El momento en que una bomba de palomitas de maíz explota en mitad de una calle de China
EMPODERAMIENTO TELEVISIVO
Hace unos días abordábamos en Tribus Ocultas cómo algunas sitcoms progres de la televisión norteamericana están ayudando a convertir el escenario sociocultural de Estados Unidos en un lugar para el debate y la conciliación, aunque queda mucho por hacer. Una de las series que más ha dado que hablar en los últimos años por su heroína protagonista es Los 100, aclamada propuesta scifi de The CW: en un panorama de ficción que apuesta, al contrario de la realidad, por mujeres en el poder, Los 100 ha marcado el camino con un gris retrato de decisiones y encrucijadas morales.
Lo cierto es que pasó desapercibida en un primer momento, o quizá es que nos dejamos llevar por los prejuicios. Cuando The CW estrenó en 2014 Los 100 (en España la emite Syfy, que ha lanzado recientemente su cuarta temporada), parecía que seguiría la estela de otros básicos ejemplares teenager de la cadena; narraba la llegada a la Tierra, asolada tras un apocalipsis nuclear, de un grupo de adolescentes exiliados, que habían vivido hasta ese día en una colonia espacial. No obstante, pronto se convirtió en ojito derecho de los amantes de la ciencia ficción; por su universo entre Los Juegos del Hambre, Juego de Tronos y Perdidos, pero sobre todo por cómo construyeron a sus personajes y los conflictos políticos a los que se tenían que enfrentar.
Clarke Griffin, un milagro de la diplomacia política
El interés de la serie recayó desde su recta inicial en Clarke Griffin (Eliza Taylor); a diferencia de lo que, tristemente, podríamos esperar de una producción de acción y aventuras, aún más en una creada por un hombre (Jason Rothenberg es su showrunner), fue una mujer la que obtuvo el papel de líder de Los 100. No solo por su valentía, su inteligencia y su sentido de la justicia; además por manejarse en la conciliación con las tribus que habitan la Tierra mucho mejor que cualquiera de sus colegas masculinos. Clarke es un milagro de la diplomacia, pero también ha aprendido a hacer reprobables concesiones en una evolución un tanto nihilista. ¿Vale la vida de los que queremos más que la de los demás? ¿Eliminarías a un amigo para conseguir la paz?
Lo más interesante de The 100 es que Clarke es solo la muestra de un imaginario transgresor, tal vez no lo que esperaríamos en un planeta postapocalíptico, con personajes femeninos muy contundentes, como Octavia, Raven e Indra, donde las mujeres mandan más que los hombres. Además, es una Tierra que ha aceptado las diferencias raciales, y en las que la homosexualidad y la bisexualidad se viven con total libertad. De hecho, una de las tramas de culto fue la llegada del personaje de Lexa, una lideresa tribal con la que Clarke establece una relación personal y política muy emocionante. También fue una de las más criticadas; al desenlace de esa línea narrativa se le acusó de queerbating, de ser solo un gancho para el público más fiel de la serie.
Son ellas quienes luchan por la paz
¿Por qué no ha narrado Los 100 cómo se llegó hasta esa situación de igualdad y equilibrio en los clanes tras el apocalipsis, si es el elemento más inspirador de la serie? Esa es otra de las críticas que han hecho algunos columnistas y espectadores. Sea como sea, la propuesta de Jason Rothenberg es una aventajada entre las producciones scifi con las que la televisión de las últimas temporadas está retratando el panorama de incertidumbre que vivimos en la realidad. Ya hablamos de la contribución de series actuales como The Man in The High Castle o Black Mirror, y la de Los 100 es sin duda plantear un mundo en el que la resolución pacífica de los conflictos es la gran inquietud, y donde son ellas quienes de verdad luchan por conseguirlo.
Para llegar a una heroína como Clarke, personajes de ficción de los últimos años como Carrie Mathison, de Homeland, o Daenerys Targaryen, de Juego de Tronos, han sido imprescindibles, pero también figuras anteriores que nos conducen hasta la teniente Ripley de Alien. Tal vez aquel al que Los 100 le debe gran parte de su herencia es la Katniss Everdeen de Los Juegos del Hambre, otra extraordinaria mujer de la ciencia ficción, y no solo por sus similitudes en lo que al género se refiere; ambas son guerreras de armas tomar, sí, pero también hacen gala de un magnánimo sentimiento de la justicia, que persiguen la paz y la igualdad hasta que la Rebelión es la única forma de lograrlas. ¿Son las mujeres mejores políticas? Si nos guiamos por ellas, sí.