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EL CREADOR DEL CINE DOGMA ANUNCIA SU RETIRADA

Soy un estudioso de Lars von Trier y te voy a contar todas sus idas de olla

Durante décadas, se ha dicho que Lars von Trier es el “enfant terrible” del cine nórdico. Pues bien, ahora el tipo tiene 60 años, de niño ya tiene poco, pero como persona sigue siendo terrible, terrible.

Lars Von Trier, muestra el lema persona non grataGetty Images

Sus películas se venden por sí solas, les sobra originalidad. Sin embargo, Lars von Trier prefiere envolverlas en continuas polémicas, farsas y leyendas negras. Es como si el director danés no pudiera estarse quieto y limitarse a rodar películas, también quiere salir a la calle con un altavoz y decir: ¡Soy lo peor, venid a por mi y pelead conmigo!

Nadie quiere pasar mucho tiempo a su lado, pero se ha convertido en el Woody Allen europeo. Las grandes estrellas americanas sí quieren rodar con él, y bajan sus cachés hasta lo simbólico. El dinero no es problema, saben que rodar con Trier les dará esa chispa de calidad y trascendencia de la que generalmente carece el cine comercial norteamericano.

Pese a todo, cruzan los dedos para que esta experiencia pase cuanto antes: todo el mundo parece sentirse muy incómodo estando junto a Lars von Trier, porque suele hacer y decir, digamos, cosas raras. Vamos a repasar algunas de sus idas de olla.

Nobleza de pacotilla

El joven Lars no conoció a su padre y se crió bajo la duda de quién sería aquel hombre misterioso del que su familia nunca hablaba. Para saciar su curiosidad, la madre de Lars acabó confesando que su progenitor fue un judío perseguido por los nazis y que, por tanto, Lars también era mitad judío.

El niño se obsesionó con sus raíces hebreas, tanto que su madre reculó y confesó la verdad: todo esto era mentira, ni judío ni perseguido por los nazis, era sólo un detalle exótico que se inventó sobre un hombre gris, alemán, del que no había mucho que contar.

Entonces, Lars se pasó al otro bando ¿he oído alemán, mamá? ¿No molaría haber tenido una ascendencia nazi? Fue entonces cuando se puso el “von” entre el nombre y apellido, un signo de nobleza germana completamente postiza.

Y ya puestos, ¡viva Hitler!

Sus dos primeros largometrajes trataban el tema nazi. Siempre pareció un tema que le llamaba la atención. Hasta que en la rueda de prensa de Cannes por 'Melancolía' en 2011 se atrevió a decir “Entiendo a Hitler, sé que hizo algunas cosas malas, pero le imagino en su bunker al final y le entiendo, se que no era un buen tipo pero le entiendo y simpatizo con él”.

La cara de Kirsten Dunst escuchando estas palabras a su lado lo dicen todo.

A raíz de este incidente, el cineasta fue declarado unánimemente por el festival como “persona non grata” y consiguió aparecer en todos los medios de comunicación dándole a su película un empujón extra de popularidad.

Pero Trier se quedó sin su único destino “turístico” fuera del norte de Europa. Viajaba puntualmente al festival desde hace décadas, porque Trier no rueda para el público, rueda para Cannes, ese festival es su Meca.

No obstante, si la vida te da limones, hazte una limonada: al año siguiente Trier cambió el festival de Cannes por Berlín y acudió al photocall de la Berlinale con una camiseta con el símbolo de Cannes y la frases “persona non grata”.

Mira de cerca la camiseta:

Lars Von Trier en el Festival de Cannes | Gtres

Lars el vende Dogmas

Retrocedamos un momento ahora a 1998. Lars von Trier tiene una idea completamente revolucionaria: que rodar sin medios sea cool. Se inventa un certificado, “Dogma 95”, que expide a las películas que están rodadas bajo las reglas de sobriedad y pobreza que él dicta, como si fueran los mandamientos del cine: “No rodarás con luz artificial, no aplicarás post-producción…”

Sin embargo, es el primero en saltarse las propias reglas que él dicta y aun así es capaz de hacer una película tan maravillosa como 'Los Idiotas' sobre una casa ocupada por un grupo de discapacitados que se pasan la peli haciendo el gamberro, organizando orgías y atemorizando al vecindario. En este filme, por cierto, Trier rueda una penetración explícita real entre dos personajes.

Odio a los EE UU

Salvo en raras excepciones, todas las películas de Lar von Trier se han rodado en inglés, pero nunca en Reino Unido ni mucho menos en Estados Unidos. Tiene su porqué. El director no puede coger aviones, le tiene fobia a volar. Tanto que a su amados festivales de Cannes y Berlin acude en autocaravana seguido en carretera por el séquito de su productora.

Habiendo asumido que nunca cogerá un avión, le declaró la guerra eterna a Estados Unidos: “¡Jamás pisaré ese país porque lo desprecio!” y para ejemplificar ese sentimiento rodó una trilogía contra Estados Unidos compuesta por 'Dogville', 'Manderlay' y... 'Washington'.

Un momento: ¡nunca llegó a rodar 'Washington'! pero siempre dijo que se trataba de una trilogía. Explicó que para la tercera se sentía muy deprimido, y anunció que jamás iba a volver a rodar una película. Al año siguiente, lanzó su primera comedia: 'El jefe de todo esto' a la que le siguieron otras cinco pelis.

El choteo de los acentos

Como Lars no quiere salir de escandinavia rueda sus películas en Dinamarca y Suecia, a veces imitando el paisaje de Inglaterra o Estados Unidos. El elenco de sus películas es completamente internacional, dándose en ocasiones la extraña circunstancia de que ningún acento de sus personajes concuerda con el momento y el lugar en el que se supone que se ambienta el filme.

El tratamiento de los acentos es algo que Trier no trabaja en absoluto, convirtiendo joyas fílmicas como 'Dogville' (una historia puramente americana de principios del siglo XX) en un monstruo de Frankenstein de acentos: húngaro, inglés, sueco, americano, francés…

Nadie le soporta

Björk y él hicieron una obra maestra con 'Dancer in the dark' en 2000, una película llena de sensibilidad, drama y emoción. Sin embargo, ambos acabaron a pedrada limpia, durante el rodaje no se dirigían la palabra y tuvieron que utilizar intermediarios para comunicarse.

Algo parecido ha ido ocurriendo con el resto de actores de sus producciones, hasta que en el rodaje de 'Dogville' él mismo propuso poner un confesionario al estilo Gran Hermano donde los actores podrían ponerle a caldo al final de cada día de rodaje, ¡y vaya que lo hicieron!

Pensaban usar ese material como extra de los DVDs, pero el material era demasiado monótono: simplemente, todos los actores de la película le consideraban un prepotente maleducado y estaban deseando terminar la película cuanto antes para salir corriendo a sus casas y no tener más contacto con él.

La Gran Depresión

Cuando dejó a su mujer por la niñera de sus niños alegó estar deprimido. Cuando le tiró los trastos a Emma Watson en 'Rompiendo las olas', alegó deprimirse. Se sintió atraído por Nicole Kidman durante el rodaje de 'Dogville', se deprimió.

Ahora está a las puertas de estrenar su última creación: 'The House That Jack Built' y ha hecho público a los medios que, sin duda, será su última película porque está deprimido.

Bendita depresión, gracias por ser tan rarito Lars.

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