El aterrador momento en que un estudiante de piloto abre la puerta de un avión en el aire
AGOSTAMIENTO, SU ÚLTIMO TRABAJO
Las flores se regalan, se cortan, se tatúan, e incluso si no tienen mala pinta se utilizan para comer o hacer Gin Tonics. En definitiva, el que no encuentre un motivo para que le gusten las flores—aunque sea solo un poco—, sufre una psicopatía integrada o es un tonto del bote. Dicho esto, y salvado, de momento, de la primera de las dos alternativas, cuando me acerco al Matadero y veo Agostamiento (el último trabajo de Basurama) solo puedo hacer una cosa: abrir bien los ojos, sentir la tranquilidad de los puntuales y concluir lo siguiente:
Basurama ha hecho de la cooperación su principal arma para combatir la competición, o lo que es lo mismo, ese comportamiento socio-económico tan vicioso como deshonesto, que ha hundido el país, en un guano capaz de alimentar a trescientos cincuenta diputados. De hecho, su manera de encarar la situación, parece mucho más sencilla y natural que la fatiga del competidor, no se trata de otra cosa que de “Trabajar en colectivo es cooperar, es unir fuerzas, es poner cada uno lo mejor de nosotros mismos y aprender de los demás. Creemos que hacer proyectos con otros siempre es más divertido, más enriquecedor. Y que para solucionar los problemas contemporáneos, la solución no puede ser unidireccional sino que tiene que ser múltiple y para ello hay que unir saberes, disciplinas y personas”.
Romper el vacío que ser respira en el ensanche de Vallecas sería un placer inmenso para cualquiera que sienta rechazo por esa competición, ¿verdad? Bien, pues Agostamiento, no es otra cosa que una invitación a hacerlo. En primer lugar, a caer en la cuenta de que esto es posible; y en segundo, de que podemos continuar perpetrándolo. Se trata de “una obra site specific que nace de una obra de arte público como son “Los Girasoles” (o el proyecto de plantar girasoles en el Ensanche de Vallecas)”. “Si quieren arte, coman pipas” rezaba el titular, espero que poco a poco vayan viendo los motivos de la sugerencia culinaria. VAYAN A COMER PIPAS DE LOS GIRASOLES DE VALLECAS. Por si acaso…
¿Puede pedirse acaso una cooperación más real que la que nace de plantar girasoles entre unos vecinos para hacer del barrio un sitio mejor? ¿Más sincera? Los girasoles, no me importa cuales, ya sean los de “Agostamiento” o los del barrio madrileño “pretenden cuestionarnos sobre cómo queremos que sea nuestro entorno, nuestro espacio común, sobre las infinitas posibilidades que tienen esos vacíos urbanos, sobre la necesidad de soñar un futuro, un futuro propio, un futuro común, hecho entre todos”. Lo que importa aquí, me atrevería a decir, no es siquiera el resultado, sino el propio proceso artístico. O en otras palabras, la realización de un proyecto entre varias personas, la generación de riqueza común y saberes que se desprenden de cada una de ellas, o lo que es lo mismo, las relaciones que el boom inmobiliario olvidó obnubilado por la pela, trasformando así a la persona en “una mera herramienta especulativa, de mercado, de venta, un bien más de consumo”. Cuyo escenario era “este diseño que olvida el espacio público, la plaza, el espacio común, potencia la individualidad, sin duda, y evita la generación de comunidad”.
Los miles de girasoles que componen la obra de arte fueron plantados poco a poco por los vecinos. Lo cual manifiesta que en una obra de arte público y participativo como es el caso, “la comunicación es una herramienta fundamental, el diálogo debe estar siempre abierto. Pero también lo es la flexibilidad, estar abierto y preparado a lo imprevisible”. Sin embargo, en un barrio donde las carreteras parecen autopistas, existen pocos puestos de trabajo, y la vida social se reduce al patio interior del bloque, esto se complica. Pero es también, gracias a esta problemática que se hace evidente que “el arte es una herramienta de transformación, de transformación social y de transformación de la realidad que nos rodea”. ¿Acaso no se han producido cambios en ese barrio? Claro que sí, para empezar, gente que antes no se saludaba quizá, ahora, vayan a tomar una caña, o directamente abran el bar.
Podemos decir entonces sin miedo a equivocarnos, que “Agostamiento”, que “Basurama” son sinónimos de enriquecimiento. Y lo digo porque vale con preguntar por el resultado de la obra a la que nos dirige, para caer en la cuenta de que ha habido cambios en favor de la cooperación de la que hablábamos líneas más arriba, basta con ver como “muchos de los vecinos no se conocían”. Y sin embargo su participación en la obra “ha posibilitado crear no sólo amistades, sino alianzas para seguir luchando por el barrio que quieren”. Y no solo eso, sino que nos incita a pensar que “El modelo social imperante no es un modelo único y, al menos, en Madrid, la crisis ha permitido poner en práctica modelos alternativos de organización social, tanto a nivel de espacios públicos autogestionados como “Esta es una Plaza” o “La Cebada”; a una red de huertos urbanos extensa que genera una microeconomía, sí, pero más bien son una herramienta de cohesión social, de encuentro o de celebración, que un modelo económico”.
Así que lo dicho: vale que los Basurama no sean Ai Wei Wei, pero al arte, pipas.