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Te voy a contar lo que es sufrir amaxofobia y ser siempre el copiloto

Lo que para muchos es algo normal para mí es una hazaña de dimensiones épicas. Mis amigos cumplían la mayoría de edad, se sacaban el carnet y a mí siempre me tocaba ser el copiloto, el tipo del Google Maps, el que da conversación, el que se lleva las broncas, en definitiva, el esclavo del piloto.

Si en una conversación alguien habla sobre lo cara que está la gasolina lo más probable es que yo desvíe esa conversación hacia la dictadura del petróleo de los países árabes y hacia el futuro de las energías renovables. Si alguien habla sobre viajes y escapaditas lo más probable es que yo hable sobre las ciudades en las que he estado y sobre lo increíblemente enriquecedor que es viajar. Es decir, que haré lo imposible para no hablar sobre coches, conducción o similares.

Lo más triste de todo es que a mí me encantan los coches y me encantaría conducir. Todos estos, a veces ridículos y forzados comportamientos del primer párrafo, no son sino un arma para defenderme del estigma social con el que vivimos o convivimos los no conductores.

Afortunadamente, desde hace unos años vivo en Madrid. Una ciudad que, lejos de solucionar el problema, al menos lo camufla con frases del tipo: “con lo bien que funciona el metro ¿Para qué necesito un coche?”, “usar coche con lo que contamina me parece algo anti-moral”, “si casi no llego para pagar el alquiler, ¿cómo demonios voy a mantener un coche?”

Lo cierto es que si en una de esas conversaciones alguien está escupiendo esas frases con forma de excusas, los que sufrimos amaxofobia nos detectamos rápidamente. Somos como los vampiros, los humanos no pueden descubrirnos tan fácilmente pero entre nosotros sí. Lo peor es que si te descubren y te preguntan por qué no te has sacado todavía el carnet, una especie de brutal y cristiano sentimiento de culpa te invade, cuando lo que deberías hacer es responder con un contundente: “no, no tengo el carnet de conducir, punto, ¿responde esto a tu pregunta?”.

Siempre hay algún imbécil que, como en el anuncio de ese coche caro, te cuenta lo mucho que le gusta conducir y te echa en cara lo importantísimo que es, no sólo por el bien de tu independencia sino también porque, más tarde o más temprano, te enfrentarás a situaciones en las que, sí o sí, conducir será una obligación. No contento con esto, puede que ese mismo imbécil se atreva a mencionar eso de que en los viajes largos siempre es tu pareja la que conduce mientras tú te limitas a ver oír y callar.

Aquí tengo que reivindicar la figura del copiloto. Un ser abnegado a la voluntad del conductor. Alguien que, en los viajes largos, se dedica básicamente a buscar las mejores rutas, restaurantes y gasolineras, y a poder ser, sin peajes. Y pobre del copiloto que se equivoque. Un copiloto no tiene privilegios y por lo tanto no es sino un esclavo del piloto y alcaide de esa prisión llamada coche.

Pero las actividades del copiloto no acaban aquí. El copiloto debe permanecer siempre estoico y focalizado en una única misión: satisfacer las necesidades del piloto. Por ejemplo, el copiloto debe tener siempre cientos de temas de conversación preparados para que el piloto no se aburra o se duerma. Así que si eres copiloto más vale que seas un buen speaker.

De no ser así, ten al menos preparada una buena playlist de Spotify que responda a los gustos del piloto. No se te ocurra incluir música tuya o estás muerto. Y recuerda que la cosa siempre podría ser peor, a tu piloto podría encantarle Kiss FM. Y si ese pack de entertainment está incluido un surtido de snacks y refrescos, que obviamente pagarás tú, mucho mejor.

Con esto te asegurarás un viaje menos tenso pero nunca exento de los problemas típicos de un copiloto. Palabra que dicho sea de paso, se nos queda un poco grande, ya que nunca seremos el piloto. Sinónimo de esclavo, o en el mejor de los casos, sparring, que es lo que verdaderamente somos desde el momento en el que nos subimos al coche.

No he querido escribir sobre los motivos que nos impiden conducir quienes sufrimos amaxofobia. Ya hay miles de artículos al respecto. He querido escribir sobre la siempre olvidada y maltratada figura del copiloto.

Alguien que hace todo lo que está en sus manos para integrarse de alguna manera en el mundo de la conducción. Alguien que contribuye a la existencia de Blablacar. Alguien que sin quererlo lucha contra las mafias de las autoescuelas. En definitiva, los auténticos superhéroes de la carretera.

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