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En MedMen encontramos iPads, decoración nórdica y asesores personales.

La tienda en la que comprar marihuana es como ir al super

Con más de 1.000 empleados y 18 dispensarios distribuidos entre Arizona, California, Illinois, Nevada y Nueva York, ‘MedMen’ ha convertido la venta de cannabis en un negocio con mucha clase, estilo y enfocado a un público que se considera moderno y muy tecnológico.

MedMen, en Los ÁngelesMedMen

Nunca en mi vida he comprado cannabis. Jamás. Aunque reconozco que de joven me fumé algún porro que otro, yo era la típica que no tenía que lidiar con el incómodo momento de tener que buscar al fulano de turno que los vendía. Pues bien, ahora que vivo en Los Ángeles, ‘MedMen’ es la tienda a la que todo adolescente habría querido tener acceso en su día. ¿Qué es? Muy sencillo: un dispensario de cannabis. Sin más. Sin trampa ni cartón. Eso sí, adaptado para que comprar marihuana sea lo más parecido a hacerte con el nuevo iPhone.

Su estrategia es clara: normalizar la compra-venta de cannabis convirtiendo la misma en un acto social ‘cool’. No atribuirle ningún tipo de misterio. Poder decirle a tus amigos y a tus familiares “voy a ‘MedMen’” y que nadie piense que eres un delincuente o un drogadicto. Ahora bien, ¿cómo se consigue esto? Poniendo atención a los detalles. A muchos.

El Uber me deja en la puerta. He decidido visitar la tienda que está en Lincoln Boulevard, cerca de Venice Beach. Impoluta. Con su característica pared roja y sus letras blancas donde puede leerse sin ningún tipo de problema ‘MedMen’. Porque una de las claves del éxito de esta compañía es que no se esconde. De hecho, hay una tienda en pleno barrio de Beverly Hills. Sí, queridos, los ricos también se colocan. Además, esta compañía ha conseguido crear una imagen de marca que se queda grabada en la retina al instante. Una vez has visto su logo, lo verás por todas partes.

En la puerta hay un chico con un dispositivo electrónico en la mano. Viste un polo rojo y una gorra del mismo color donde puede leerse ‘MedMen’. Uniforme corporativo, nada más y nada menos. “Bienvenida a ‘MedMen’. Necesito un documento de identificación válido. ¿Es su primera visita a nuestra tienda?”, me dice en un tono amable y distendido.

Le doy mi DNI y le digo que, efectivamente, es mi primera vez (algo que pensé que con treinta y cinco años no volvería a decir en la vida). “Ok, ‘cool’. Ahora voy a escanear su identificación. Mientras tanto, puede ir entrando y uno de nuestros asesores le atenderá encantado. Antes de salir le devolverán su identificación”, me indica mientras me abre la puerta amablemente.

¡La Virgen! Creo que no me habían abierto la puerta de un comercio nunca. De una discoteca puede, pero de un negocio normal y corriente (aunque este igual no lo es) en la vida. Nada más entrar me doy cuenta de que podría estar siendo la protagonista de un anuncio de Ikea.

La decoración es minimalista, con unas mesas de madera sobre las que reposan varios iPads y estanterías blancas con un montón de productos que no adivino a identificar. Ya os he dicho que en esto de la marihuana soy muy naif. Cinco dependientes me sonríen y uno de ellos se acerca a mí. “Bienvenida, ¿en qué puedo ayudarle?”, me dice al interceptarme. Le cuento mi vida, él se ríe y me dice que me va a explicar todo lo que necesite saber para que mi compra sea “fructífera”.

Aunque me parece que son muy amables, lo cierto es que me incomoda bastante que no me hayan dejado estar a mi aire por la tienda. En el fondo lo entiendo. La imagen lo es todo y no quieren que nadie entre solo a husmear. Tom, que así se llama mi ‘weed personal shopper’ (término que me acabo de inventar pero que me parece lo más), me guía por cada una de las mesas.

En ellas puedo ver a través de unos cristales todas las variedades de cannabis que tienen. No solo la planta en sí, sino también los productos. Puedes comprar la flor, vapeos, cigarrillos ya liados, gominolas, caramelos, cápsulas, pastillas, chicles, chocolate, bebidas… etc. En serio, hay más variedad de productos que en el quiosco de la plaza del pueblo un viernes por la tarde cuando los niños salen de clase. Y sí, puede que este no sea el mejor ejemplo con niños de por medio, pero todos me entendéis.

Aunque quiero ponerme en modo ‘rastreator’ por la tienda, Tom cree que ya es hora de decidirme. Justo ahora que acabo de ver que tienen unas cestas, a modo de supermercado, para que vayas poniendo en ella los productos. De locos. Total, que le digo que no busco colocarme, que solo quiero relajarme y fumar un poco por las noches. “Entonces esto es perfecto para usted”, y saca de un estante una caja que bien podría ser la de una máscara de pestañas al uso. Lo abre y dentro hay un tubo de plástico (como de los de laboratorio) y en su interior un porro ya liado.

Maravillas de la vida moderna. En su exterior hay pegada una etiqueta en la que se indica el distribuidor, la fecha de la cosecha, la fecha en la que se empaquetó y el total de THC (Tetrahidrocannabinol) y CBD (Cannabidiol) que contiene. ¿Su precio? 15 dólares + 3.89 de tasas. Un total de 18,89 dólares. No está mal. Aunque bueno, qué sabré yo.

Una vez le confirmo que su sugerencia me parece bien, me acompaña a la caja para realizar el pago. Allí, una chica me llama por mi nombre: “¿Esto va a ser todo por hoy, María?”. Ay, madre. Me está dando el DNI a la vez que me habla y veo que en su mano hay un dispositivo en el que aparecen mi nombre y apellidos. Ea, pues ya estoy ‘fichada’.

Le digo que no necesito nada más y mientras pago me doy cuenta de que hay unos sobres rojos muy bonitos colocados con esmero para que, obviamente, no pasen desapercibidos. Le pregunto si puedo mirar qué hay dentro y me indica con un gesto que adelante. Atiende al invento: ¡son tarjetas regalo! Y su valor va desde los 25 dólares hasta los 250 dólares. En serio. Y había una personalizada para el día del padre (que aquí se celebra el 16 de junio). Lo típico que todo patriarca espera recibir de sus churumbeles en un día tan especial.

Mientras trato de ocultar mi estupor mirando al otro lado de la tienda, me topo con lo que nunca debe faltar en cualquier negocio ‘made in USA’ que se precie: ¡el ‘merchandising’! Efectivamente. De mujer y de hombre; camisetas, sudaderas y chaquetas están dispuestas en un estante que parece el de una tienda de lujo. La prenda más barata cuesta 29 dólares, la más cara 129 dólares.

A mí, me va a dar un parraque y eso que todavía no me he fumado el porro. Además, veo que también tienen accesorios. Un kit de tres llaveros con forma de hoja de marihuana (15 dólares), un set de tres pins con la misma forma y mismo precio, una esterilla para practicar yoga (29 dólares) y una gorra (25 dólares).

Pero esto no es todo. ‘MedMen’ también cuenta con su propia revista. Se llama EMBER, su precio es de 5 dólares y se jacta de ser “una nueva revista trimestral que destila la vanguardia del diseño, el bienestar, la creatividad, el estilo y la cultura a través de un moderno punto de vista del estilo de vida del cannabis”. Y oye, la verdad es que se lo curran. Más que nada porque su portada es siempre un famoso al que no le importa reconocer que fuma cannabis. ¡Alegría!

Tras realizar el pago, me doy cuenta de que la bolsa en la que me entrega la compra es también vanguardista. Vaya, que no es una bolsa al uso. Es como un bolsito de mano rojo con cremallera que ya os digo yo que me va a servir de neceser en mis viajes a la playa. Eso sí, pone bien grande ‘MedMen’, así que todos sabrán que soy una fumeta. Pero oye, no hay nada de lo que avergonzarse.

Así pues, llego a casa más feliz que una perdiz y compruebo mi cuenta bancaria para ver si me han pasado ya el cargo. ¡Sorpresa! ¿No quieres que tu pareja sepa que le das al cannabis de vez en cuando? Tranquilo porque el nombre de ‘MedMen’ no aparece por ninguna parte. En su lugar queda registrado lo siguiente: “Cashback services Peachtree Ga”. Lo busqué en Google y ni rastro de ‘MedMen’. Buen trabajo, queridos.

Pero lo que sin duda es una muestra de que este negocio es de los más lucrativos actualmente es su horario de venta al público. En un país donde a las 7 de la tarde la gente ya está cenada y con el pijama puesto, el horario comercial de ‘MedMen’ es de ocho de la mañana a diez de la noche. ¡Casi nada!

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