El aterrador momento en que un estudiante de piloto abre la puerta de un avión en el aire
IDOLATRADO EN EL EXTRANJERO, PERO INCOMPRENDIDO EN ESPAÑA
Las películas de Pedro Almodóvar ya no ganan demasiado dinero en nuestro país, mientras sólo en Francia casi se triplicaron los espectadores de ‘Julieta’. Y cuando su Julieta viajó a otros 50 países, la taquilla recaudó 15,2 millones de euros en 2016. Ahora Almodóvar ya no es considerado por los españoles como Marca España, sólo como Marca Almodóvar.
Aquí ya no trasciende que el director manchego sea el primer español en presidir el jurado del Festival de Cannes (una distinción sólo al alcance del star system), y que el MoMA de Nueva York le dedique una brutal retrospectiva en una exposición que en España ni imaginamos.
Aquí todo esto se ve con apatía, como si no fuera motivo de admiración. ¿Acaso sus películas son para tanto? Es como si no gustando sus películas en nuestro país (o gustando menos) sus logros fuera de España no tuvieran valor. Ahora, la Filmoteca Española dedica un ciclo completo a su cine, durante todo el mes de marzo se podrá ver en Madrid la filmografía de Almodóvar (a precios populares).
Sin embargo, lo que podría leerse como un guiño de aprecio del Ministerio de Educación, Cultura y Deportes hacia el cineasta (que quedaría lejos de la retrospectiva del MoMa) pierde valor simbólico cuando se descubre que el motivo del ciclo es la cesión de todo el archivo fílmico de El Deseo al ICAA.
Es decir, el detalle positivo ha sido de Almodóvar hacia España, donando su archivo a la Filmoteca. Que el ICAA le dedique un ciclo es lo mínimo que podrían hacer para agradecer este gesto y darle visibilidad. A la inauguración de ‘Marzo Todo Almodóvar’, así se denomina el ciclo, al que NO acudirá el ministro de ramo, Íñigo Méndez de Vigo: envía a su número dos, su secretario de Estado, Fernando Benzo. Todo un detalle.
Hemos consultado a la distribuidora Alicia Hernanz, a los críticos españoles Jordi Costa y Alberto Rey, y al crítico francés Alex Masson. Nuestra pregunta es clara ¿Por qué otros países quieren tanto a Almodóvar mientras que aquí nos deja fríos?
No hagas memoria cuando te hable de Alicia Hernanz, ella trabaja en la industria cinematográfica pero probablemente no la conozcas. Ha dedicado su carrera profesional a la distribución de películas, pero en 2004 decidió mudarse y cambiar Madrid por París buscando un mercado más apetecible.
Aquel mismo año Almodóvar estrenó ‘La mala educación’, la película que para muchos marcó un antes y un después en la percepción que los espectadores españoles tenían de él. Pasó de ser un español ilustre de original desbordante para ser visto por el espectador español como un cansino con ínfulas.
Aquel año, igual que Alicia comenzó una nueva vida en Francia, Almodóvar también dejó de echar raíces en el público español para encumbrarse de forma contundente en la cartelera francesa.
ALICIA HERNANZ (distribuidora de cine en Francia): “Yo veo la pregunta al revés, no debemos preguntarnos por qué Almodóvar gusta al resto del mundo, lo que me preocupa es ¿por qué no gusta a los españoles?”
“El problema es nuestro. El cine de Almodóvar tiene sus fisuras, ‘La mala educación’ no fue su mejor película y siempre se lo recuerdan; pero sigue teniendo aquello que se busca en un director: una mirada única, un universo apasionante, y un punto de vista tan arrollador”, explica Hernanz.
La responsable de distribución nos recuerda que, precisamente, “almodovariano” sea ya un adjetivo que “todo el mundo comprende”, en España y fuera, es lo que “marca esa diferencia”, su cine es tan reconocible como el estilo de David Lynch o de Woody Allen.
Francia es un mundo aparte. Cómo se produce, distribuye y consume cine allí es algo que no tiene comparación con el resto del mundo, nos indica.
“Y si Almodóvar es muy apreciado en la cartelera francesa, eso debería ser un motivo de orgullo para España, porque te puedo asegurar que el reto de abrirse paso aquí es mucho más valorable que conseguir lo mismo en otros mercados: la competencia para llegar al puesto que ocupa Almodóvar no ha sido ningún regalo ni fruto del azar”, añade.
ALBERTO REY (crítico cultural): “Es nuestro problema, si en España somos tendentes a destacar sus carencias y sus enroques creativos estériles (que los tiene) y minimizar sus logros”.
¿Por qué ocurre eso con Almodóvar, cuando las historias que él cuenta son profundamente españolas? Tal vez porque esta afirmación podría estar vacía y ser simplemente una mentira repetida con mucha frecuencia, no una verdad. Todo esto se pregunta y responde Alberto Rey.
“Lo que hay de español en ‘La piel que habito’ o ‘La mala educación’ para muchos de sus espectadores (yo incluido) es prácticamente nada. Igual que la Nueva York de Woody Allen es SU ciudad (es decir, unos barrios, unos modos y unas clases sociales muy concretas), la España almodovariana es más lo segundo que lo primero”, opina.
“Lo cual tampoco es ningún drama. Que lo de Almodóvar no sea España (o que lo fuese y ya no lo sea) no es necesariamente un defecto, sino una evolución. Que esa evolución algunos se la hayan tomado como un abandono, incluso como una traición, no es algo que a Almodóvar parezca preocuparle. Y muy bien que hace”, expone Rey.
El crítico recuerda que, mientras una película apreciable (“lo es”) como ‘Julieta’ se enfrentaba en España a un ‘via crucis’ promocional que no podría sino perjudicarla (el “que hablen de ti aunque sea mal” es una falacia peligrosa), Nueva York, capital del mundo (“lo es”), se disponía a homenajear en uno de sus foros culturales más totémicos, el MoMa, la carrera de Pedro Almodóvar.
“Pero volver a los lugares comunes y tirar del ‘nadie es profeta en su tierra” no sería justo, pues el Almodóvar de aquí y el de allí, siendo los la misma persona/obra, no son el mismo concepto. Los códigos que rigen lo que es alta cultura y lo que no, lo elevado y lo populachero, lo kitsch y lo sofisticado, dependen del contexto. Y el contexto de Almodóvar es muy distinto en Madrid y en Nueva York, en España y en el extranjero”, recalca.
“Almodóvar en España no es exótico, sólo es estrafalario. No es visionario, sólo es gritón”, sentencia Rey.
No es de todos, prosigue el crítico, es sólo de unos pocos, “de los suyos, de su parroquia”.
“Y si seguimos por ese camino, y añadimos a la mezcla un poco (más bien un mucho) de envidia, terminaremos denigrando a la persona, el personaje, la obra y el discurso, en un alarde de revanchismo pueblerino repugnante”.
“Normal que Pedro prefiera sentarse en el trono que le ofrecen los neoyorquinos este año (o los franceses desde hace décadas) que reclamar aquí una butaca de polipiel que ni siquiera es cómoda. Y no me refiero a la de los Goya. O sí”, afirma.
“Al margen de lo que nos pueda parecer su filmografía (a mí me parece que va desde lo brillantísimo a lo dolorosamente grotesco, y en trayectoria descendente, por desgracia) o la simpatía o antipatía que nos despierte Pedro Almodóvar, negarle la categoría de creador importante es una indecencia y una catetada”.
(justo de aquí saco el titular para este reportaje, justo de aquí: podía haberlo insertado sin signos de interrogación, pero me pareció más honesto incorporarlos, que cada cual responda, como ha hecho Alberto Rey)
“Un país con criterio y con un concepto del agradecimiento más allá de la diplomacia de colegio de monjas, replicaría en Madrid la exposición del MoMa. La haría más grande, más loca, más brillante, más todo”, ensalza.
“Más almodovariana, que aquí sabemos perfectamente qué significa eso. Y en El Prado. Habría colas interminables. Como en aquella exposición de Velázquez, que despertó un furor inaudito por unos cuadros que, en su mayoría, llevaban en el museo toda la vida. España es así. Asín”, finaliza el crítico.
JORDI COSTA (crítico de cine): “Hoy estamos rodeados, por ejemplo, de incondicionales de Buñuel que, si hubiesen estado activos en el momento en que este estrenaba sus películas, también hubiesen puesto el grito en el cielo”.
“Ya dijo en su momento Fernán Gómez que una de las cosas que más caracteriza a nuestro país es el desprecio: tendemos a subestimar a nuestros talentos locales, cuando no a celebrar cerrilmente sus puntuales contrariedades y tropiezos”, asegura Jordi Costa.
En su momento, -continúa este crítico-, el cine de Pedro Almodóvar marcó un “auténtico punto de ruptura” y supuso el ingreso de una sensibilidad claramente contracultural en “un cine de la Transición” que no siempre supo ser lo suficientemente combativo con la herencia del franquismo.
“El cine de Almodóvar nunca ha dejado de jugar con ideas desestabilizadoras y, por tanto, nunca ha dejado de activar una serie de latencias –misóginas, homófobas, conservadoras- que perviven en nuestro entramado social hasta día de hoy”, opina.
“El consuelo es que el arte es largo: hoy estamos rodeados, por ejemplo, de incondicionales de Buñuel que, si hubiesen estado activos en el momento en que este estrenaba sus películas, también hubiesen puesto el grito en el cielo”.
“La condición de Almodóvar como clásico a perpetuidad en la cultura española está, pese a quien pese, garantizada, aunque me temo que al cineasta no le quedará otro remedio que seguir viviendo su evolución como una constante cadena de desencuentros con esa mayoría hostil”, concluye Costa.
ALEX MASSON (crítico francés): “Empiezan a verse algunas opiniones críticas sobre que está oxidándose. Y lo que es más importante, Almodóvar no está calando con esa aceptación unánime en la nueva generación de críticos franceses”.
El amor de Almodóvar y Francia ha sido un proceso muy lento y gradual, sus películas de la movida sólo fueron reconocidas por críticos minoritarios porque, además, al principio su distribución fue muy limitada con empresas pequeñas y muy locales. Es el retrato que nos hace Alex Masson desde el país vecino.
“Fue desde ‘La Ley del Deseo’ cuando empezó a atraer la atención de la prensa. Y finalmente se hizo mainstream con 'Mujeres al borde de un ataque de nervios', que en mi opinión alcanzó una mayor acogida por ser su primera película sin temática gay, porque por aquella época la homosexualidad aún era un tema complicado de tratar, incluso en Francia”, nos explica.
“Así pasó de ser un cineasta excéntrico, tipo John Waters, a un autor de comedias muy personales y se empezó a considerar como “tal vez oscarizable”, y digo tal vez porque como digo: el amor por Almodóvar ha sido cocinado a fuego muy lento”, apostilla.
Después, con ‘Todo sobre mi madre’, -dice el crítico francés- consiguió entrar en Cannes, y ese fue el nivel más alto en esta historia de amor entre Almodóvar y los críticos y espectadores franceses.
“Sustituyendo para la prensa y el público a Carlos Saura como el director de cine español de referencia. Porque, a excepción del cine estadounidense, en Francia sólo se tiene en cuenta a un director relevante por país: Wenders de Alemania, Kurosawa de Japón…”, insiste.
“Creo que sería muy interesante revisar este tema dentro de unos años, porque pese a que Almodóvar es ya considerado un director clásico y de calidad indiscutible en Francia, empiezan a verse algunas opiniones críticas que empiezan a apuntar su oxidación. Y lo que es más importante, Almodóvar no está calando con esa aceptación unánime en la nueva generación de críticos franceses”, vaticina Alex Masson.
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