El aterrador momento en que un estudiante de piloto abre la puerta de un avión en el aire
REGRESA EL DEBATE SOBRE LA TELERREALIDAD
Sarah Gertrude Shapiro, una entusiasta y feminista guionista estadounidense, se plantó en Los Ángeles con la intención de cumplir su sueño de dedicarse al cine… pero terminó trabajando en el 'dating show' 'The Bachelor'. Te suena, ¿no?
Es algo así como el 'reality' para encontrar pareja más popular (y más inverosímil) de Estados Unidos. Pues bien, tras trabajar allí durante nueve temporadas, aprender a manipular a los concursantes para moldearlos dentro de la narrativa del programa, y darse cuenta de que su contrato le impedía abandonar el 'show', amenazó a su jefe con suicidarse.
Fue así cómo se libró de aquel calvario. Años después, se convirtió en creadora de 'UnREAL', la serie norteamericana sobre dos productoras del 'reality' 'Everlasting', que se encargan de hacer la vida imposible a las chicas que van a buscar el amor.
Justo en 2015, el año en que 'UnREAL' llegó a nuestras vidas, la cadena británica ITV resucitó el 'dating show' de 2005 'Love Island', sobre un grupo de veinteañeros y veinteañeras de cuerpos hipertrabajados que se enclaustran en una villa de Mallorca para también, teóricamente, hallar a su media naranja.
Es más: si no la encuentran, van a la calle. Es curioso: mientras una serie de televisión relata los vicios de la telerrealidad (y de la televisión en general), los creadores de un programa deciden que el mejor marketing es explotarlos todos. Misoginia, racismo. La realidad supera a la ficción.
Lo que vivió Sarah Gertrude Shapiro para contarlo en 'UnREAL' ha vuelto elevado a la enésima potencia. ¿Por qué te contamos todo esto? 'Love Island' es hoy el 'reality' más seguido del planeta, y no es tan diferente de algunos que podemos ver aquí.
Pero, ¿de dónde sale este programa?
La historia de 'Love Island' ya te la hemos apuntado. El canal ITV retomó en 2015 la producción de un programa de 2005 y 2006 y lo puso a punto para nuestro tiempo: aspirantes a modelos y famosos, estrellas de Instagram y redes sociales, acuden a él para seguir siendo eso, aspirantes a famosos y estrellas de redes sociales. Para pegarse unas vacaciones en Mallorca vigilados por 70 cámaras.
Tal vez llevarse 50.000 libras (más de 56.000 euros); tal vez (lo más improbable de todo) encontrar el amor. A pesar de ir ya por su cuarta temporada, la edición de 2018 se ha convertido en todo un fenómeno: en Reino Unido la siguen más de cuatro millos de personas, y algunos medios estadounidenses se han hecho eco de esta sensación. Como lo hacemos hoy nosotros en España. Ojalá pudiéramos verlo, odiarlo y amarlo. ¿O mejor evitar la tentación?
Lo más sorprendente de la fiebre de 'Love Island', muchos años después del cuestionamiento de la telerrealidad y la telebasura (aquí lo vivimos a comienzos de los 2000), es que el espacio sigue despertando las mismas polémicas, el mismo amor y el mismo odio, la misma inocencia y el mismo prejuicio.
El medio británico The Guardian, consciente de lo que 'Love Island' supone en Reino Unido, se ha acercado a varios de sus defensores (uno de ellos un hombre casado y padre de 49 años) para preguntarles por qué están tan enganchados. Las respuestas pueden dividirse en dos bandos. Por un lado, los que disfrutan 'Love Island' como si fuera un culebrón, una ficción reflejo de las dinámicas románticas de hoy. Por otro, aquellos a los que el programa les permite hablar con los más jóvenes de amor, de sexo, de relaciones, de fama…
El reverso desconocido de los 'realities'
Lo que no muchos conocen (o al menos no nosotros, que vivimos en otro país) es la historia de Sophie Gradon. Esta modelo y Miss Reino Unido de 2009 concursó en 'Love Island' en 2016, y el pasado junio fue encontrada muerta, con solo 32 años. Algunos portales han barajado la idea del suicidio, pues sufría ansiedad y depresión. Hace solo unos días, el 11 de julio, se halló sin vida el cuerpo de su novio, Aaron Armstrong, de 25 años.
¿A que parece sacado de la serie 'UnREAL'? Pues es tristemente real. El joven se había mostrado preocupado en ocasiones por el efecto que participar en un 'reality show' había tenido en su vida, así como la virulencia de los ataques en internet y redes sociales. La muerte de la pareja multiplicó las críticas a 'Love Island'. ¿Protege a sus concursantes? ¿Transmite algún mensaje positivo o es solo un 'show'?
No obstante, pedir responsabilidad a sus productores (más allá de las medidas de protección a las personas que participan) sería un tanto hipócrita por nuestra parte. Es indudable que 'Love Island' es un programa para no tomarse en serio (jamás su misoginia y su racismo), sino para disfrutar incluso de eso, de cómo unos chicos privilegiados por ser blancos, guapos y famosos lidian con un mundo en el que ya son el hazmerreír.
¿No es eso también un poco cruel? Quizá, pero al fin y al cabo eso es la ficción. Porque 'Love Island' tiene más de ficción que de realidad. Es como pedirle a 'UnREAL' que no sea despiadada ni mamarracha. Como pedirle a los reality shows guionizados de España que solo lancen mensajes positivos, como si la vida real no fuera en parte como lo que muestran. Lo que sí debemos fomentar es el criterio para distinguirlo.