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MI TEORÍA ES QUE VAMOS A ESTAS HABITACIONES PARA ENCONTRARNOS

Soy millennial y me pregunto si las escape rooms son una metáfora de nuestra generación

Las sesiones de ‘escape rooms’ están cada vez más de moda. Hay al menos en cada ciudad española, aunque nacieron en Japón coincidiendo con la crisis económica. Nos preguntamos si un fenómeno de entrar en una habitación cerrada y escapar en menos de una hora explica la propia generación de los millennials.

Escape room o habitaciones para escapar en 60 minutos SIMULACRE VUIT

¿Son las ‘escape rooms’ la metáfora definitiva de nuestra generación? Según Wikipedia, la primera ‘escape room’ fue fundada en Japón en el año 2008, el mismo año en el que quebraba Lehman Brothers y España entraba en recesión. Desde entonces, esta especie de ratonera lúdica ha proliferado por todo el mundo, casi tanto como las páginas de búsqueda de empleo.

Ya hay más de 500 ‘escape rooms’ en nuestro país. Solamente en Madrid, hay más de 30. Son las nuevos ‘pintballs’, la clase de sitio a la que uno va con los amigos para hacer algo “diferente”. Si alguna vez os han propuesto ir a una, seguro que han empleado esa palabra para convenceros. Que se haya convertido en una de las actividades favoritas de las empresas para entretener a sus empleados, sin embargo, a mí me inspira un poco de desconfianza.

Escapando de una pirámide para salvar a un condenado a muerte

Para quien nunca haya oído hablar de esta moda, podríamos decirle que consiste en encerrarse con cuatro o cinco amigos en una habitación repleta de pistas hasta solucionar el enigma planteado por los organizadores. Suele tardarse de media a una hora entera, aunque algunos ratones especialmente listos consiguen salir de la habitación en solo unos minutos.

Las hay de todos los tipos: de ambientación egipcia, rollo mazmorra azteca o tipo ‘El nombre de la rosa’. En Madrid, hay incluso una que se llama “Pena de muerte 1962” y que consiste en demostrar la inocencia de un condenado a muerte. En cuanto a ambientación y temas, parece que las ‘escape rooms’ beben del espíritu de esos moteles de ensueño que encontramos junto a las carreteras: está la habitación romana, los baños de Cleopatra, la biblioteca inglesa…

Otros antecedentes de las ‘escape rooms’ son: los juegos de mesa, las aventuras gráficas y un programa de televisión que se llamaba ‘El club de los listillos’. También aquellas piscinas de bolas en las que celebrábamos los cumpleaños de niños, nuestras primeras aventuras supervisadas y pagadas, aunque a mí las ‘escape rooms’ no dejan de recordarme a otra cosa menos lúdica: las entrevistas de trabajo.

‘Search Party’ y la desilusión millennial

La pregunta que me hago es: ¿ha tenido algo que ver la crisis de 2008 con el éxito de las ‘escape rooms’? Poco después de su nacimiento en Japón, un periódico chino dijo que las ‘escape rooms’ eran una actividad cada vez más popular entre “estudiantes altamente estresados y trabajadores jóvenes, que acuden a este tipo de actividades para pasar un buen rato y desconectar de los problemas”.

Yo añadiría que el principal atractivo que las ‘escape rooms’ ofrecen a los desencantados millennials es la posibilidad de mantener una situación bajo control. Es decir, de darles un espacio en el que puedan desplegar sus habilidades y que estas sirvan de algo. Puede que en España ya sean el único lugar en el que el ingenio sea útil.

De ahí, también que las ‘escapes rooms’, a mí me lo parece, no dejen de ser dinámicas de grupo como las que los equipos de recursos humanos usan en los procesos de selección, solo que de pago. Convertir una entrevista de trabajo en un negocio no deja de ser muy japonés. Mi teoría, en fin, es que la generación perdida ha ido a las ‘escape rooms’ a encontrarse.

Una serie del año pasado que parece sostener esta misma idea: ‘Search Party’, título con el que, por otra parte, podrían haber sido conocidas igualmente las ‘escape rooms’.

En ‘Search Party’, una joven neoyorquina en paro descubre que una antigua compañera de la universidad ha desaparecido y decide ponerse a buscarla. Desencantada, su vida cobra sentido al convertirse en una especie de Miss Marple millenial. O sea, lo mismo por lo que se pagan 60 euros en las ‘escapes rooms’.

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