DIVIDIDOS
Si fuiste al instituto entre los dosmil y los comienzos de los 2010, es probable que te cruzases con grupos de todas estas tribus, o que incluso pertenecieras a alguno de ellos. Te proponemos un viaje al pasado para recordarlos a todos ellos.
Estaban tristes, sufrían mucho, nadie los comprendía y llevaban flequillo: esos son todos los datos relevantes que necesitas conocer de los emos para reconocerlos. Ahora, las personas que eran emo están tristes, sufren mucho y nadie las comprende, pero al menos ya no llevan flequillo. Progresan poquito a poco.
Hijos no reconocidos de la cultura hiphopera y los bakalas, que lo petaron en los noventa. Cogieron lo peor de ambas estéticas y le añadieron un toque extra de horterismo, y se convirtieron en la gran subcultura de los dosmil.
Con el leopardo por bandera, y casi siempre en forma de legging, las chonis-bastas llevaron sus mandíbulas hasta la extenuación mascando chicle a todas horas. Iban a Claire’s a hacerse los piercings, y ya de paso aplicaban el descuento de los cinco dedos para la siguiente dosis de eyeliner, su droga recreativa por excelencia.
Creían que tenían mejor gusto que las chonis-bastas, pero en realidad carecían del origen proletario que les daba cierta legitimidad. Con chalecos de pelo, botas ugg y camisetas de Rams 23, combinaban las mayúsculas y las minúsculas en Tuenti como nadie.
Pensaban que eran alternativos, pero tuvieron una camiseta de Joy Division sin saber si era merchandising para un grupo o para un cantante. Los reyes de mezclar el pastel con el negro, y de la fritura de cabello con planchas y tintes de colores imposibles.
Llevaban gafas sin graduar, o incluso sin cristales. Look de leñador a tope, pero sin haber pisado campo en su vida. Fuera lo que fuera lo que te gustase, lo que les gustaba a ellos era mejor. Y pensar que Taylor Swift cayó en sus redes…
Siguen existiendo, pero hace mucho que dejaron de formar parte de los institutos como lo hacían antaño. La plataforma de afectados por atropello con un skate sigue luchando para que se haga justicia. Con lo abajo que llevaban los pantalones, no es de extrañar que causasen tantos accidentes.
La desaparición de los frikis como subcultura se debe a su exitosa integración en la sociedad: ahora, todos somos un poco frikis, y podemos vivir nuestras pasiones sin sentirnos juzgados (casi siempre).