¿TÚ QUÉ OPINAS?
El activismo en redes sociales se ha convertido en un arma de doble filo. Hashtags virales, campañas de visibilidad y retos online transforman causas sociales en trends. Pero, ¿hasta qué punto se cumple la promesa de cambio real, y cuándo solo es fenomenalismo digital sin impacto?
#BlackLivesMatter, #NiUnaMenos, #MeToo: estos hashtags recorrieron el mundo y lograron visibilidad en las redes sociales. En España, el activismo digital ha generado manifestaciones, donaciones y legislación. Sin embargo, también ha dado pie a críticas por falta de profundidad y compromiso real.
El llamado slacktivism (activismo fácil) consiste en interactuar con una causa sin implicarse demasiado. Dar like, reconvertir foto de perfil o compartir una publicación se considera gesto simbólico sin acción efectiva. Varias organizaciones advierten del peligro y aseguran que si solo compartes y no actúas, puedes ayudar a generar sensación de cambio sin resultados tangibles.
Pero no todo es negativo. En casos recientes, muchas campañas en redes generaron oleadas de donaciones y voluntarios. ONG y plataformas como GoFundMe informan que este tipo de recaudación espontánea ha salvado vidas.
La clave está en combinar online y offline. Cofundaciones, foros o encuentros presenciales dan seguimiento a las causas. Solo así se pasa de la conciencia digital a la transformación. En redes hay espacio para la educación, el debate y la presión pública, pero también para la desinformación.
El activismo digital también empodera a quienes no pueden manifestarse físicamente: personas con discapacidad, en régimen de cuidado o fuera de sus países pueden formar parte con un tuit.
Por tanto, lo esencial no es renegar de las redes, sino dejar de usarlas como sustituto. Hay que emplearlas como trampolín para la acción, no como una meta. Y recordar que, en última instancia, el cambio real necesita compromiso continuado.