El aterrador momento en que un estudiante de piloto abre la puerta de un avión en el aire
@BECARIA_
Esto del confinamiento ha sido un golpe bajo a nuestras vidas, aunque yo ya me voy acostumbrando a vivir en mi casa (que hasta he descubierto un cuarto que no sabía que tenía), y a valorar la suerte de estar aquí y no en un sitio peor, hasta que termine esta jodida pesadilla.
Quiero compartir cómo estoy viviendo el encierro en mi piso de soltera, sin pareja, sin familia ni mascotas, sin videoconferencias y sin encender mucho la TV, pero con redes sociales, teléfono y un cachivache que vibra color rosa palo. Bueno, y unos cuantos artefactos más, no os voy a engañar. Lo primero que he hecho al establecerse el estado de alarma, ha sido esconder los pijamas, que me parecen una indumentaria deprimente, y fijarme rutinas diarias como en la vida normal para no acabar volviéndome loca, más aún. Cuesta mantenerlas ante esta excepcional circunstancia que a ratos no te deja centrarte y te consume las horas entre leyendo información y preocupándote. Pero he aquí mi salvación, el planning obligatorio de mi confinamiento evadiéndome con series, libros, haciendo deporte virtual y teniendo sexo conmigo misma:
9:00 Teletrabajo
Dentro de mi pringadez como becaria en régimen de salario emocional, he tenido la suerte de poder seguir teletrabajando por las mañanas. Aunque ya dejé claro la pasada semana que teletrabajando no se trabaja. No me centro mucho, pero lo intento, y agradezco no tener encima a mi jefe dándome la turra. Le envío todos los días un mail con el estado de situación de mis labores, y así vamos capeando nuestras miserias, cada uno las nuestras, y aprovecho para comer chocolate y otros vicios que me vayan surgiendo entre horas sin que nadie me pida explicaciones.
14:30 Hora de comer con Netflix
Paso de informativos. Aprovecho la hora de comer para terminar de ver series que tenía empezadas cuando vivía como una persona normal y me sirven como un buen medio de evasión. Ya he terminado "Dark tourist"; los viajes a destinos tenebrosos, oscuros y macabros de David Farrier, un periodista neozelandés. Y también "Sexo y amor en el mundo", que cuenta en varios capítulos cómo viven las relaciones sentimentales y sexuales en diferentes puntos de la geografía internacional, por la periodista Christiane Amanpour. Evadirse en mitad de un sinvivir, es vivir.
18:00 Gimnasio de salón
Sobre esta hora me pongo las mallas y me enchufo en pantalla alguna clase para mantener activas las carnes, estirar bien y sentirme menos pesada que un saco de patatas. No salir de casa en todo el día es un suplicio que suplo con clases virtuales de GAP (glúteos, abdomen y piernas), Body Combat o pilates, y garantizo una pequeña dosis de bienestar y que voy a seguir entrando en los vaqueros cuando finalice la cuarentena. Al menos una pierna. Algo es algo.
22:30 Hora de cenar con Netflix o lo que surja
Igual que con la comida. Intento desconectar con series o algún documental lo suficientemente interesante, eso si no me acaparan por WhatsApp o me pongo a blasfemar en Twitter porque alguna gente no respeta la cuarentena quedándose en su casa. Me dejo llevar por lo que vaya surgiendo y si te he visto, no me acuerdo.
00:00 Leer, masturbarme y dormir
Muchas noticias hacen mella y me es importante desconectar a tiempo. Esta hora la reservo para leer sobre marcianos, sexualidad, feminismo o lo que cuadre si no me duele la cabeza. He retomado lecturas especiales, cada una dentro de su género: “El libro de la vida sexual” de López Ibor, “Marciano, vete a casa” de Fredic Brown y “Vulva” de Sanyal. Y lo que no perdono es algún momento sexual conmigo misma, que no es más que masturbarme aunque ya lo haya hecho en horas de teletrabajo para rebajar tensión o después de comer. Los orgasmos también me ayudan a sobrellevar la situación y mantener vivos esos pequeños objetivos de la vida como es correrse aunque luego no puedas salir corriendo. En fin, que llevamos menos de dos semanas de confinamiento y ya siento que he recuperado la virginidad física. La emocional no tanto, pero vamos tirando.
Y así es mi vida en cuarentena. Ni la recomiendo ni la dejo de recomendar, pero ni tan mal.