ALGO A EVITAR
Lo que comienza como una simple consulta de noticias puede transformarse en un hábito perjudicial para la salud mental. El fenómeno del doomscrolling, cada vez más extendido, refleja la ansiedad de una sociedad hiperconectada que no deja de deslizar la pantalla en busca de la siguiente alarma informativa.
El móvil se ha convertido en una extensión del cuerpo humano. Lo utilizamos para comunicarnos, trabajar, comprar, entretenernos e informarnos. Pero, a medida que aumenta nuestra dependencia de las pantallas, también lo hacen ciertos hábitos que, aunque parezcan inofensivos, pueden tener efectos negativos en nuestro bienestar. Uno de ellos es el doomscrolling.
Este término anglosajón, que combina las palabras doom (fatalidad) y scrolling (deslizar), se refiere a la acción compulsiva de consumir noticias negativas en internet. Lejos de tratarse de una moda pasajera, el doomscrolling se ha convertido en una práctica cotidiana para millones de personas. Basta con repasar mentalmente una escena habitual: llega la noche, te tumbas en el sofá, abres una red social o un medio digital y comienzas a navegar sin rumbo, saltando de tragedia en tragedia, de conflicto en conflicto, de desastre en desastre. Y cuando te das cuenta, ha pasado una hora.
Este comportamiento se intensificó durante la pandemia, cuando la necesidad de información se mezcló con la incertidumbre generalizada. Desde entonces, cada nueva crisis —ya sea sanitaria, política o bélica— reactiva este impulso. Las guerras, el cambio climático, la inflación, las tensiones sociales o los desastres naturales conforman un menú diario que atrapa al usuario en un bucle de negatividad.
Aunque estar informado es una actitud responsable, el exceso de exposición a contenidos alarmistas genera consecuencias evidentes: fatiga emocional, sensación de amenaza constante, dificultad para conciliar el sueño o pensamientos catastróficos. La mente, saturada, no distingue entre lo que ocurre y lo que teme que ocurra.
El doomscrolling no es solo una consecuencia del diseño adictivo de las plataformas digitales. También revela una ansiedad colectiva por entender el mundo, incluso cuando ese mundo parece más incomprensible que nunca. Para muchos, soltar el móvil no es desconectar, sino enfrentarse al vacío. Pero, tal vez, en ese silencio también habite la salud.