El aterrador momento en que un estudiante de piloto abre la puerta de un avión en el aire
@becaria_
Instagram siempre ha sido la red social del postureo, su cualidad dura como el acero que no podía destruir ni una mismísima pandemia mundial con miles y miles de personas muertas, un confinamiento total, una vida social nula, muchos trabajos que se han ido al garete y una economía que se ha quedado patas arriba. Un fiestón patrio. No pasa nada, el postureo en Instagram nunca muere; solo se ha visto un poco alterado, aunque con la misma tontería, dentro de las posibilidades de sus usuarios.
Crossfit en casa
Durante el confinamiento ha habido que adaptar muchas cosas a las cuatro paredes del hogar, y la que más exhibición ha tenido en Instagram ha sido el deporte. Que si yoga, pesas, bíceps con mancuernas de kilo y medio, bailes pachangueros, flexiones, abdominales y muchas sentadillas mal hechas. Las stories han sido la pasarela de las esterillas, mallas brillantes, camisetas de lycra con frases de autoayuda deportiva, músculos atrofiados con filtro Valencia y gotas de sudor imaginarias. Mucha gente se ha creído aportar algo enseñando sus rutinas a la galería, pero lo único que han hecho ha sido el ridículo. A día de hoy, sus stories siguen destacadas por si acaso le sirven de inspiración a algún extraterrestre que acabe de aterrizar en la Tierra y no sepa por dónde empezar a estudiarnos en mitad de este embrollo.
Postureo de jardín
Quizás lo más insolente del encierro ha sido la exhibición de gente con jardines con piscina y todo tipo de comodidades, sin entrar en las exhibiciones de futbolistas, cantantes y otros famosos con grandes latifundios, con lemas dándose aliento a sí mismos. Unas exhibiciones sin perder la humildad en sus publicaciones y ofreciendo un poco de oxígeno digital para sobrellevar esas semanas a sus seguidores, la mayoría sin terrazas, sin tan siquiera balcones destartalados, y con el máximo lujo de poder abrir unas ventanas y hacer un corte de manga a los vecinos en los patios interiores. Quien no se consuela, aunque sea viendo los lujos de otros, es porque no quiere.
Mascarillas espantosas
Desde que es obligatorio el uso de mascarilla en sitios cerrados y cuando en la calle no se puede mantener la distancia de seguridad entre personas, ha proliferado el mercado de los cubrebocas estampados como hongos en la humedad. Si ahora sales a la calle con tu mascarilla quirúrgica o FFP2 a pelo, como si fueras por la calle recién salida del hospital con una infección mortal, mal. No estás en la onda. Ahora debes llevar una mascarilla lo más estrambótica posible y, por supuesto, publicar tu selfie de rigor en Instagram para que todo el mundo vea que vas protegido con ese estampado que haría temblar la próstata hasta al mismísimo Kandinski. Si usas una mascarilla normal, tírala (a la basura, por supuesto), y compra ya tu trapo de colores para causar sensación entre tus seguidores durante la pandemia.
Terraceo y reuniones masivas
Y la pandemia que más prolifera estos días es la del postureo del primer café, copa o cena con los colegotas desde el primer día de Fase 1 sin respetar las distancias de seguridad y una docena de stories por persona para la posteridad. Que todo el mundo vea la suerte que tienes de estar compartiendo espacio con tu gente a menos de un metro, porque como sois colegas seguro que estáis todos sanos e inmunizados, escupiendo en las consumiciones de todos perfectamente colocadas sobre la mesa a escasos centímetros de las bocas. Lo que no te mata, te hace más fuerte. Dale al like, suscríbete y no dejes de poner el comentario de rigor: "Guaaapooss, disfrutad, ¡qué envidia!".