El aterrador momento en que un estudiante de piloto abre la puerta de un avión en el aire
@BECARIA_
Llevamos un año de pandemia y son muchas las personas que se han visto afectadas en el terreno sexual por estas circunstancias de restricción, constricción y cilicio emocional. Si acaso, se libran quienes tienen pareja estable en un compromiso monógamo y viven satisfactoriamente su sexualidad de puertas adentro sin mayores pretensiones, o quienes el sexo ya les daba igual antes de esta hecatombe vírica. Pero las personas de culo inquieto, liberales, amantes de la variedad, promiscuidad y placeres diversos y en grupo sin remilgos, son quienes más están cargando con el peso de la libertad no ejercida plenamente por cuestiones sanitarias.
Orgías, aerosoles cargados y otras fantasías grupales
Los hombres y mujeres que peor están llevando la pandemia, claramente, son los hedonistas sexuales que ahora están concienciados con la situación sanitaria y que antes disfrutaban sin límites de las posibilidades del sexo promiscuo con amistades y desconocidos. Ya no se celebran fiestas orgiásticas como antes, muchos bares de intercambio de parejas y saunas liberales han cerrado o aplazado sus eventos lúbricos y, en general, se ha reducido la actividad "clandestina" con la esperanza de que esto pase pronto y poder retomarlo cuanto antes, pues es evidente que las orgías en espacios cerrados complican respetar la distancia de seguridad, la higiene de manos y de todas las partes en general, y lo de los aerosoles es un folclore de promiscuidad vírica paralelo. Las personas que afirman que esto es una plandemia gestionada por un Nuevo Orden Mundial para inocularnos un microchís con las vacunas y siguen con sus comunas genitales como si no pasara nada, no van incluidas en este epígrafe al tratarse de una excepción que siguen a su rollo entre el "flower power", la homeopatía y las orgías rivales.
Del ocio nocturno a las apps de ligoteo
Ya no se socializa ni folla con gente de los bares como antes, empezando porque nos han cerrado el ocio nocturno, y lo del "tardeo" tomando cafés y tónicas en las terrazas con mascarilla, nos distancia kilómetros aunque físicamente solo nos separen dos metros. Pero lo cierto es que, sobre todo, las personas que mantenían una sexualidad activa antes de la pandemia, ya fuesen solteras, con parejas abiertas o adictas a poner los cuernos, siguen teniendo la necesidad de avivar la llama erótica, liberar endorfinas y tensiones acumuladas. Del ocio nocturno hemos pasado a asumir nuevos riesgos tirando de viejos contactos y quedando con gente que creemos confiable de redes sociales, apps de follar y otros antros digitales. En Twitter y Facebook no se follaba nada, pero ahora son el nuevo Ashley Madison. Por salud mental, necesitamos rozar nuestros cuerpos más que nunca.
La complicación de poner los cuernos
Una pandemia que llevamos siglos arrastrando es la de los cuernos en situaciones de noviazgo y matrimonio, que tampoco se han visto indemnes ante la amenaza por el Covid19. Los hombres y mujeres que se salían de sus relaciones tradicionales para acostarse con otras personas a escondidas de la pareja, también están sufriendo las consecuencias. En el año que llevamos, el corneador concienciado con los efectos de la pandemia ha limitado sus contactos "clandestinos", porque aunque sus preocupaciones morales no supusieran un problema, a alguno sí le preocupa el poder llevar a casa el premio gordo del SARS-CoV, aunque olvidándose hasta la fecha de todos esos reintegros víricos como el virus del Papiloma Humano, la gonorrea, las hepatitis varias o el VIH. Nunca es tarde para ponerse al día en virología y coger al toro por los cuernos procurando no lastimarse las gónadas sexuales.