El aterrador momento en que un estudiante de piloto abre la puerta de un avión en el aire
ENTREVISTAMOS A BEATRIZ NAVAS, AUTORA DE ‘Y AHORA, LO IMPORTANTE’
Beatriz Navas pertenece a la última quinta de los 70, la última hornada antes de la aparición de la generación millennial, cuyos veteranos integrantes, nacidos a principios de los 80, habrían de ser moldeados por las novedades que aportaría la llegada de internet. Ya nada sería igual.
Preguntada sobre el asunto, responde con sabiduría y templanza: “Una generación no es una cosa homogénea, así que me preocupa generalizar. Mi generación se pareció quizá más a la anterior que a la posterior. Vivimos la interesante combinación de una sociedad con costumbres y rituales bastante caducos y un ansia y confianza en el futuro que hoy ha desaparecido y resulta ingenua.”
En su libro, publicado por la editorial Caballo de Troya, hay muchas cosas importantes además de la huella genuina de un tiempo y la entrañable sensibilidad de una chica. La esencial, que es una de esas obras que parecen engullir al lector, que lo llaman, que no cesan hasta que han sido consumidas por completo y dejan al terminarse un cálido vacío en el pecho.
Su autenticidad plena, la frescura narrativa, el encanto real de los acontecimientos relatados, mezcla perfecta de ingenuidad, entusiasmo y el sufrimiento característico que proporciona la inseguridad de la adolescencia hacen del libro una pieza irresistible. Además, para darle más vitalidad al contexto histórico, viene acompañado de preciosas reliquias escaneadas como el pase de día para las Olimpiadas de Barcelona o la recolección minuciosa de titulares de varios periódicos.
La magia del descubrimiento del mundo a través de la aventura callejera, de los viajes, los conciertos y los bares contrasta con el extrañamiento de una protagonista que, aunque en el diario no pare de hablar de sus experiencias, en realidad llevaba una vida bastante tranquila y ensimismada.
“Claramente me hubiera aburrido menos si hubiera nacido diez años más tarde. Por lo que cuento en el diario puede parecer que no paraba, pero solo salía los fines de semana. De lunes a jueves, las tardes en casa se me hacían eternas. Estaba en casa mucho tiempo sola y aburrida. Si no estaba catatónica frente a la tele, pasaba el rato escuchando música y soñando despierta. Leía y releía las revistas de música y hacía collages con imágenes de los grupos que me gustaban. Los domingos eran realmente deprimentes, me sentía en el Purgatorio. Por eso siempre salía a la calle con hambre de vivir cosas.”
Era en la calle donde pasaba todo, no en el móvil
Con la llegada de internet, una habitación solitaria podía suponer una gran fuente de aventuras, pero en aquel momento, sin duda, “era en la calle donde pasaban las cosas y donde te relacionabas y conocías gente. Tampoco había mucho que hacer en la calle más allá de sentarse en un banco a reírnos mucho, ir a 'fichar' a los chicos que nos gustaban y probar cosas que alteraran nuestros sentidos y conciencia. O tenías mucha imaginación o hacías lo que veías que hacían los hermanos o vecinas mayores. No soy capaz de imaginarme en qué podía ser mejor aquello a haber tenido lo mismo más internet, pero quizá ese aletargamiento de la semana y esa limitación de posibilidades nos obligaba a exprimir todo al máximo.”
La joven protagonista del diario, capaz ya de experimentar cierta amargura en torno a la toxicidad de las relaciones románticas o la injusta situación de su madre tras un divorcio en una época aún muy conservadora, vivió con alegría e inocencia sus visitas a las Olimpiadas de Barcelona y la Expo 92.
“No percibí el rechazo y las protestas hacia la Expo, fui bastante ingenua en ese sentido. Si me hubiera pillado con 16 o 17 años la cosa hubiera sido diferente porque a esa edad ya había gente en clase y en el entorno más concienciada que me hubiera hecho contemplar otros puntos de vista".
"Pero igual que entonces, soy carne de propaganda y manipulación. Tengo que hacer un esfuerzo enorme para no tragarme lo que leo y veo, y esa es una de las razones por las que me expongo lo menos posible a los medios de comunicación y a internet. Pero bueno, sí, la decepción empezó entonces y dura hasta ahora. Fue como el primer desengaño amoroso.”
La música juega un papel crucial en este conmovedor diario, pasión que su autora mantiene actualmente: “Como la calle, la música era un alimento y calmaba muchas ansiedades y anhelos. Luego la sustituí por el cine y me volví una cinéfaga. Pero tanto entonces como ahora, los directos me permiten escapar de todo y me resetean. De hecho, intento ir a un directo por lo menos una vez entre semana. En la facultad me enganché bastante a la electrónica, pero también a Battiato o los madrigales. Soy bastante heterodoxa. Elijo todo...”
Cuando tu vida no se veía en una pantalla
Al leer ‘Y ahora, lo importante’ resulta fácil imaginar la obra en formato audiovisual. ¿Contempla la autora esta posibilidad? “Tengo tan vívidas las imágenes de aquella época que me costaría verlo en pantalla sin que me pareciera un pastiche".
"Bueno, no, la verdad es que me encantaría verlo a través de los ojos de otra persona y devolver a la vida a mis amigas, Jordan y la gente que formó parte de aquella época. Ha tenido que pasar mucho tiempo para que me haya reconciliado con mi yo adolescente. Me avergonzaba mucho haber sido tan sumisa a cierta mecánica romántica, ensimismada, atontada, banal, no preocuparme por nada más allá de mi entorno...”
Insisto, no pensemos que esta valiente exposición de la adolescencia en todo su esplendor no entraña más interés que el anecdótico, el histórico, el del retrato y la curiosidad. Se llora, se ríe, se piensa mucho. ¿Qué puede aportar un libro más importante que eso?