La broma sencilla: coger un cañón de mano y accionarlo cuando el padre menos se lo espera, llenándole de confeti y asustándole cada vez que escucha el estallido. Pero este hijo decidió llevarlo más lejos haciéndolo durante dos semanas. La reacción del pobre hombre es siempre igual. Un susto, un grito y, cuando se da cuenta de lo que ha pasado un insulto (de forma cariñosa, por supuesto) a su hija.