El emotivo momento en que un niño paciente de cáncer se reúne con sus hermanos tras seis meses en el hospital
AMARNA MILLER ENTREVISTA A LUIS MIGUEL ROJAS
Entre sombras de ojos fosforescentes, pintalabios de colores chillones y máscaras de pestaña, Luis y yo nos presentamos. Estamos en un rodaje porno, pero nuestra conversación va mucho más allá de los típicos comentarios banales que surgen mientras el maquillador de turno intenta borrar casi por arte de magia los círculos oscuros que tienes alrededor de los ojos.
Hablamos de muñecas. Específicamente de muñecas japonesas. Luis nunca ha estado en el país del sol naciente pero siente una pasión desmedida por la estética naïf que los japoneses transmiten a sus juguetes.
¿Estamos realmente hablando de objetos infantiles? La filosofía que rodea a los coleccionistas de estas pequeñas obras de arte va más allá del puro entretenimiento. Las inocentes figuritas se convierten en compañeras de vida, una extensión diminuta de uno mismo.
Los coleccionistas eligen la ropa, el maquillaje y hasta el color de los ojos. Teteras minúsculas y zapatos cosidos a mano tan pequeños como la uña de mi meñique forman parte de sus complementos. Sirenas de pelo verde, hombres lobo de dientes afilados o niñas con pecas y cara tristona.
No hay límite en la mente del consumidor, y personas como Luis hacen posible que su imaginación desmedida pueda llegar a hacerse realidad. Luis se dedica a customizar muñecas exclusivas desde hace dos años. Piezas únicas que se convierten en un alegato a la paciencia y la labor artesanal, un trabajo manual que hace casi por amor al arte.
Y es que lo que más me enamora de este chico de tan solo 25 años es que vende sus piezas prácticamente a precio de coste, porque “todo el mundo debería tener una”. Luis Miguel Rojas Castilla es el Robin Hood de las muñecas japonesas.
“Desde muy joven ya tuve claro que hiciese lo que hiciese sería algo artístico. Finalmente, estudié maquillaje y efectos especiales", me comenta.
“La afición por las muñecas empezó cuando era muy pequeño, adoraba las Barbie y las Bratz. Me gustaban mucho más que los juguetes catalogadados como para niños”. Años después, caí en la cuenta de que lo que realmente me interesaba era la versatilidad que ofrecen a la hora de ser customizadas. Entonces empecé con las Blythes”, prosigue.
Estas muñecas de ojos saltones y caras desproporcionadas fueron creadas en la década de los 70 por la compañía estadounidense Kenner. Tras un rotundo fracaso, la empresa japonesa Takara comenzó a producirlas de nuevo a principios de los 2000, con un éxito espectacular y en apenas unos años se convirtieron en uno de los estandartes del coleccionismo.
Junto a las Pullip, las Dollfie y las BJD (Ball-jointed dolls, o muñecas con articulaciones circulares.) son las piezas más aclamadas por los compradores.
“Adoro el respecto que existe en la cultura japonesa. No solo por las personas, sino también ¡por los objetos!”.
Así me responde cuando le pregunto si no siente interés por las muñecas occidentales.
“El estilo de sus piezas es mucho más limpio, mas detallista. Las empresas de muñecas europeas apuestan por diseños llamativos, pero menos cuidados. Están echas sin amor”, afirma Luis, mientras me cuenta cómo el creador de la empresa Volks (productora actual de toda la linea Dollfie) empezó el negocio familiar tras crear la primera muñeca como regalo para su adorada esposa.
¿Y cómo te inspiras, a la hora de crear una muñeca?, le digo.
“Cuando las modifico les estoy dando una identidad nueva. Nunca tengo claro lo que quiero hasta que la examino durante unos días”, afirma.
“Entonces empiezo tallando la boca y creando la expresión que quiero. Después la nariz y, por último, la forma de los ojos. En general, me gusta que tengan un aspecto un poco macabro pero con un brillo tierno en los ojos. Como si fuesen monstruos a los que el mundo les ha dado de lado y que solo quieren a alguien con quien jugar. Se que hay un componente psicológico escondido en mis muñecas, y me gustaría saber analizarlo.”
¿Cómo se modifica una muñeca de plástico? ¿Existe alguna técnica específica?, le insisto.
“Utilizo gubias para modificar las caras y poder dar rasgos diferentes a las bocas, ojos y narices. Modelo los dientes y algunos rasgos con masilla (por ejemplo, cuando quiero que tengan bocas de animal, o narices felinas) y me paso horas lijando para que las modificaciones se adapten completamente a la forma de la muñeca. Las maquillo con aerógrafo”.
Luis tarda entre 60 y 80 horas en dar a luz a sus creaciones pero las vende por una media de 275 euros. Una nimiedad, teniendo en cuenta la cantidad de trabajo que requieren.
“Se que, a priori, parece mucho dinero pero hay que tener en cuenta la cantidad de tiempo que me lleva hacerlas. No intento lucrarme, sino poder seguir creando y que más personas puedan disfrutarlas”, confiesa.
“Muchos otros artistas venden estas muñecas por 600 y 1.000 euros. Al fin y al cabo, ¡son piezas de artesanía! Yo no quiero hacer negocio con ellas. Las veo como parte de mi, y prefiero que la gente pueda permitírselas y disfrutar de ese pedacito de mi obra dentro de su colección", añade.
"Alguna vez he tenido un cliente que no podía permitirse el precio y las he rebajado, o hemos hecho un intercambio. Prefiero venderlas a gente que las vaya a querer independientemente de su economía", apostilla.
En plena era capitalista, me sorprende ver a alguien que decide involucrarse en un negocio sin la intención de hacerse de oro.
“De hecho, mi meta nunca fue venderlas; pero, cuando la gente empezó a ver mis primeras creaciones, me llegaron muchas peticiones de compra. Entonces, pensé que, si las vendía, podía dedicarme a comprar más piezas con ese dinero y seguir customizandolas; y, sobre todo, seguir aprendiendo”, recuerda.
Desde que empezó su afición, Luis ha customizado 52 muñecas, de las que ha vendido 48. Pero ¿qué as tiene guardado en la manga?¿En qué momento empezará a crear tus propias muñecas?
“Actualmente, estoy trabajando en una pieza de estilo anime de 60 centímetros, 100% creada y diseñada por mí, e impresa en una impresora 3D. Aún le queda mucho trabajo para que vea la luz, pero estoy muy ilusionado con el proyecto”, desvela.
Ojalá nuestros sueños siempre pesasen más que nuestras necesidades. En este momento de crisis económica, es refrescante encontrar a personas que todavía quieren trabajar por amor a lo que hacen. Y Luis es un buen ejemplo de ello. Si estás interesado en seguir sus creaciones, puedes hacerlo a través de su Instagram.