El aterrador momento en que un estudiante de piloto abre la puerta de un avión en el aire
"En la fiesta de Navidad de la empresa, empezaron a hacerme bromas, aludiendo a los castratti"
"Ten 'cuidao', porque la pistola ya tiene balas", le dijo su abuelo. Martín tenía catorce años y se llenó de rubor y de pavor. ¿Era cierto aquello? ¿Era su polla un arma de destrucción? Un par de años más tarde, en fiestas de su pueblo, morreó con Cecilia. Al final del verano, cuando el magreo fue a más en el cobertizo del parque y él se corrió medio dentro-medio fuera, ella entró en pánico.
"Yo en aquel momento no comprendía muy bien por qué tanto espanto. Es decir, sabía que el embarazo existía, pero no sentía ese terror que veía en ella. Era algo lejano. Obviamente, era un jeta, un adolescente inconsciente. Ahora no lo veo así", explica.
Sin embargo, algo de esta preocupación femenina y esa despreocupación masculina planea aún sobre las relaciones adultas y la sociedad en general. Si miramos con ojo generalizador, las mujeres son las que pasan mayor angustia por posibles embarazos, las que insisten en el uso de condones, las que sufren los efectos secundarios de los anticonceptivos hormonales, las que, en caso de quedarse embarazadas sin querer deben plantearse abortar, y una larga lista de etcéteras relacionadas con la anticoncepción y la salud.
Mujeres hormonadas
Mientras tanto, no nos resulta extraño que el hombre se comporte como alguien a quien el asunto del embarazo no le toca, una especie de niño grande ajeno a los misterios de la reproducción. Son muchas las mujeres que viven hormonadas casi toda su vida, mientras sus parejas masculinas se van de rositas, absolutamente desentendidos de cuándo hay que comprar una caja nueva de píldoras, cuándo hay que retirar el aro vaginal y si es mejor un DIU hormonal o uno de cobre.
Recuerdo a la madre de una amiga, ya con dos hijos adolescentes y sin intención de procrear más, quejándoseme en el rellano de la escalera: "Esteban no quiere ni oír hablar de la vasectomía, pero es que yo ya llevo veinte años tomando la píldora". Dos años después, la madre de mi amiga se quedó embarazada. Ya con casi cincuenta años, no entraba en sus planes volver a criar un bebé. Sus hijos la acompañaron a abortar.
Después de esto, su marido ni siquiera contempló que esta vez quizás sí que era hora de hacerse la vasectomía. Porque la vasectomía, lejana desconocida, nunca ha tenido un despunte de popularidad, nunca ha habido en nuestro país una campaña informativa potente al respecto.
¿Para qué, si las mujeres estaban dispuestas a tragar píldoras e introducirse DIUS? ¿Qué necesidad hay, si es una operación en la que te cortan unos conductos cerca de la polla (y la polla, ya sabemos, NO SE ACERCA A UN BISTURÍ)? ¿Qué caballero en su sano juicio querría dejar de echar espermatozoides por su miembro sagrado, mermar su masculinidad de esa manera? Anda, no me toques los huevos.
Y, sin embargo, hay hombres prácticos, cabales, tan comprometidos con la anticoncepción como sus parejas, que ya no quieren tener más hijos o que directamente no quieren tener ninguno, que se practican la vasectomía y que, a partir de entonces, pueden tener relaciones sexuales sin condón con sus parejas sin ningún temor al embarazo.
¿No es este el sueño dorado de todo muchacho, librarse de enfundarse el pene en látex y poder meterla al natural? Entonces, ¿por qué hay esa laguna negra de desinformación alrededor de la vasectomía? Sin llegar a ser, obviamente, una opción apta para todos los casos, ya que es difícilmente reversible, sí que se adapta a los casos de muchas parejas que ya no quieren tener más hijos o que no quieren tenerlos en absoluto, en las que la mujer lleva años tomando la píldora a cascoporrillo.
Daniel, de 41 años, tiene dos hijos
Al poco de nacer el segundo, decididos a cortar el chorro de humanos lanzados al mundo, su chica y Daniel acudieron a la revisión con la ginecóloga de ella. "Yo le comenté mi intención de hacerme la vasectomía y ella poco menos que me lo prohibió. Dijo “la vida da muchas vueltas” y la conversación acabó ahí", recuerda. Años después, cuando volvió con la misma idea a su médica de cabecera, se la vendió también como una mala idea. "Me dijo que qué pasaría si el día de mañana cambiaba de pareja”, cuenta.
Finalmente, consiguió que los médicos accedieran. Daniel no niega que ese miedo de raíz, atávico, a "perder la masculinidad" lo atenazó poco antes de la operación. "No niego ese pensamiento, pero tampoco se le puede dar mucha importancia a un impulso tan primario como ficticio. En cualquier caso, también encuentro como motivo de orgullo “machoide” el haber decidido conscientemente que el final de mi fertilidad lo he elegido yo", confiesa.
Pablo, de 41 años y con una hija
Pablo decidió junto a su pareja que una vasectomía parecía algo sensato. Y también, cómo no, se encontró con el muro de los médicos. "Mi médica de familia me lo desaconsejó. A mi novia le pareció que su actitud era machista. Nos dijo: "¿Lo has pensado bien? Mira que eres muy joven. Muchos se arrepienten. ¿Y si te lías con una mujer más joven que quiera hijos...?" Esto con mi pareja delante. Ella me dijo que estaba segura de que si hubiera ido a ligarse las trompas no le habrían dicho nada", dice con firmeza.
Juan Gabriel tiene 50 años
Algunos de los entrevistados aseguran no contar demasiado lo de la vasectomía. Juan Gabriel, que tiene 50 años y la vasectomía hecha hace 12, tuvo un episodio desagradable al respecto en el trabajo. "Trabajo en un bufete en el que somos casi todo tíos. En una reunión, a raíz de una broma que se hizo, yo comenté que estaba vasectomizado, y de pronto noté cierta rareza en el ambiente".
"Meses después, en la fiesta de Navidad de la empresa, empezaron a hacerme bromas bastante fuera de lugar, aludiendo a los castratti, y esas cosas. Me pareció una mierda", recuerda. Desde entonces, la vasectomía es un tema entre su pareja y él.
Pablo, en cambio, lo lleva a gala. "Creo que hay que romper tabús y publicitarla. De hecho, estoy encantado. Tuve alguna molestia leve los primeros meses en algún momento, no directamente ligado a la actividad sexual. Pero ahora no noto ninguna diferencia", confiesa. Esta actitud abierta ha hecho que muchos hombres le preguntaran al respecto. "Lo único un poco dramático que he podido vivir al respecto es que a mi madre se le cayó una lagrimilla al saber que no le daría más nietos biológicos", recuerda.
Pagar por ser vasectomizado
Pablo, al igual que muchos otros entrevistados, fue derivado a la privada para la operación. "Yo fui a protestar, porque había solicitado en el Infanta Sofía, que es público. Me dijeron que había una lista enorme, pero si elegía una clínica privada, me la hacían ya. Puse una reclamación y me negué a la privada, con lo que al final tardaron dos años", explica.
Tiene claro que la reticencia de los hombres, e incluso del propio sistema, a las vasectomías, "tiene que ver con el sistema patriarcal, venerar la polla y lo poco que nos gusta que nos toquen las cositas", y asiente con seguridad cuando le pregunto si cree que un hombre vasectomizado, en algunas cabezas, corresponde a un hombre castrado.
Manuel, de 42 años, con dos hijos
Manuel decidió hacerse la vasectomía, tomando así las riendas en el asunto. Para él, de alguna forma, ya era hora de tomar la responsabilidad. "Mi convicción es que Merchi ya había cargado con bastantes molestias asociadas a la maternidad (los embarazos, los partos, la lactancia) y que pedirle hormonarse o intervenirse era un exceso. Sentía que era mi turno y buscamos la información al respecto", recuerda.
En su caso, la intervención se realizó en el SERGAS (el servicio de salud gallego), aunque al final le atendieron en un centro privado. "Para este tipo de intervenciones ambulatorias de cirugía menor las listas de espera son muy largas (todos sabemos cómo está la sanidad pública en este país) así que el truco es que te apuntan y cuando pasan 6 meses tienes derecho a reclamar, que te atiendan por alguna clínica privada que tenga concierto con la Xunta y que luego ellos les facturen a la Seguridad Social", explica.
Manuel cree que, a la hora de que un hombre se decida a hacerse esta operación, convergen el factor de la "pérdida de la hombría", la falta de información y el recelo generalizado hacia cualquier cirugía aunque sea menor, como esta. Pero la lacra, sobre todo, parece apoyarse en ese mito, la hombría.
"Me ha sorprendido mucho ver las reacciones de tíos que considero abiertos de mente y bastante feministas cuando les planteas que quizá podrían hacerse ese cortecito en los testículos para ahorrarse sorpresas de mediana edad", me cuenta. Aunque hay esperanza: Manuel dice que muchos hombres, al saber que está vasectomizado, se han interesado y han querido profundizar en el tema. "Aunque, para ser sinceros, lo que más abunda son los chistes sobre castratti, sopranos y machirulismo…", confiesa.
Satisfecho con su decisión y con la atención recibida, Manuel resalta su agradecimiento a los centros de orientación y planificación familiar, antesala a esta intervención en el sistema público de salud. "Hacen una labor encomiable", asegura. No todo van a ser tropiezos en el mundo sanitario.
Jaime, con pareja, pero ambos no quieren tener hijos
Y después están los otros casos: los de los hombres que no tienen hijos y que están seguros de no querer tenerlos. Es el caso de Jaime. Tanto él como su pareja están seguros de no querer tener hijos biológicos. "Puestos en esta situación, nos parece más razonable una microcirugía que un tratamiento hormonal vitalicio, o andar forrándonos los genitales", razona.
Además de no gustarle especialmente los niños, y considerar que ya bastante lleno está el planeta de niños sin familia como para ponerse a parir, Jaime tiene la enfermedad de Crohn, una patología familiar que puede heredarse o no, pero prefiere no correr ese riesgo. "No quiero traer una criatura al mundo a que le hagan colonoscopias", afirma.
Aunque hace varios años que Jaime está convencido de querer practicarse una vasectomía, al igual que otros de los entrevistados, se ha encontrado con un muro, en su caso más ancho si cabe: La vasectomía está cubierta por la Seguridad Social, pero algunos urólogos, como si fuesen porteros de discoteca se reservan el "derecho de admisión".
Jaime lleva un tiempo en plena batalla con el jefe de urología de su hospital (Infanta Leonor, en Madrid). Cuando le comunicó su deseo de hacerse la vasectomía, el doctor le respondió que él no practicaba esa operación a hombres que no tuviesen al menos dos hijos. "Te puedo mostrar la respuesta a la reclamación del hospital diciendo que su "protocolo sanitario" es que los pacientes tienen que tener dos hijos y ser mayores de 35 años", concluye.
Así pues, parece que, como en tantos otros terrenos, aún faltan unos cuantos pasos por dar en lo que a anticoncepción masculina se refiere. La población masculina heterosexual debe, como primer paso, responsabilizarse de que la mitad de la responsabilidad con respecto a la anticoncepción es suya.
La Sanidad debe alejar los esquemas patriarcales de sus protocolos. Y todos debemos apartar esa pesada cortina que protege a los hombres de sus responsabilidades anticonceptivas y recordar que no es siempre el cuerpo de la mujer el que debe ser intervenido, cortado, medicado y manipulado.