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"Pásate por mi casa y te hago una prueba de cámara" es la frase que más me dicen los hombres desde que estoy en Los Ángeles

La Meca del séptimo arte no deja de sorprenderme en cuanto a relaciones se refiere. No ha habido ni un solo hombre americano al que haya conocido en esta ciudad que no me haya ofrecido hacerme “una prueba de cámara”. Sí, claro.

Fotógrafo aficionadoPexel

No falla. En Los Ángeles todos los hombres son productores, actores, guionistas, directores y están a punto de lanzar el proyecto que los convertirá en el próximo Steven Spielberg. Y no es mentira, por lo menos en sus cabezas. Parte del espíritu del famosísimo ‘American Dream’ es que uno se crea su propia mentira hasta poder demostrar (a uno mismo y a los demás) que es una verdad palmaria.

Mi profesor de la asignatura ‘The Business of Entertainment’ nos dijo una vez muy seriamente: “Fake it, until you can make it”. Lo que viene siendo un “fíngelo hasta que puedas hacerlo”. Una frase que representa muy bien la manera de hacer negocios, tanto en lo personal como en lo profesional, de sus habitantes.

Y aunque este ‘mantra’ se hace extensible tanto a mujeres como a hombres, estos últimos le han dado una vuelta de tuerca y lo han convertido en su mejor arma (o eso cree la mayoría) para ligar.

No es que me lo hayan contado, es que lo he vivido. La primera vez que un hombre me tiró fichas de esta peculiar manera fue durante un ‘networking’ organizado por la universidad. “Hola, soy María, periodista, y actualmente estoy estudiando producción, aunque es mi primera aproximación a este campo”, le dije con la mejor de mis sonrisas. Oye, nunca se sabe quién puede conseguirte unas prácticas.

Mi interlocutor asintió y comenzó un discurso que me dejó sin saber qué decir: “Hola, mi nombre es John y me dedico a realizar mis propios proyectos cinematográficos.

Dirijo, escribo, produzco, e incluso a veces actúo. Actualmente estoy inmerso en la preproducción de un nuevo trabajo y estoy buscando una chica para el papel protagonista. No sé si has actuado alguna vez, pero me da la sensación de que tienes gancho. Si quieres, pásate por mi casa y te hago una prueba de cámara”.

Recuerdo que mi primer pensamiento fue “me ha tocado el Harvey Weinstein de turno”. Lo cierto es que no podía creer lo que acababa de escuchar. Lo mejor de todo fue la manera en la que lo dijo. Como si fuese algo totalmente lógico y normal. Me acaba de conocer pero ya quiere que vaya a SU CASA a hacer una prueba de cámara.

Porque mira, otra cosa es que vengas y me digas que vaya a tu estudio. Que también me lo pensaría e iría acompañada de una amiga/o, pero a SU CASA… Y sí, lo pongo en mayúsculas porque aún no lo he asimilado del todo.

El segundo pensamiento que pasó por mi mente fue “a lo mejor las carreras de Jennifer Lawrence, Scarlett Johansson y Angelina Jolie comenzaron así….” Mira, NO, no lo creo ni lo más mínimo.

No sé a ciencia cierta cómo funciona la industria del entretenimiento en Hollywood (y dudo mucho que alguien lo sepa), pero si algo tengo claro es que “prueba de cámara” y “pásate por mi casa” suenan más a película pornográfica que a obra maestra que arrasa en los Oscar. ¿Cierto?

Salí del ‘networking’ creyendo que solo había sido mala suerte. Que no volvería a escuchar una proposición así. Ingenua de mí. Un mes después de este ‘encontronazo’, puedo decir que esta misma frase me la han dicho una decena de veces más (como mínimo). Es contarle a un hombre en Los Ángeles que estás estudiando cine y directamente te quieren convertir en su musa (de una noche, claro está).

Eso sí, primero debes pasar por SU CASA y que te robe un par de planos para ver si la cámara te quiere. Lo mejor de todo es que da igual a lo que se dediquen. Me explicaré mejor. Normalmente son ellos los que comienzan las conversaciones jactándose de sus carreras profesionales. Carreras que, por normal general, no tienen nada que ver con Hollywood. Es escuchar que estudio cine y todos ellos se convierten, de repente, en directores ‘amateurs’ con cámaras en SUS CASAS. Cuéntame otra.

La última proposición casa-cámara a la que tuve que enfrentarme recientemente me la hizo uno de mis compañeros de universidad. Me repitió hasta la saciedad que mi cara era “pura magia”. Sí, sí… Magia la que quería hacerme él. Tras declinar amablemente su oferta, escuché cómo les decía exactamente lo mismo a otras dos chicas. ¿Picarían? Pues sí.

Resulta que días más tarde este chico subió a su cuenta de Instagram lo que él definió como “un corto sobre feminismo”. Me sentí mal porque creí que, al final, él solo estaba interesado en llevar a cabo un proyecto profesional. Error. Le di al ‘play’ y durante los siguientes 6 minutos, las dos chicas con las que había estado hablando aparecían desnudas y besándose apasionadamente mientras él aparecía al fondo observando.

¿Moraleja? Cuidadito con la forma de entender el arte en Los Ángeles. Normalmente acaba con una mujer desnuda delante de una cámara. Ahí lo dejo.

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