegando a molestar a los familiares de Sharon Tate por la ligereza con la que se tratan los hechos.
En el cine, realmente nunca se ha dejado de revisitar la historia en telefilmes de todo tipo, haciéndose versiones apócrifas, y llegando los hechos concretos a influir en el género del terror y thriller como Deathmaster, Perros rabiosos, La Secta, El señor de las ilusiones, Anabelle hasta convertirse en elementos recurrentes, o directamente, crear dramas a partir del punto de vista de los miembros del culto como Faults o la impactante Martha Marcy May Marlene, una de las mejores visiones de la vida en el rancho Manson, sin utilizar propiamente, como tal, al personaje.
En los últimos años, aumentan agrupaciones que tratan de santificar su figura, tratándole de víctima del sistema y llegando a todo tipo de conclusiones conspiranoicas.
Aunque lo que sí está claro es que todo el culto y propaganda provienen de una demonización propia de la sociedad americana, sedienta de caras concretas, de supervillanos a quien cargar la culpa: Bin Laden, Sadam Hussein son los diablos de oriente, Charles Manson es el hombre del saco de su sistema educativo, de sus políticas sociales, penales, y su ceguera hacia las clases sin oportunidades, o quizá el movimiento desmesurado responde al sensacionalismo propio de una prensa sedienta de atención y ventas.
Una mirada al vacío, o sencillamente una maniobra de despiste para encubrir las violaciones y matanzas de más de 500 civiles en Mai-Lai por parte del “intachable” aparato militar yanqui en 1968.
Su figura de anticristo superstar ha sido pintada como el mismo diablo, asegurando así su estancia en prisión hasta el final de sus días. 2016 se fue como el año de la parca, y 2017 vuelve para recordarnos que estamos en el proceso de matanza de una era, para dejar paso a otra distinta.
Manson aún era temible porque había entrado en la leyenda de la historia cuando la histeria no se perdía entre el ruido. Su mitomanía es tan casual como absurda, pero existe y es difícil que un terror colectivo vuelva a tomar forma con raíces tan profundas en la imaginación colectiva.
El siglo XX se ha acabado y los 2010 están tirando de la cadena para no dejar restos de los iconos, símbolos y mitos más queridos de nuestra cultura. Tampoco quedarán en pie nuestros monstruos.