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AMARNA MILLER, DESDE LOS ÁNGELES
Es indiscutible que 'Las Kardashian' se han convertido en uno de los iconos más controvertidos de la cultura contemporánea. Y como tal, el apellido de las hermanas levanta adoración y odio a partes iguales. Si Andy Warhol siguiese vivo, estaría haciendo serigrafías con su cara.
Todos los días me encuentro alguna noticia relacionada con la familia Kardashian-Jenner. Da igual el medio que abra: Snapchat, Facebook, Instagram. El telediario. Las noticias de Twitter. El periódico de las mañanas.
Su historia empezó en el año 2007, cuando un video porno amateur de la prácticamente desconocida Kim Kardashian y su entonces novio el rapero Ray J fue filtrado a los medios y compartido mundialmente bajo el nombre “Kim K Superstar”.
Unos meses más tarde, la familia firmaba un contrato millonario para retransmitir en directo su día a día a través del reality show ‘Keeping up with the Kardashians’. Y el resto es historia.
Han aparecido en películas y series de televisión, diseñado sus propias marcas de cosméticos, ropa e incluso aplicaciones para el móvil.
La revista Times reconoció a Kim como una de las cien personas más influyentes el año 2015 y durante el 2016 pasó a formar parte del ranking de famosos con más seguidores en Instagram.
Todos los detalles de su vida, sus gustos y su relación con el rapero Kanye West pasaron a estar disponibles a golpe de clic, bien rebozados en destellos de dinero, opulencia y toneladas de cirugía estética.
Sin embargo, lo que me resulta más interesante de todo este movimiento construido alrededor de su figura es que la misma familia que desata los mejores halagos, despierta las peores críticas.
Provocan un odio visceral, un rechazo profundo y casi innombrable que va mucho más allá de la simple envidia.
La acusación denuncia que han llegado a lo más alto sin poseer ningún talento real. No son cantantes, diseñadoras, pintoras ni actrices.
Su ingenio reside en haber sabido utilizar su cuerpo, su belleza y su sexo en su beneficio.
Han convertido su imagen en un producto de mercado y lo han vendido al mejor postor en el momento adecuado. Frívolo, pero fructífero.
Las Kardashian son ante todo, empresarias. Han sabido ver un nicho de mercado (Superficial, pero existente al fin y al cabo.) y han suplido la oferta de la forma que la industria buscaba
¿No deberíamos aplaudirlas por ello? ¿No son un claro ejemplo de mujer empoderada? Si, utilizan los mismos reclamos caducos que el patriarcado ha usado para subyugar a las mujeres desde hace mucho tiempo.
El icono de la mujer sexual, altamente deseable, atractiva, que no tiene miedo a mostrarse. La femme fatale. Pero esta vez son ellas quienes toman las riendas de este estereotipo decrépito, reapropiándose de él y sometiéndolo a sus propios deseos.
¿No es esta una manera de romper el sistema desde dentro?
Sí, son sexuales, pero porque ellas lo han elegido. Sí, se graban teniendo sexo. Muestran escote, ponen morritos a la cámara y le guiñan un ojo al espectador. Convierten su culo en un objeto de deseo y juegan con la controversia a su antojo.
Después de que su controvertido video X fuese publicado, Kim Kardashian no asumió el rol que se esperaba de ella. No presentó arrepentimiento, no le lloró a la prensa rosa ni intentó justificar su acción.
Cuando su hermana Kylie le exigió una explicación en directo su respuesta fue “Lo hice porque estaba cachonda, y me apeteció”. Redoble de tambores, fuegos artificiales, aplausos. Bravo por Kim Kardashian.
Por no asumir el papel de víctima, y mostrar públicamente que disfrutar de tu sexualidad no tiene ningún componente negativo. Que los culpables son aquellas personas que distribuyeron el video, no ella por haber dejado que la grabaran.
Esta imagen de mujer que se siente a gusto en su propio cuerpo ha dado el salto a las páginas de las revistas de tendencias.
Y es que a estas alturas nadie puede negar que la belleza multirracial y llena de curvas de las Kardashian se ha puesto de moda.
Donde antes encontrábamos mayoritariamente a mujeres blancas, delgadas y de belleza convencional (Al estilo de Taylor Swift o Miley Cyrus) ahora vemos pechos grandes, caderas voluptuosas y pieles aceitunadas. Ropa ajustada, transparencias y mucha provocación.
Estas hermanas están cambiando el ideal de belleza contemporáneo, celebrando su imagen sin vivir el pánico de ser aceptada.
Demuestran que no hay nada de malo en mostrarte desnuda delante de las cámaras.
Exponen su sexualidad y rompiendo con estereotipos y tabúes mientras se sitúan en el centro de todas las miradas.
Seguirán recibiendo críticas, seguirán siendo objeto de odio y antipatía pero nadie puede negar que han creado escuela.
Y por eso me gustan las Kardashian.