El aterrador momento en que un estudiante de piloto abre la puerta de un avión en el aire
@BECARIA_
Hitler, conocido en algunos círculos selectos como Adolfa La Golfa, es la representación absoluta del mal universal, más por Adolfa que por Golfa. El legado que nos ha dejado es terrible, ni de su vida sexual heredamos ninguna técnica ejemplar. Léase esto con su voz de pito y nasal, e imaginando su infame mechón de pelo cayéndole sobre la frente y su mano izquierda atacada de un temblor nervioso. Así fue, un grotesco ser infernal más propio de una ficción satánica que real.
Desamores frustrados
Adolfo Hitler no se libró de sufrir por amor, a su manera, y por aquellos tiempos no existían los libros de autoayuda que tenemos hoy para superar esos desajustes sentimentales. Adolfita se enamoraba de sobrinas y cosas así, y las mujeres se suicidaban a su paso. Uno de sus tropecientos biógrafos contó que, cuando tenía 16 años, se enamoró de una estudiante mayor que él, una tal Estefanía, que lo ignoró absolutamente y él llegó a plantearse “un romántico suicidio, arrojándose ambos, abrazados, a las aguas del Danubio”.
Primeros amores correspondidos, primeras venéreas y sus inicios como putero
En el fondo tenía sus sentimientos: lloró cuando se le murió un canario y tenía un poco de complejo de Edipo con su madre, pero estos amores no cuentan. Uno de sus primeros amores fue una lechera, cuando él estaba en la calle, malviviendo, y trabajando como peón albañil en Viena. También estuvo relacionado íntimamente con una “bailarina de cabaret” y coincide con estas primeras relaciones su primer contagio de una enfermedad venérea de la que tardó en curarse. Mientras vivía en un convento comiendo salchichón de caballo y cortezas de pan, evitaba el alcohol, el tabaco y a las mujeres, por miedo a que le contagiaran otra nueva enfermedad sexual. Se tambaleaban los cimientos de su bienestar vital, aunque lo acabó superando. Más adelante se lió con una polaca analfabeta a la que le daba clases y le pagaba con comida y entregándole su cuerpo cuando él quisiera. Hitler, un maestro putero antes de convertirse en el gran dictador.
Hitler era unicojón
Al igual que el dictador español Franco (también conocido como “Paquita”, tal y como lo llamaba su padre), Hitler era unicojón, vivió solamente con el cojón derecho; un cojón grande y libre, perdido en la Primera Guerra Mundial.
Eva Braun y otras amantes del montón
Se dice que con Eva Braun, a pesar de llevársela al otro barrio haciendo escala en el bunker, ni pinchaba ni cortaba con ella. Ni frío ni calor en aquella relación, que a su vez compaginaba con otros ligues que pululaban alrededor de Hitler “como mariposas alrededor de una peligrosa llama”. Su grotesco aspecto y despreciable persona no las ahuyentaba ni en sus últimos días de cincuentón pollavieja opresor: él mismo afirmaba que desprendía un fuerte “efluvio erótico” irremediable y que Alemania era su única novia, aunque…
Muchas mujeres, pero cero vida sexual: era un infame y pestilente deshecho humano
Pasó la vida intrigando a todo el mundo con su vida sexual. Se cuenta que tanta referencia femenina en su historial sentimental era una tapadera, y que no se ha comido un colín en su vida. Mucho nombre de mujer, pero nunca nadie lo vio en pelotas, añadido a esa “falla natural”: una impotencia encubierta en su grandeza, y también una rumoreada homosexualidad. No le faltaba de nada, tenía gases, halitosis como consecuencia de sus ardores de estómago y dientes picados, dormía con camisón por la vergüenza de su cuerpo, y lo de su unicojón derecho toda la vida lo acomplejó.
Homosexualidad oculta
Otras fuentes han desmontado su heterosexualidad relacionándolo con hombres en secreto. Secretos a voces. Se cargó a los gays de sus círculos; Rudolf Hess y otros colegas nazis del momento, para evitar que se fuesen de la lengua sobre sus inclinaciones. El “bello Adolfo”, como lo llamaban en la prensa satírica, desde 1943 castigaba con la muerte a quien dudase de ser el führer un macho cishetero ario. Tenía que ser duro ser homosexual y homófobo a la vez, odiarte a ti mismo y pagarlo con el resto del mundo.
La misoginia de Hitler
Y, por último, a pesar de estar enamorado de su madre y no querer salir del armario, su visión de la mujer no era para subrayar con rotulador fluorescente morado. Decía el pollavieja hitleriano que “el universo de la mujer es el hombre. Se puede decir que no ve más que a él. Por eso es capaz de amar tan profundamente”. “Mi madre vivió rigurosamente para su marido y para sus hijos. Era su único mundo. Pero le dio un hijo a Alemania”. ¡CON DOS COJONES! Bueno, uno y a duras penas.